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agosto 7, 2025
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San Cayetano: la verdadera historia del santo del pan y el trabajo, y por qué se celebra el 7 de agosto

Miles de personas se acercan cada año a agradecer o pedirle trabajo a este santo nacido en Italia, cuya figura se convirtió en símbolo de fe y de lucha en la Argentina. En Mar del Plata, la parroquia de Moreno 6776 es el centro de la festividad religiosa más convocante de la ciudad.

De Vicenza a Liniers: la historia detrás del santo del pan y el trabajo

Cayetano de Thiene nació el 1° de octubre de 1480 en Vicenza, al norte de Italia. Aunque se formó en Derecho en la Universidad de Padua y llegó a ser secretario privado del papa Julio II, su vocación religiosa lo llevó a dejar los privilegios para consagrarse al servicio de los más humildes. Fue ordenado sacerdote en 1516 y fundó los Clérigos Regulares Teatinos, una orden centrada en la austeridad, la oración y el compromiso con los necesitados.

Renunció a su herencia y fundó los Montes de Piedad, instituciones pioneras en prestar dinero a bajo interés a personas pobres. Se lo recuerda golpeando la puerta del Sagrario cuando faltaban alimentos, y viendo cómo —sin explicación lógica— las provisiones aparecían. Su figura quedó asociada a la caridad, la infancia de Jesús y la defensa de la dignidad humana. Murió el 7 de agosto de 1547, a los 66 años, y esa fecha se convirtió en el día de su celebración.

Fue canonizado en 1671 por el papa Clemente X, y su culto se extendió desde Europa a América Latina. En Argentina, su figura adquirió un significado particular: más que un santo, se volvió un símbolo popular de fe, esperanza y reclamo social.

Una devoción que mezcla lo religioso, lo social y lo político

En Argentina, San Cayetano es mucho más que una figura religiosa. Es un símbolo profundamente arraigado a la cultura del trabajo, piedra angular de la identidad colectiva y de la estabilidad social y política del país. Como santo traído desde Italia por la ola migratoria de principios del siglo XX, su figura encontró un eco inmediato entre quienes entendían el trabajo no solo como sustento, sino como motor de progreso, inclusión y dignidad.

Por eso, cada 7 de agosto, la devoción se vuelve un fenómeno cultural que trasciende lo litúrgico. En el santuario de Liniers —fundado en 1875— se multiplican las filas, los rezos y las promesas. El sacerdote Domingo Falgioni fue quien impulsó en los años 30 la imagen de San Cayetano con el Niño Jesús y una espiga de trigo, en plena crisis social. Desde entonces, pan y trabajo se convirtieron en las dos palabras que identifican a su figura.

La Comisión Ejecutiva del Episcopado difundió un mensaje claro: “La falta de trabajo hiere profundamente la dignidad de las personas y puede conducir al desaliento, al aislamiento y a la pérdida de sentido”. También señalaron que ninguna política económica puede considerarse exitosa si implica que los trabajadores pierdan su empleo o viven con incertidumbre. Valoraron todas las formas de trabajo: empleo formal, economía popular, changas, reciclado y emprendimientos familiares. La intercesión de San Cayetano, dicen, es una plegaria para que el trabajo digno no falte en los hogares argentinos.

San Cayetano en Mar del Plata: fe, feria y pedido colectivo

En Mar del Plata, el epicentro de la festividad es la parroquia San Cayetano, en Moreno 6776, en el barrio que lleva su nombre. Este 7 de agosto, el cronograma incluye misas a las 00, 06, 08, 10, 12, 19 y 21 horas, además de la tradicional procesión y misa central de las 15, presidida por monseñor Ernesto Giobando.

Pero la celebración trasciende lo religioso. Las calles del barrio se llenan de fieles y de vida: vecinos, feriantes, familias enteras. Quienes se acercan lo hacen para agradecer, pedir o renovar la esperanza. Alrededor del templo, se despliega una feria popular donde se mezclan artesanías, estampitas, panes caseros, comidas, productos religiosos y ofertas improvisadas de todo tipo. Para muchos trabajadores informales, esta fecha representa una oportunidad vital de ingresos.

San Cayetano volvió a demostrar en Mar del Plata que es, por lejos, la festividad religiosa más convocante de la ciudad. Desde la madrugada hasta la noche, cientos de personas recorren las veredas con una vela en la mano, una oración en los labios o una mirada al cielo cargada de incertidumbre. La devoción, lejos de diluirse, se fortalece: en un presente difícil, la fe sigue siendo un refugio, pero también un reclamo. Porque en la Argentina, pedir trabajo no es solo una plegaria: es una declaración de dignidad.

 

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