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julio 12, 2025
Espectáculos

«Si te seguís dedicando a la actuación como si fuera un acto vocacional, sos feliz»

El multipremiado y reconocido actor Miguel Ángel Sola habló sobre las motivaciones de seguir trabajando a los 75 años y cómo es encabezar una exitosa obra como «Mi presidente» que llega en vacaciones de invierno a Mar del Plata. 

Por Maxi Czajkowski

Miguel Ángel Solá es uno de los actores más emblemáticos del país, con una carrera que abarca más de seis décadas en teatro, cine y televisión. Se destacó tempranamente en el teatro con obras como Equus, El hombre elefante y El diario de Adán y Eva, y en el cine protagonizó títulos icónicos como Asesinato en el Senado de la Nación (1984), Sur (1987) y Casas de fuego (1995), por la cual obtuvo reconocimientos internacionales como el Cóndor de Plata y premios en Locarno. Radicado muchos años en España, ha mantenido una intensa actividad artística, regresando al circuito porteño con proyectos importantes. 

Actualmente, Solá protagoniza «Mi querido presidente». La obra, escrita por los franceses Mathieu Delaporte y Alexandre de la Patelliere y dirigida por Max Otranto, enfrenta a Solá, en el rol de un prestigioso psiquiatra, con el presidente electo (interpretado por Maxi de la Cruz), quien sufre una picazón incontrolable en la nariz justo antes de su discurso de asunción. Esta pieza teatral se podrá disfrutar en Mar del Plata los días 18 y 19 de julio a las 21 horas en el Teatro Roxy. Antes de su llegada a la ciudad, Miguel Ángel habló con Bacap.

— Miguel, ¿cómo estás viviendo el fenómeno de esta obra y la reacción del público?

— La verdad, estoy impresionado. Sabíamos que era una comedia muy divertida, pero además de eso, intuíamos que tocaba ciertos puntos sensibles, que iban a resonar en la gente de otra manera. Y eso es justamente lo que está pasando. Nos da un placer enorme hacerla y ver cómo conecta con el público.

— Se habla mucho de la química que tenés con Maxi. Vos, con tantos años de trayectoria, ¿qué te devuelve él en escena que tal vez no te devolvieron otros compañeros? ¿Qué tiene de especial para esta obra?

— Bueno, cada vínculo entre actores es distinto, no hay uno igual a otro. Pero hablando específicamente de Maxi… Es un actorazo. Y más allá de su talento, es una persona entrañable. Me hace reír, me divierte tanto arriba como fuera del escenario. Es muy creativo y está siempre atento a lo que ocurre, a los cambios, a los matices. Encontré en él un par. Nos cuidamos mucho mutuamente en escena, y eso hace que la función salga cada vez mejor.

Y mirá, eso no tiene que ver con la escuela actoral ni con si hiciste cine, teatro, comedia o drama. Tiene que ver con estar presente, atento al otro. Y cuando eso pasa, no se te escapa nada.

— ¿Y vos cómo te sentís hoy, con toda la carrera que llevás encima, en este momento de tu vida?

— Estoy viviendo mis 75 años con todo lo que eso implica. La edad te trae el peso del cuerpo, de la vida vivida, con sus triunfos y fracasos. Pero si la estás pasando bien, si seguís haciendo lo que amás como un acto vocacional, entonces sos feliz. Y yo me sigo ganando el pan con lo que sé hacer, que es actuar.

— ¿Esta obra te demanda físicamente? ¿Te preparás antes?

— No, no puedo entrenar porque mi cuerpo ya está muy exigido. Pero cuando subo al escenario, no se siente. El público ve un actor que se para, se tira al piso, se levanta cuando tiene que hacerlo. La procesión va por dentro. Si tengo dolores, son míos. Lo importante es lo que pasa con la gente.

— ¿Sentís que el público es una parte activa de la obra?

— Absolutamente. El público se transforma en un tercer personaje. Es muy fuerte ver cómo se genera ese vínculo, cómo se ríen, cómo se emocionan. Como vos decías, además de ganarnos el pan, ese aplauso es un plus. Aunque yo, sinceramente, cuando termina la obra, muchas veces no quiero salir a saludar. Siento que ya me devolvieron todo: con su atención, con su risa, con su emoción.

— Sin embargo, ese aplauso final tiene un valor simbólico, ¿no?

— Claro. Es una convención, sí, pero también es muy bienvenida cuando viene con honestidad. Cuando ves que la gente se para y aplaude de pie, sabés que vieron algo que, aunque no ocurrió en la verdad física, sí ocurrió en su verdad interna. Esa conexión genera una energía que empuja la obra a otro ritmo, a otra intensidad. Y eso es maravilloso.

— Hablando de esa «verdad interna» que mencionás, ¿creés que el teatro hoy es uno de los pocos espacios donde todavía se puede encontrar esa comunión con el otro, en estos tiempos tan individualistas y tecnológicos?

— Sí, el teatro sigue siendo ese lugar único. Porque el teatro es aquí y ahora. Es irrepetible. Y además, hoy nos han destruido casi todas las formas de expresión. El 90% de los actores no tiene trabajo. Yo soy un privilegiado. Pude vivir de esta profesión. No tengo propiedades ni dinero acumulado, pero sigo trabajando.

Y cuando ya no pueda más, no sé… alquilaré un cuarto, iré a una residencia, alguien me ofrecerá un techo. Pero he hecho todo lo que quise en este oficio. Me da mucha pena por los jóvenes, que ya no tienen las oportunidades que yo tuve.

— Has hecho televisión, cine, teatro, radio… ¿Qué balance hacés de todo ese recorrido?

— He hecho buena televisión, buen cine, buen teatro, buena radio. Me ha ido muy bien en todos los ámbitos. He ganado más de 160 premios en cuatro de los cinco continentes. Gente que no me conocía me premiaba en Japón, Siria, Estados Unidos. ¿Qué más puedo pedir? Estoy agradecido. Estudié en este país, me formé acá, y me permitieron desarrollarme en todas las disciplinas.

— Recién mencionabas el cine. Una de mis películas argentinas favoritas es “Sur”, de Pino Solanas. ¿Qué recuerdos tenés de ese cine de los ‘80, hoy tan difícil de hacer?

— Hice muchas películas que me hicieron bien: Sur, Casas de fuego, Una sombra ya pronto serás, No habrá más pena ni olvido, Bajo bandera, El exilio de Gardel… Y El último traje, que fue mi última película como protagonista.

Esa película, lamentablemente, fue boicoteada. No sé si por el contexto del conflicto Israel-Palestina, pero los medios no le dieron espacio. Y eso me dolió. Fue un proyecto hecho con mucho esfuerzo y amor, y con un mensaje muy potente. Me da tristeza que haya pasado desapercibida.

— ¿Y de “Sur”, algún recuerdo en especial?

— Los recuerdos están ahí, en las películas. Que la gente las vea. Si les ayudé a soñar, a sentir, a vivir algo a través de estas ficciones convertidas en verdades, entonces valió la pena.

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