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junio 6, 2025
Lo de Acá

Cuánto cuesta un mismo producto según dónde se lo compre

¿Por qué un mismo producto puede valer tanto más —o tanto menos— según el lugar donde se lo compre? , a este interrogante responde este informe del Observatorio de la Ciudad de la Universidad FASTA.

Por Gabriel Coronello Aldao y Luján Cazenabe *

En el funcionamiento cotidiano del mercado argentino, esto no es una anomalía, sino una práctica extendida. Un paquete de yerba, por ejemplo, puede costar $2.500 en una sucursal y $2.100 en otra, aun siendo de la misma marca, tamaño y presentación. La diferencia es de $400, lo que representa un 19% menos en el segundo caso. No se trata de un detalle menor: en el conjunto de una compra, estas diferencias se acumulan y pueden impactar significativamente en el gasto mensual de un hogar.

Este fenómeno no responde únicamente a ineficiencias o errores. Tiene causas comerciales, logísticas, geográficas e incluso estratégicas. Sin embargo, en contextos de inflación alta y persistente —como el que atraviesa la Argentina desde hace varios años—, estas diferencias se vuelven más visibles. La estructura de precios pierde referencias claras. El seguimiento cotidiano de cuánto vale cada cosa se vuelve más difícil, y eso genera ansiedad, desgaste, incertidumbre.

La inflación persistente ha moldeado no solo la economía cotidiana, sino también ciertos hábitos culturales. En la Argentina, no solo se han desarrollado estrategias para convivir con la suba constante de precios —comparar, anticiparse, cambiar hábitos de consumo, posponer compras—, sino que además se ha construido una relación singular con los indicadores económicos. Uno de ellos, el Índice de Precios al Consumidor (IPC), informa mes a mes cuánto suben, en promedio, los precios de una canasta representativa de bienes y servicios. Su conocimiento forma parte de la experiencia inflacionaria local.

El IPC, sin embargo, no capta toda la complejidad del comportamiento de los precios: mide cómo varía el valor de una canasta representativa mes a mes, en relación con su propio valor del mes anterior. Pero en su forma tradicional, no revela cómo varían los precios en el mismo momento, ni cuánto se alejan los precios individuales respecto del promedio.

Como señalan Hopkins (2008) y otros autores, la dispersión ocurre cuando un mismo artículo, de idénticas características, se vende a valores diferentes en el mismo mercado. Esta realidad contrasta con la teoría clásica de competencia perfecta, formulada por Jevons (1871), que postula que en un mercado abierto y eficiente, no debería haber —al mismo tiempo— más de un precio para el mismo bien.

En la práctica, la dispersión de precios no solo existe, sino que puede ser muy amplia. Y su análisis resulta particularmente útil para entender las tensiones del sistema de precios, las asimetrías y los márgenes de discrecionalidad que existen en la formación del valor final que paga el consumidor.

Desde el año 2014, el Observatorio Universitario de la Ciudad realiza relevamientos sistemáticos de precios en comercios de Mar del Plata. A lo largo de más de una década, el fenómeno de la dispersión de precios fue documentado con claridad: productos idénticos —en contenido, presentación y marca— podían encontrarse en distintos locales a precios muy distintos, a veces con diferencias significativas.

Lo llamativo no fue solo constatar esa dispersión, sino comprobar, a lo largo del tiempo, que no existían patrones consistentes que explicaran con claridad por qué ocurría

El contexto inflacionario persistente parece ser un factor clave: cuando los precios se modifican constantemente y los márgenes de rentabilidad deben ajustarse sobre la marcha, los mecanismos clásicos de coordinación de precios se debilitan. La lógica de precios se vuelve más caótica, más autónoma, más inestable

Desde el inicio del relevamiento en Mar del Plata, la canasta de productos utilizada para medir la dispersión de precios se mantuvo idéntica en cada edición. Está compuesta por 24 artículos de consumo masivo, todos de primeras marcas, ampliamente reconocidas en el mercado argentino. 

La lista de productos incluye desde alimentos básicos hasta bebidas y productos de desayuno o merienda. Algunos ejemplos: leche 1lt, arroz 1kg, yerba mate 500gr, fideos tallarines 500gr, mermelada 454gr, aceite de girasol 900ml, galletitas dulces y saladas, azúcar 1kg, gaseosa 2,25lt, cerveza 1lt, café instantáneo 170gr, entre otros.

