Por Florencia Cordero
Un nombre que comienza a resonar en el mundo del fútbol. Nacido en Mallorca pero con el corazón argentino, Alex Woiski, joven delantero de 18 años entró a la Selección Argentina Sub-20 para jugar el Sudamericano de Venezuela bajo la dirección de Diego Placente.
Su historia es un testimonio de talento, perseverancia y un fuerte sentido de raíces, cultivado desde siempre por su mamá, Laura Pioletti, una orgullosa marplatense que ha sido clave en su camino.
Laura, quien emigró a España hace años, recuerda cómo desde pequeño Alex mostró una conexión especial con Argentina.
«Desde muy chiquito siempre se sintió atraído por sus raíces. Todos los veranos, sacrificábamos clases y actividades para pasar las vacaciones en Mar del Plata con la familia», cuenta Laura. Esa constante exposición a su cultura de origen marcó profundamente a Alex, quien creció sabiendo que Argentina era mucho más que un país lejano: era parte de él.
El inicio en Mallorca y su fortaleza mental
Alex comenzó a jugar al fútbol en el colegio, pero su talento pronto atrajo la atención del RCD Mallorca, uno de los clubes históricos de la Primera División de España. Con apenas 8 años, ingresó a sus divisiones inferiores, donde su progreso fue meteórico.
Laura relata cómo su hijo destacaba no solo por sus habilidades técnicas, sino también por su fortaleza mental: “Siempre se crece ante la presión. Si hay un penal en el último minuto, Alex es el primero en pedir la pelota. Tiene una determinación impresionante»;. Ese temple también lo ha llevado a sobrellevar los desafíos de competir en un entorno de alta exigencia, donde pocos logran mantenerse». De los niños con los que comenzó, apenas dos o tres siguen en el club. Alex siempre supo que la clave era la disciplina y la constancia», dice su mamá desde Mallorca.
El encuentro con Lionel Scaloni y el sueño albiceleste
La primera conexión con la Selección Argentina se dio de manera casi fortuita. En un torneo de fútbol base en Mallorca, Laura vio a Lionel Scaloni, entrenador de la mayor campeona del mundo, y no dudó en acercarse. “Le dije: ‘Tengo un hijo que juega en el Mallorca y va a jugar para vos.’ Scaloni se rió y me dijo que no le pusiera tanta presión al pibe y yo le dije que la presión se la ponía a él porque yo estoy segura de que mi hijo tiene el nivel”, relata entre risas.
Alex, quien ya había demostrado su compromiso con la celeste y blanca, no tuvo dudas. Aunque podría haber optado por representar a España u otro país debido a sus múltiples nacionalidades, su corazón estaba decidido. “Cuando Argentina ganó el Mundial, él lo vivió con una emoción indescriptible. A pesar de que el Mallorca lo obligó a ver la final con sus compañeros del club, el 80% de los cuales apoyaban a Francia, Alex celebró cada gol de Argentina con lágrimas en los ojos. Esa es su pasión por nuestro país”,
remarca Laura.
Un futuro prometedor
Con un carácter decidido y una preparación constante, está listo para enfrentar cada desafío. Pero su mamá asegura que su éxito no solo se mide en goles, sino también en su crecimiento personal. “Es un chico curioso, siempre buscando aprender. Le encanta leer libros sobre psicología y liderazgo. Tiene una madurez que sorprende para su edad”.
Laura concluye con orgullo: “El trabajo de hormiga que hicimos para que mantuviera sus raíces argentinas dio sus frutos. Verlo ahora con la camiseta de la Selección es una emoción que no puedo describir”.
Con su talento y determinación, Alex Woiski quiere escribir su propia historia en el fútbol, una que promete ser tan emocionante como sus primeros pasos en Mallorca y su sueño de brillar con la celeste y blanca.
El peso del término “europibes”
Sin ánimo de polemizar, la mamá de Alex Woiski reflexionó sobre el término “europibes”, utilizado en algunos medios para describir a los jugadores nacidos fuera de Argentina pero vinculados al país a través de su familia y sus raíces. Desde su perspectiva, esta etiqueta lleva consigo una carga que puede interpretarse como despectiva, subestimando la fuerte conexión que estos chicos tienen con su argentinidad.
“Cuando leo ‘europibes’ algunas veces siento como que son chicos que están de prestado, y te duele. A mí me afecta, parece como si hubiera habido una guerra y uno se bajó del barco. Pero para ellos no es así, Alex me dice que no le importa, que él está donde tiene que estar y lo disfruta”, compartió Laura en una entrevista.
La historia de Alex es un ejemplo de cómo se construye la identidad a pesar de la distancia. Nacido y criado en España, creció escuchando historias de su familia, pasando veranos en Mar del Plata – la ciudad donde sus padres se conocieron – y aprendiendo sobre los eventos históricos que marcaron a Argentina. “Para mí era importante que mi hijo supiese de Argentina, no solo que somos alfajores, mate, Messi y Maradona, sino también de cómo me impactó el país a mí. Esta es mi Argentina, la que me encargo de transmitirle”, afirmó.
Laura también subrayó que, aunque el término “europibes” pueda parecer inocuo, es parte de un contexto más amplio que muchas veces genera sentimientos de exclusión.
“Vos podés tener dos padres de otro lado, pero si naciste en Argentina, sos argentino. Sin embargo, cuando salís de lo establecido, entendés qué significa no ser del todo aceptado. Esa es una lección que me parece importante transmitir a nuestros hijos”, reflexionó.
En el caso de Alex, su conexión con Argentina va más allá del sentido de pertenencia. Para él, las visitas al país son una reconexión con sus raíces y una oportunidad de disfrutar de costumbres familiares. Desde los veranos en las playas de Punta Mogotes hasta los sándwiches de milanesa y el tango, la identidad argentina forma parte de su vida cotidiana gracias al trabajo constante de su madre y su familia.
“Lo importante es que a ellos les resbala”, reconoció Laura sobre las críticas que puedan surgir. “Ellos están enfocados en lo suyo, y eso es lo más destacado”, agregó.
Las palabras de Laura invitan a reflexionar sobre los cambios en la concepción de la identidad nacional en un mundo cada vez más globalizado, donde los movimientos migratorios han transformado las composiciones de las selecciones nacionales. Los casos de jugadores como Alex Woiski destacan que la identidad no solo está definida por el lugar de nacimiento, sino también por las historias, tradiciones y valores que se transmiten de generación en generación.