El guacamayo barba azul tiene una cognición similar a la de un niño de 3 a 5 años. Repite acciones y palabras para comunicarse con su especie.
Por Luciana Mazzini Puga (Agencia de Noticias Científicas de la UNQ)
Un equipo de científicos del Instituto Max Planck de Inteligencia Biológica de Alemania y especialistas de la Fundación Loro Parque de España monitorearon a 14 guacamayos cautivos para evaluar si imitaban cinco acciones específicas. Para ello, solo dos individuos machos de ese grupo aprendieron previamente a realizar movimientos como levantar una pata, girar sobre sí mismos o batir las alas.
En la sala contigua, los otros doce individuos presenciaron esto e imitaron a sus pares. De hecho, los investigadores vieron que aprendieron con mayor velocidad y precisión las acciones a comparación del tiempo que habían tardado los dos machos. Inclusive, algunos guacamayos imitaron los gestos espontáneamente, antes de recibir órdenes o recompensas. De esta manera, los científicos definieron que estas aves habían desarrollado la capacidad de imitar las acciones de sus pares, algo que hasta el momento se creía como una competencia única de los seres humanos.
“Probablemente sea una particularidad de todos los psitácidos, familia a la que pertenecen los distintos guacamayos, las cotorras, los loros y los pericos. Presentan características muy peculiares, por ejemplo, son grupos sociales, pueden armar parejas que duran años, tienen vínculos y tienen un vocabulario bastante complejo”, explica Andrés Suares, experto en aves.
Y continúa: “Así como se vio que pueden imitar comportamientos, también pueden copiar el vocabulario. Por ejemplo, si se le enseña a un guacamayo que la palabra ‘lápiz’ está asociada al objeto lápiz, el animal siempre hará esa asociación. Es como un bebé; inclusive, se cree que los guacamayos tienen la cognición similar a la de un niño de 3 a 5 años”.
Ahora bien, al lado de otras especies, el guacamayo es considerado un ave torpe. “En la cima cognitiva está el loro gris africano. Para darnos una idea, hay un estudio que se realizó entre los 90 y los 2000 en que el loro Álex aprendió más de 100 palabras, distinguía colores, hacía cuentas y preguntas específicas”.
Así, los autores creen que la imitación representa una forma rudimentaria de transmisión cultural de gestos que podría funcionar en el vínculo social de la comunidad. En este sentido, Martín Farina, especialista en paleoecología de aves, relata que históricamente se creyó que los seres humanos eran los únicos que tenían cultura, pero ahora se ve que los animales también la tienen.
“Este estudio del aprendizaje cultural y de cómo un animal puede copiar a su par y así evolucionar. Dentro de la evolución, hay otros modelos, más allá de la selección natural, que podrían explicar la diversidad de especies que hay hoy. Una de ellas es el aprendizaje cultural y cómo los animales pueden aprender por imitación”, detalla ante la Agencia.
En esta línea es que Suares plantea que los resultados del estudio podrían extenderse a la familia de los psitácidos y, en especial, a los guacamayos. “Si una de estas aves aprendió a usar una herramienta por copiar a un humano, es probable que otro guacamayo lo imite y también lo aprenda. Todos tienen el mismo tronco basal de evolución”, afirma. Los autores del estudio sostienen que los hallazgos podrían ayudar a comprender aún más la especie y mejorar su conservación.
Estaban extintos, pero no
Se creía que el guacamayo de barba azul estaba extinto hasta que en 1992 se encontró una población salvaje de la especie en el norte de Bolivia, donde hay dos subpoblaciones repartidas en 8.599 kilómetros cuadrados de sabana. Viven en los bosques de palmeras Motacu, en cavidades de totai y palmas reales.
Según cuenta Suares, una de las razones por las que el guacamayo de barba azul se enfrenta a una situación crítica es por las fiestas tradicionales que realizaban antiguos pobladores de Bolivia. “Mataban a los pájaros y utilizaban las plumas de la cola y de las alas para hacer sus vestimentas. Más tarde, gracias a arreglos entre las comunidades, se dejó de utilizar animales y comenzaron a hacer la ropa con telas especiales que imitaban las plumas de los guacamayos”, relata.
Fuente: Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
Foto: Noticias Ambientales.