El phubbing es el fenómeno que se presenta cuando se escoge la compañía digital por sobre la personal y física que se desarrolla en vivo y en directo.
Por Natalia Muñoz
Mientras leés esta nota, ¿estás reunido/a con otras personas? ¿En vez de estar presente en el encuentro chequeás el teléfono? Eso se llama phubbing, un término derivado de la conjunción de dos palabras en inglés: phone y snubbing. Esta última indica la acción de insultar la compañía de alguien al no prestarle atención o al tratarla como si no fuese importante. Suena violento, ¿no? No te preocupes, la mayoría de las personas lo hacen. Bueno, lo hacemos.
En Argentina el uso promedio diario del celular es de seis horas, según el Informe Global Digital 2024. Nuestro país está en un rango intermedio entre los países de América Latina. Brasil se encuentra en el extremo superior, al registrar un tiempo promedio de nueves horas diarias frente a dispositivos móviles, mientras que Perú está en la otra punta, con cinco horas por día.
Un cuarto del día se va frente al teléfono. La cifra puede ser engañosa, al existir quienes trabajan con el teléfono. El problema -al menos a indagar en este escrito- no es cuantitativo, sino de contexto: el phubbing es una amenaza para los vínculos.
¿Presente o en línea?
Hay que ser claros. El phubbing es el fenómeno que se presenta cuando se escoge la compañía digital por sobre la personal y física que se desarrolla en vivo y en directo. Es la desconexión emocional de lo que sucede en nuestro entorno inmediato y activo. No cuenta como phubbing chequear el clima en una charla, chusmear en conjunto las redes sociales de un tercero, responderle un WhatsApp a tu mamá.
El phubbing es casi inconsciente y reiterado en el tiempo. Implica, por caso, preferir ver reels mientras un amigo te cuenta su mal de amores: “Vos hablá que yo te escucho”. Game over: el vínculo ha sido dañado.
Es una adicción. Al teléfono, a las redes sociales, a los juegos en línea, a lo atractivo de la mensajería instantánea y la plena disponibilidad. Como tal, tiene consecuencias emocionales y “puede afectar las relaciones interpersonales y dañar las habilidades para la comunicación”, como se postula en el estudio “Propiedades psicométricas de una Escala de Phubbing en una muestra argentina”.
Preferir la pantalla a la persona hace las conversaciones, y ulteriormente los vínculos, más superficiales y menos significativos. Si el phubbing se desarrolla en el hogar, o bien en el marco de relaciones sexoafectivas, la intimidad se ve dañada. Esto puede derivar en problemas de intimidad física o emocional. El razonamiento de la otra persona puede pivotear en extremos de buscar atención que, de obtenerla, no será genuina; o mutar a la falta de interés: “¿Para qué intentarlo, si le importa más el teléfono?”.
Así, tanto “phubbeador” como “phubbeado” ven dañada su salud emocional y hasta mental, al ver directamente afectado su autoestima y su noción de valor propio.
Pasarse las horas, el día, las cenas, las citas, los cumpleaños adentro del celular genera, para sorpresa de nadie, aislamiento social. La interacción cara a cara decrece en cantidad y calidad. La ansiedad que genera enfrentar un encuentro entre personas puede derivar en la evitación y la búsqueda de refugio en lo conocido: el celular.
El desafío de salir del teléfono
Lejos de la receta única, existen distintos caminos para optar a la hora de buscar revertir este comportamiento. Por supuesto, el primer paso es reconocer que se tiene adicción al celular o nomofobia, entendida como el miedo a salir sin el teléfono o a quedarse sin batería. Luego, es cuestión de probar.
La mayoría de las opciones disponibles se vinculan con establecer límites. Por ejemplo, se puede probar con configurar el teléfono para poder utilizar las apps solo por una cantidad de horas acorde durante el día.
Para algunas personas funciona desactivar todo tipo de notificaciones del celular, para evitar verse atraídos al dispositivo. Para otros, en cambio, esto despierta ansiedad y activa la nomofobia, por lo que las opciones más paulatinas serían más convenientes.
Hablar sirve. Hablar de manera honesta sobre cómo uno se siente con y sin el celular, sobre por qué se escapa de las conversaciones cara a cara, así como explicar porqué no gusta o duele ser ignorados ante una catarata de tiktoks que, en cinco minutos o en unas horas, van a seguir allí.