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noviembre 23, 2024
Música

SAUNTRACK | Jaque al rey

Por Martina  Migliorisi 

Hola, ¿Cómo estás? Cada sábado en que nos encontramos pareciera reanudarse una partida de ajedrez que quedó inconclusa. Y es que más allá del monólogo que este news significa, percibo cada entrega como una charla entre pares donde el mate no deja de girar.

Si el tablero está apto y la pava también, aggiornémonos. Desde nuestra última mateada, Ana Tijoux volvió al ruedo y, tras diez años sin editar discos, estrenó “Vida”, “…uno donde el baile, lo físico, lo placentero  y varios amigos invitados son parte”, retrata la periodista chilena Javiera Tapia, para Rockdelux. Además, Lana Del Rey parece evaluar una serie de visitas a Latinoamérica para los próximos meses, y por si todo ello fuera poco, el Cosquín Rock y el Coachella estrenaron sus respectivas grillas. El primero, con Slash (ft. Myles Kennedy and The Conspirators) incluído; el segundo, con la promesa de hacer posible la vuelta de No Doubt.

Para el universo musical, el 20 de enero es mucho más que una de las canciones más recordadas de La Oreja de Van Gogh. En 2012, tomó forma de muerte y privó al mundo de la voz de Etta James, nacida Jamesetta Hawkins, ícono indiscutible del soul, el jazz y el r&b. Tres años más tarde, una inesperada noticia irrumpía en los matinales y ponía a prueba el talento para deglutir un desayuno mientras una bola de angustia obstruía la garganta: El rapero y compositor venezolano Tirone José González Orama, conocido como “Canserbero”, había sido encontrado muerto. Las circunstancias del hecho, convenientemente confusas, llevaron a las autoridades a ofrecer hipótesis laxas, que no terminaban de convencer a aquel público que lloraba a su ídolo. En diciembre de 2023 se disiparon, por fin, todas las dudas: Natalia Améstica, exmanager del artista, confesó el crimen.

Amén de la montaña rusa de emociones que acabamos de atravesar -y por qué no, a tono con ella también-, allá afuera todavía hay músicos/as rasgándose las vestiduras contra un enemigo que tiene 26 años, una presencia polémica en la industria y un mundo entero dividido entre sus fieles defensores y sus enemigos más acérrimos. Te aseguro, quien sea que estés pensando no es. Pero seguramente tenga una opinión sobre él: El autotune.

En 1997, la especulación sobre el nuevo milenio traía emoción por la hiperconectividad, fantasías sobre autos voladores y un particular optimismo a futuro. En el ideal cinematográfico vestía trajes plateados y al día de hoy no dejo de preguntarme si este error de lectura es consecuencia de una sociedad que le teme al éxito o al ridículo.

El mismo año, el ingeniero, geofísico y músico aficionado Andy Hildebrand consiguió fascinar y horrorizar a la industria musical con su nuevo invento, producto de un experimento que su creador llevó adelante para, según las lenguas machistas, conseguir que su esposa cantara afinada. La repercusión de su obra fue instantánea y persiste hasta nuestros días, aún cuando el autotune no fuera la primera herramienta que alteraba la voz artificialmente: “El ‘talkbox’ salió 50 años antes”, afirma la empresa de medios digitales “Genius”, que destaca al ‘vocoder’ como su sucesor absoluto.

Creado en la década del ‘30 y estrenado en su faceta musical en 1968, este flamante chico del barrio se convirtió en el aliado ideal de aquellas estrellas pop que deseaban aportar aires futuristas a sus obras. Con el tiempo, la popularidad del vocoder venció numerosos prejuicios y logró conquistar a artistas de múltiples ramas, como el rock, el hip-hop y hasta el nü metal. El respaldo masivo a esta herramienta fue producto de la utilización que algunos músicos de renombre internacional hicieron de ella, como en el caso del dúo francés Daft Punk, el conjunto alemán Kraftwerk o el ícono del soul y r&b Stevie Wonder.

Tras tres décadas en el trono, el vocoder encontró en el autotune a un adversario dispuesto a derrocarlo. Y es que en 1998, a sus 52 años y bajo la producción de un argentino, Cher cambió las reglas del juego con el estreno de “Believe”. En este track, el más exitoso de la artista a la fecha, la utilización del autotune es completamente contraria al fin con el que fuera creado, reemplazando su cualidad para retocar errores mínimos en la afinación por una distorsión extrema y casi robótica. Una decisión arriesgada y audaz para un hit inoxidable.

Un pequeño paso para el hombre…

En 1999, Jennifer López desembarcó en la música. Su primer disco, “On the 6”, llegó a mediados de año para enseñar los dotes musicales de la flamante intérprete. Con cinco singles promocionales, JLo logró acaparar la atención de numerosos oyentes y, más importante aún, de muchos de sus nuevos colegas.

El estreno de “If You Had My Love”, despertó la fascinación de un compositor en particular: T-Pain. Y así como es imposible hablar de baladas sin mencionar a Luis Miguel, es impensado indagar en la historia del autotune sin citar al rapero estadounidense.

T-Pain llevó el autotune al extremo desde un primer momento. La implementación de esta herramienta es una constante en su discografía, algo que parece haber cambiado su vida con la misma fuerza electrizante con la que Julio Cortázar describía un enamoramiento. De hecho, su admiración por este efecto lo llevó a convertirse en la que fuera, tal vez, la cara más visible de su defensa cuando sus detractores se multiplicaron.

En Argentina, el referente máximo de este efecto se llama Maxi Trusso. En 1997, el cantautor y músico estrenó “Fragments of life”, canción en la que un artista nacional utiliza el autotune por primera vez en la historia. El single significó un verdadero éxito en suelo londinense, amén del desconocimiento casi absoluto que obtuvo en el país natal de su creador. Un año más tarde, Maxi Trusso acariciaba la gloria: Producía el mayor hit de la carrera de Cher.

Actualmente, el uso del autotune en nuestro país -como en tantos otros- está íntimamente ligado al género más popular del momento: el trap. Veintiséis años más tarde, y como bien nos acostumbra el comportamiento cíclico del tiempo, una parte de la industria se enfila detrás de T-Pain y Trusso; la otra, analógica y tradicional, observa desde la vereda contraria. En medio, el silencio. La especulación. La tensa calma. Como en nuestro tablero de ajedrez.

Para irnos, quiero recomendarte tres gemas del mundo musical, sin nexo alguno y con ningún otro motivo más que el de compartir lo que se ama:

En Bacap escribimos lo que escuchamos. Qué mejor que compartirlo con el mundo.

Chau, loco. Este news se va en fade.

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