De lo local a lo nacional: una nueva etapa del estudio

Tras una década de relevamientos sistemáticos, los resultados dejaron en evidencia que la dispersión de precios no era un fenómeno marginal ni atribuible únicamente a diferencias entre barrios, cadenas o estrategias comerciales. Lo que parecía una «anomalía» local revelaba una dinámica más estructural, difícil de explicar por variables tradicionales como la zona, el tipo de comercio o el perfil del consumidor.

Esto motivó una nueva pregunta de investigación: ¿La dispersión de precios también se observa entre regiones del país?

La hipótesis era que, en un contexto de inflación persistente, la fragmentación del mercado argentino –con realidades económicas muy diversas según provincia o región– podía generar diferencias sustanciales en los precios, aún cuando se trate de productos idénticos.

Para explorar esa posibilidad, en mayo de 2025 el equipo del Observatorio Universitario de la Ciudad decidió replicar el relevamiento a escala nacional, sistematizando información provista por organismos públicos y trazando un mapa interactivo de precios promedio por región.

Este mapa no solo permite observar cuáles regiones presentan precios más altos o bajos, sino también cuán marcadas son las diferencias entre ellas

En esta nueva etapa del estudio se mantuvo la misma canasta de productos utilizada históricamente por el Observatorio. El relevamiento alcanzó 47.730 precios, obtenidos en 2.548 sucursales distribuidas en 521 localidades de todo el país, abarcando las 24 provincias argentinas.

Medición y análisis: una radiografía posible

Luego de un exhaustivo trabajo de procesamiento y limpieza de los datos relevados para una misma jornada —el 27 de mayo de 2025—, se calcularon estadísticas descriptivas clásicas para cada uno de los productos analizados: mínimo, máximo, promedio, mediana, desvío estándar y el coeficiente de variación (CV).

Si bien se trata de herramientas estadísticas básicas, su valor analítico en este contexto es significativo. Permiten elaborar un diagnóstico del fenómeno de dispersión de precios, al observar qué tan dispersos están los valores registrados respecto de su media.

Una de las herramientas más relevantes para analizar este fenómeno es el coeficiente de variación (CV). Se trata de un indicador estadístico que expresa la variabilidad relativa respecto del promedio. Es decir, no solo mide cuánto varían los precios, sino cuánto lo hacen en relación al valor medio. Esto lo convierte en un instrumento más preciso que el rango (la simple diferencia entre el precio máximo y el mínimo), ya que el rango puede exagerar la dispersión si hay valores extremos o atípicos, mientras que el CV normaliza esa dispersión y permite comparaciones más justas entre productos con distintos niveles de precios.

Los resultados son elocuentes:

  • Los fideos tipo tallarín muestran un CV del 27,5%, seguidos por las galletitas saladas (26,5%) y las galletitas dulces (18,6%), lo que indica una enorme dispersión territorial. Son productos cuyo precio puede variar ampliamente entre un comercio y otro, sin una lógica evidente en cuanto a ubicación, tamaño o tipo de establecimiento.
  • En el extremo opuesto, productos como el azúcar (3,7%), la harina leudante (3,6%) o el aceite (4,8%), presentan mucho menor dispersión, lo cual sugiere cierto grado de homogeneidad en su comercialización.

La gaseosa de 2,25 litros, por ejemplo, tiene un precio mínimo de $2.800 y un máximo de $8.000 en el mismo día. Esa diferencia representa un 187% entre el precio más bajo y el más alto, lo que vuelve evidente cuán impredecible puede resultar el precio de un mismo producto para un consumidor que vive en una ciudad o localidad diferente.

La yerba mate 500g, un producto esencial del consumo cotidiano argentino, oscila entre $1.899 y $3.600, con un CV del 8,2%. Esto implica que, si bien no está entre los productos más inestables, tampoco escapa a la lógica de dispersión.

El análisis nacional demuestra que, incluso dentro de un mismo país y bajo regulaciones comunes, los precios de los productos básicos pueden variar de forma considerable, afectando la certeza, previsibilidad y planificación del gasto cotidiano de millones de personas.

