Introspectiva, honesta y profundamente argentina, Chita volvió a la escena musical con la fuerza de un huracán. “Atelier”, su más reciente trabajo, vio la luz durante la primera semana de mayo y dejó a su público tan satisfecho como embelesado.
Por Martina Migliorisi
Hola, ¿cómo estás? Entero o en trozos, llegaste a la mitad del 2024. Ayer fue el primer día del periodista en que algunos de los mejores comunicadores del país, exTélam, no asistieron a sus escritorios, fotografiaron actos ni salieron a hacer coberturas. ¿Te preguntaste alguna vez cuántas noticias ya no llegan a los diarios de tirada nacional?
Para nuestra fortuna, el radar musical sigue despierto, aunque no descarto caer en su trampa mainstream y unitaria con más frecuencia de la que me gustaría admitir. Deglutida la peor de las entradas, el clásico paseo por algunos títulos que han dejado las últimas dos semanas: se cumplieron dos años del fallecimiento de El Noba y otros 27 desde la desaparición física de Jeff Buckley; la biopic de Michael Jackson culminó su rodaje; Joss Stone desembarcará en el Movistar Arena el 17 de septiembre y, a la hora de la edición final de este news, solo resta vender un 3 % de las entradas; Alex Ubago confirmó su regreso al país para el viernes 20 de septiembre; en Twitter, el fandom de Taylor Swift planteó -no sin cuestionar a su ídola- el motivo detrás del silencio que la artista guarda sobre el conflicto palestino-israelí: ni le conviene comercialmente ni le interesa desde lo personal.
Algunas más: los premios Gardel dictaminaron a “Hotel Miranda” como el disco del año (2023) y a “Obsesión”, de Lali, como la canción del ídem. En dicha ceremonia no hubo homenaje alguno a Ricardo Iorio; Martha Argerich cumplió 83 años y María Becerra metió dos golazos: un trabajo como doblajista y el anuncio de una gira mundial; Mir Nicolás estrenó el que es, para los expertos del género, el mejor disco de rap argentino en mucho tiempo y un posible candidato a disco del año. ¿Que cómo suena? Así.
Bienvenidos/as al Sauntrack número 18. Hoy iremos de la jungla a la ciudad para conocer una historia de amor destinada al fracaso.
Arte, arte, arte
Debieron pasar casi dos años de impasse para que Chita, nacida Francisca Gil, estrenara nuevamente un proyecto discográfico. Hasta entonces, la cantautora argentina, una de las voces más interesantes y encantadoras de la escena actual, había estrenado su EP homónimo en 2018 y una serie de sencillos entre 2019 y 2023. Curiosamente, mientras un gran cúmulo de oyentes se agolpaba en su perfil de Spotify y sus números en redes sociales no hacían más que levar, el descanso de Chita se impuso con carácter. Y es que aún cuando la artista continuara estrenando material, sus presentaciones en vivo debieron interrumpirse y sus seguidores no dejaron de preguntarse cuál sería su próximo paso.
Introspectiva, honesta y profundamente argentina, Chita volvió a la escena musical con la fuerza de un huracán. “Atelier”, su más reciente trabajo, vio la luz durante la primera semana de mayo y dejó a su público tan satisfecho como embelesado.
En “Atelier”, su creadora explora su rango vocal sobre bases poperas y experimenta con elementos propios de otros géneros, ya sean trap, electrónica, tango y hasta bolero. Sin embargo, el primer LP de la cantante se despega no solo de la música más comercial del momento, sino también de la antigua obra de su propia autora. Para Chita fue un proceso interno y externo, donde debió replantearse hacia dónde orientar su brújula.
“Creo que estamos en un momento, me atrevo a hablar por todos, muy raro. Por un lado es un buen momento para sacar música y tocar. Extraño por el contexto, pero al mismo tiempo siento que están saliendo cosas muy interesantes”, develó ante El Destape, cuando fuera consultada por la pseudo identidad centroamericana que muchos de sus colegas parecen haber adoptado en el último tiempo.
1-4
Una obra no debe estar, necesariamente, atravesada por la sinceridad. Tal vez por ello, hoy por hoy sean muchas más las piezas vacías destinadas a un olvido en fade que aquellas que pasen a la posteridad. En tiempos de algoritmos, “palos” y popularidad efímera, un disco que apuesta a otro relato no deja de ser valioso.
“Atelier” es el resultado de letras sensibles, donde su intérprete reflexiona sobre la fama, el amor y las aventuras en la gran ciudad. En su track homónimo, Chita no solo devela el motivo detrás del título del álbum, sino que además explica la profundidad del concepto (“…siento que me pintan como en un atelier/ gente rodeándome y en la mano un pincel/ cada cual pinta lo que quiere ver”). Para la artista, la mirada ajena es dañina, prejuiciosa y cruel, por lo que escoge enseñarse al natural, desatándose de cualquier pose y exponiendo su fragilidad en primera plana (“…estoy desnuda para que me veas bien”). Esta primera zambullida en el disco nos resume su espíritu, algo que no hará más que crecer, mutar, atracar y resurgir.
