Por Martina Migliorisi
Hola, ¿Cómo estás? Si el clima y su ídem político no pudieron contra vos, yo diría que muy bien. En momentos de tensión y ansiedad prolongadas, pulsión de vida de cada argentino/a, una distracción puede ser la herramienta justa para volver a respirar con calma. Sin embargo, y como el mundo no está guionado por románticos sino por tragicómicos, esta bocanada también será estruendosa y caótica.
Durante las dos semanas que transcurrieron desde nuestro último encuentro, el universo musical se vio sacudido en más de una oportunidad. Mientras los usuarios de internet debatían sobre la importancia de contar con artistas locales de renombre internacional con pensamiento crítico, oyentes de todo el mundo recordaban con melancolía el último show de The Beatles, realizado en la
Bancate ese defecto
Como la propia vida, la agenda musical jamás renuncia a su carácter agridulce. La celebración por el anuncio de un nuevo e inminente álbum de Justice se vio opacada por el cierre del medio digital Pitchfork tal como lo conocíamos -desde ahora, parte de GQ Magazine-, lo que reactivó las alarmas en el universo periodístico, ese que ignora la definición de “calma”.
“Las personas que dirigen la industria la mataron y ahora vemos las consecuencias. La ironía es que todavía se publica música nueva e interesante, pero casi nadie la escucha”, disparó el curador y crítico norteamericano Ted Gioia en “Why Is Music Journalism Collapsing?”, entrega de su news “The Honest Broker”. En pocas palabras y con un puñado de verdades, el divulgador de jazz evidenció la crisis que el periodismo musical vive puertas adentro, donde los hashtags y las reproducciones son el menor de los problemas.
“A la industria antes le servía que hubiera opciones, invertía en múltiples artistas de múltiples géneros, ayudaba a desarrollar carreras. Ahora todxs viven de la nostalgia”, suma la periodista y escritora Romina Zanellato, una de las fuentes recurrentes de este news, vía Instagram.
Aunque de carácter global, este escenario se traduce, en Argentina, como un cóctel que incluye pésimas condiciones de trabajo, pluriempleo, resolución de notas a contrarreloj, burnout y pagos fuera de término.
Es un hecho: la crítica musical perdió su batalla ante el monstruo marketinero y los tentadores challenges de Tik-Tok, pero aquellos que aún se aferran a las pocas trincheras que quedan en pie no dan por concluída la guerra.
Para Romina Zanellato, el vínculo entre los artistas más “pegados” y su bajo nivel de tolerancia a la crítica no es su única explicación, pero sí tiene mucho que ver con ello: “Las obras crecen a lo largo de los años, se convierten en clásicos, porque se las pensaron, se escribieron [sic] sobre ellas, circuló pensamiento en torno a la obra. La obra también es lo que se dice de ella, su masa crítica productiva”.
Encore
Al momento de publicarse este news, el calendario marca el 3 de febrero. Como reportera, como amante de la música, y como quien firma cada entrega de Saundtrack, me es inevitable no contarte una historia vinculada a esta fecha antes de irnos.
En 1959, Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper se encontraban de gira por Estados Unidos. Tras su show en Mason City, Iowa, los músicos debían presentarse en Moorhead, Minessota. El traslado entre las localidades debió realizarse por vía aérea, aun cuando las condiciones climáticas fueran severas y no todos los integrantes del equipo estuvieran satisfechos con ello.
Con más artistas que espacios disponibles, la designación de asientos fue echada a la suerte: Buddy Holly, Ritchie Valens y el guitarrista Waylon Jennings fueron los beneficiados. Sin embargo, este último cedió su lugar a The Big Bopper, a propósito de un catarro que oportunamente apareció. Minutos más tarde, Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper perdían la vida en un campo de cultivo, donde la avioneta que ocupaban se estrelló.
A tono con el color grisáceo y el dejo amargo que hoy atraviesa este news, se cumplen 65 años del viaje que puso fin a la vida de tres estrellas elementales del rock and roll.
La muerte, metafórica o literal, pasada o presente, lenta y calma como el ocaso o sorpresiva e inquietante como un buen susto, nos atraviesa. Nos encuentra desorbitados, tristes o irascibles. Origina preguntas troncosas y nos priva de cualquier respuesta. Nos deja huérfanos, o peor: testigos inútiles de sus destrozos. Pero donde hay muerte hubo vida. Y así como “donde hay dolor, habrá canciones”, en 2001, una de las líneas de “Vanilla Sky” se despegó de su libreto para hospedarse para siempre en los corazones más optimistas: “Sin lo amargo, lo dulce no es tan dulce”.
Para irnos, quiero recomendarte tres gemas del mundo musical, sin nexo alguno y con ningún otro motivo más que el de compartir lo que se ama:
- Este mano a mano entre Moira Memma y Gabriel Plaza, radiografía imperdible del último Cosquín
- Esta nota de Javiera Tapia para POTQ, donde vuelve a evidenciarse el vínculo entre el arte y la política, tema que trataremos próximamente en este news
- Este documental sobre Fabián Show
En Bacap escribimos lo que escuchamos. Qué mejor que compartirlo con el mundo.
Chau, loco. Este news se va en fade.