Un ejercicio ilustrativo: ¿qué pasa si compramos siempre al precio más bajo?

Como parte del análisis se calculó también el valor máximo y mínimo posible de la canasta de 24 productos, combinando los precios más altos y más bajos relevados en todo el país. El ejercicio es deliberadamente extremo: no es una situación realista, porque para alcanzar el mejor precio en cada producto sería necesario recorrer 17 sucursales diferentes, ubicadas a lo largo de un territorio inmenso.

Sin embargo, este experimento teórico permite visualizar la magnitud de la dispersión en términos concretos:

  • 📌 Valor máximo de la canasta: $83.097,46
  • 📌 Valor mínimo de la canasta: $41.457,64
  • 📌 Diferencia absoluta: $41.639,82

La brecha es abrumadora: un consumidor podría gastar el doble por exactamente los mismos 24 productos, en la misma presentación y marca, según el lugar donde los compre. No se trata de comprar más o menos, ni mejor o peor, sino de comprar lo mismo en condiciones de mercado completamente dispares.

Claro que nadie recorre el país para hacer las compras, pero en un mismo barrio o ciudad, los consumidores se enfrentan a una versión reducida de este fenómeno. Encontrar diferencias de $500, $1.000 o más en una compra chica es algo común, y tiene un efecto acumulativo importante en economías domésticas ajustadas.

En contextos de inflación elevada, como el argentino, este nivel de dispersión añade una capa extra de incertidumbre y estrés al acto cotidiano de consumir, transformando decisiones simples —como elegir una marca de fideos o una botella de aceite— en una tarea que requiere comparación constante, memoria de precios y estrategias personales de defensa frente a la volatilidad.

Las regiones no son todas iguales

Al considerar el precio promedio de la canasta en cada región del país, se observa una clara variabilidad territorial. A partir del mismo conjunto de productos, relevado en la misma jornada, la canasta muestra diferencias significativas según la región.

Región Precio promedio ($)
Patagonia 62.665,11
Cuyo 61.030,65
Noroeste 60.741,08
Pampeana 60.340,43
Buenos Aires 59.703,02
CABA 59.647,78
Noreste 58.837,60

El precio más alto corresponde a la región Patagonia, mientras que el más bajo se registra en el Noreste. La diferencia entre ambas alcanza los $3.827,51, es decir, un 6,5% más cara la canasta en una región respecto de otra. 

Estas diferencias regionales complementan lo observado a nivel nacional: a la dispersión de precios entre comercios se suma una dispersión geográfica más amplia y persistente, que revela asimetrías estructurales en el acceso a bienes básicos.

Dispersión regional: niveles desiguales según el territorio

Al calcular el coeficiente de variación promedio de la canasta en cada región, se observan diferencias en el grado de dispersión de los precios. Se trata de una medida que, como se explicó anteriormente, permite cuantificar cuánto varían los precios de un mismo producto dentro de una misma región.

Región Coeficiente de variación promedio (%)
Pampeana 10,38%
Noreste 9,76%
Buenos Aires 9,73%
Patagonia 7,85%
Noroeste 7,32%
CABA 6,51%
Cuyo 5,61%

La región Pampeana presenta el valor más alto del índice, seguida de cerca por el Noreste y la provincia de Buenos Aires. En el otro extremo, Cuyo y CABA muestran los niveles más bajos.

La dispersión no se distribuye de manera uniforme en el territorio. Si bien todos los espacios presentan cierta variabilidad en los precios, el grado de esa variabilidad cambia según la región. Estos resultados no explican por sí mismos las causas, pero permiten identificar territorios donde el fenómeno es más pronunciado.

 Los resultados de este estudio confirman lo que millones de consumidores intuyen o experimentan a diario: en Argentina, el precio de un mismo producto puede variar sustancialmente según el punto de venta, la ciudad o la región en la que se lo adquiera. Esta dispersión no es un fenómeno menor ni marginal: atraviesa todo el territorio, afecta productos de consumo cotidiano y tiene consecuencias directas en el poder adquisitivo de los hogares.

* Agradecimiento: Luciano Izurieta

 

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