La siguiente tríada es otro tipo de síntesis. Los contrastes líricos de “Atelier” quedan en evidencia en la transición “aguja”-“mi decisión”-“lo que quieras”. En el primero de estos tracks, Chita mantiene su delicadeza, pero halla un disparador que despierta su coraje, una pulsión de valentía que parece llenar sus ojos de brillo y entusiasmo (“estoy lejos de mi casa y la selva me amenaza/ voy a morder, voy a morder/ no tengo na’ que perder”). Aún cuando el nombre artístico de Francisca Gil naciera de una abreviatura -”panchita”-, no deja de ser un acierto el deslizar que una chita se vea acorralada en su propio hábitat y actúe en consecuencia.
En “mi decisión”, la cantante comienza a despojarse de un ser amado que sacó provecho de ella, casi como producto de la liberación que está empezando a experimentar (“esto es fruta podrida”, “tuve que perder para encontrar”), pero hacia “lo que quieras”, Chita enaltece su fascinación por los boleros y enseña su dulzura. Sin abandonar el pop, la letra, sencilla y repleta de ternura, es una muestra de entrega y cariño con algunos guiños pícaros a su amor (“lo que tengo de resto de vida/ yo quisiera pasarlo con vos”, “yo te voy a llevar/ a un rincón de la casa/ y te voy a dejar/ que hagas conmigo lo que quieras”).
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“Atelier” es un disco que bien podría dividirse en dos partes, justo por la mitad. Ahí, donde el track más popular hasta el momento alza la frente.
“Sola”, primer adelanto del álbum, fue una pieza clave para que tanto la crítica como el público entendiera hacia dónde se dirigía la búsqueda artística de Chita. Elegante, encantadora y creativa, la cantante eligió volver a la escena con una composición musical que combina pop, trap y folclore que acompañara su rango vocal sin opacarlo. Se trata de una obra rítmica atrapante, que crece y decanta sin amesetarse, con una letra casi tanguera y una sonoridad autóctona. En este apartado, Chita se encamina hacia el arrepentimiento, critica sus comportamientos e intenta remediar los daños que ocasionó a su amor (“te fuiste y ya quiero que vuelvas/ y tengas/ el aire que tuviste nunca/ el aire que siempre faltó”, “me subo a ese taxi/ ¿hacia dónde?/ a buscarte”).
Su cruzada por enmendar las cosas pisa con fuerza en “alguien como tú”, espacio en que la intérprete confiesa su ideal de pareja y viste en halagos a su ser querido. Es entonces que sus ansias de reconciliación la vuelven frenética. No negociará ni será conformista: arreglará su caos cueste lo que cueste (“sos invaluable/ una obra de arte/ yo te recupero esta noche/ aunque te tenga que robar”).
La identidad sonora de Chita devela su argentinidad a cada paso. Y es que aunque por métrica o por comodidad haya escogido un “tú” por sobre un voseo, guarda un as bajo la manga. En la que podría ser la entrada a un tango moderno se irge “maldito mío”, segundo adelanto del disco y tercero en popularidad si en los números de Spotify nos basáramos. Entregada a sus vicios, que abarcan tanto la bebida como a su ex, la cantante nos sumerge en la agonía del desamor más descarnada: ha sido rechazada una vez más, pero esta vez por alguien que conoce y adora. A sus espaldas, para aportar coros, profundidad y drama, Luz Gaggi hace lo propio.
Cuando todo se acaba, un instante antes de que caiga el telón, Chita supera su pesar y cierra la puerta al amor en “sin lágrimas”. Y es que tras una desilusión semejante, la artista se niega a entregarse a la tristeza. Por el contrario, escoge revalorizarse y abraza un halo de soberbia (“vos perdido en la ciudad/ qué mal te va/ intentándome encontrar”).
Renovada, aunque con la sangre en el ojo, la cantante culmina su transformación con “no hay manera”, un desahogo que no escatima en rencores (“cuando vos das un paso yo ya estoy de vuelta/ no me encierro en tus brazos, si yo vivo suelta”). Las influencias del álbum pueden, incluso, hallarse en aquellas decisiones artísticas que permiten un breve reposo de la voz principal. Las intervenciones graves que hacen de eco en el estribillo parecen evocar a los arreglos distorsionados que Danja aportó a “Gimme More”, de Britney Spears, en 2007.
A través de sus nueve tracks, Chita consolida su espacio en la escena actual y enseña su capacidad de reinvención. Del soul al pop, del trap a la electrónica y del jazz a los boleros sin escalas. Su docilidad le permite volar tan alto como se lo proponga y, para fortuna de quienes miramos, atónitos, su atelier, ha decidido tocar las nubes.
Para irnos, quiero recomendarte tres gemas del mundo musical, sin nexo alguno y con ningún otro motivo más que el de compartir lo que se ama:
- Para ver. Este excelente análisis sobre la identidad visual que Nathy Peluso adoptó en su último trabajo discográfico, “GRASA”.
- Para oír. Esta playlist colaborativa que rescata a artistas femeninas de la escena del heavy metal.
- Para leer. Esta breve entrevista entre Zoe Christiani y Crumb, donde dos de los músicos del conjunto develan algunos secretos sobre su último disco, “AMAMA”,
En Bacap escribimos lo que escuchamos. Qué mejor que compartirlo con el mundo.
Chau, loco. Este news se va en fade.