A 30 años de los Juegos Deportivos Panamericanos que se realizaron en Mar del Plata te seguimos contando cómo se gestaron. Tiempos a contramano y fondos insuficientes al calor de tensiones políticas. La creación de nuevos estadios, detalles minuciosos y Vilas, el primero de 10.000 voluntarios.
Por Thom Lahitte
“Quiero dejar claro que esto no fue un torneito”, dice Federico Maidana quien se desempeñó en la Gerencia de Deportes durante los Juegos. Los números que brinda a Bacap dan sustento a la afirmación:
- 5144 deportistas
- 235 jueces
- 227 médicos
- 2700 periodistas
- 10.000 voluntarios
- 42 países
- 40 disciplinas
- 1366 medallas
- 6 subsedes
Los temas a resolver camino a los Panamericanos no estuvieron marcados sólo por la envergadura sino también por el tiempo. Maidana, quien había sido entrenador de la patinadora Nora Vega y luego oficiaría como presidente del EMDER, fue enviado por el intendente Mario Russak a los Juegos Olímpicos de Barcelona 92´ para estudiar la organización de la parte deportiva desde dentro.
“Ellos estuvieron 11 años y nosotros teníamos que resolver en menos de 3”, explica Maidana. La política añadió cuotas de tironeos vinculados a los fondos. Las anécdotas muestran el amplio espectro entre las luces y sombras del evento: de los jueces que se presentaron como voluntarios a los elementos de la gimnasia deportiva que llegaron a los días de inaugurados los Juegos.
Salpicón de subsedes y obras millonarias
Pero retrocedamos en el tiempo. Mar del Plata tenía mucho pero no todo. Eso explica, en parte, la designación de las seis subsedes: las más regionales Necochea, Tandil (fútbol) y Miramar (mountain bike) o las insólitas, por la distancia, Paraná (softball) y Santa Fe (esquí acuático). A estas se sumó la ciudad de Buenos Aires que albergó nueve disciplinas (karate, bádminton, bowling, handball, equitación, tiro y raquetbol).
“Los Juegos de La Habana costaron 420 millones de dólares y el presupuesto para los de Mar del Plata está en 158”, aseguró a El Gráfico el arquitecto Alejandro Bulgheroni. En el reportaje, el técnico encargado de la infraestructura detallaría una situación compleja y de contrastes: “La pileta de Atlanta para los próximos Juegos Olímpicos (en referencia a los de 1996) cuesta 100 millones de dólares. Nosotros realizamos 90 obras y remodelaciones -contando todos los escenarios y los lugares de entrenamiento- gastando apenas 65 millones”.
El Estado Polideportivo costó 11,5 millones, mientras que en el Complejo de Natación cubierto -plataformas de saltos y pileta olímpica- se invirtieron 12 millones. El Patinódromo -que en ese entonces se convirtió en el más grande del mundo sin techo, costó 3,2 millones de dólares mientras que en el estadio de Atletismo se pusieron otros 2,2M en la infraestructura que rodea la pista.
La inversión, que provino tanto de Nación, como de Provincia y el Municipio, no se limitó a la infraestructura deportiva. También se realizaron en el Aeropuerto Internacional Astor Piazzola (4,6 millones de dólares) y en la Villa Panamericana de Chapadmalal (2,7 millones). “De los 158 millones del presupuesto sólo recibimos 103”, diría Bulgheroni luego.
Un cinco estrellas para la ocasión, ropa para lluvia y el voluntario nº1
¿Qué fue proyectado en 1986 e inaugurado en 1995? La respuesta podrían ser los propios Juegos Panamericanos, como vimos en la primera entrega de esta serie. Sin embargo, la referencia es al Hotel Costa Galana. La coincidencia no es azarosa: la organización requería de la existencia de un alojamiento de cinco estrellas para la alta dirigencia política y deportiva. Allí terminaría alojado unos días el presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranach.
En una entrevista de marzo del 95´, en una suite del Hotel, el pope del olimpismo sugeriría que los Panamericanos podrían servir como prueba para una eventual postulación Argentina para los Olímpicos de 2004, que finalmente terminaría en manos de Atenas.
La cuestión del alojamiento sería uno de los quebraderos de cabeza en materia organizativa. Los Juegos tienen un flujo móvil de residentes: la cantidad crece o decrece a lo largo de las dos semanas dependiendo de las disciplinas en disputa. Esto obligó a varios traslados de jueces y deportistas de un lugar a otro.
Otro preparativo que muestra el carácter titánico de acoger la cita deportiva es la papelería y los viajes de miles de personas en una época donde el fax y el teléfono todavía primaban por sobre internet. Además los organizadores debían tener en cuenta detalles tan quisquillosos como la ropa de los árbitros: a los que actuaban al aire libre, debía proporcionarse una muda para la lluvia además de la estándar.
Para encarar los juegos hicieron falta muchísimas manos voluntarias. La convocatoria oficial fue lanzada en febrero de 1993. El voluntario nº1 fue Guillermo Vilas, uno de los deportistas marplatenses más destacados de la historia. Para ello se realizó un acto en la Villa Panamericana con la presencia del presidente Carlos Saúl Menem y el gobernador, Eduardo Duhalde.
Se estima que hubo alrededor de 10.000 voluntarios de todas las edades y procedencias que ocuparon todo tipo de funciones: de apoyo en el centro de prensa a la recepción de delegaciones pasando por el anuncio de los traslados.