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julio 11, 2025
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El Estrangulador de Camet: cinco muertes, un patrón, ningún culpable

Entre 2000 y 2004, cinco mujeres fueron halladas asesinadas en la periferia norte de Mar del Plata. Violadas, asfixiadas, abandonadas como desecho humano, sus muertes nunca tuvieron justicia. La última fue Leticia Filosi, una adolescente de 17 años que ese día había conseguido trabajo.

Por Lucas Alarcón

Marlene Michienzi tenía 16 años y un nuevo comienzo. Había llegado apenas diez días antes a Mar del Plata, junto a su madre y su hermana, con la esperanza de dejar atrás una vida difícil y empezar otra. Pero el 12 de septiembre del 2000, su cuerpo apareció entre chatarra, bolsas rotas y escombros, frente a los acantilados del Parque Camet. Era martes. Hacía frío.

La policía tocó lo justo. La cabeza estaba vuelta hacia un costado. Cuando la giraron para confirmar que estaba muerta, se toparon con un rostro adolescente, ensangrentado, apenas visible detrás de una bufanda apretada hasta la garganta, desde donde sobresalía un trozo de tela. No era un hombre, como creyeron al principio. Era una chica. Había sido violada y estrangulada.

El día anterior, el 11 de septiembre, Marlene había salido a caminar por el centro y no regresó. Su cuerpo fue reconocido en la morgue. En la autopsia, los forenses confirmaron lo evidente. La Justicia tardó cinco años en acusar a alguien: Pablo Damasco, el hijo de la dueña del departamento que la familia alquilaba. Se apoyaron en una pericia de ADN del Servicio de Huellas Genéticas de la UBA, que aseguraba que el semen hallado en la bufanda le pertenecía. Pero el análisis fue impugnado. En el juicio, los peritos del acusado refutaron el informe del prestigioso genetista Daniel Corach, el tribunal consideró que la prueba era endeble y Damasco fue absuelto en 2007. No hubo otro sospechoso. Nunca más.

Tres días después, el 15 de septiembre, apareció otra chica muerta. Se llamaba Débora San Martín, tenía también 16 años y trabajaba de niñera. Su cuerpo fue hallado en una calle de Las Dalias, a metros del Parque Camet. El dato más desconcertante de la investigación fue que, menos de dos horas antes del crimen, alguien la había visto en el otro extremo de la ciudad. 97 minutos de diferencia para una distancia difícil de recorrer sin un vehículo, sin ayuda. Débora también fue estrangulada.

La pesquisa

La pesquisa avanzó sobre un auto blanco visto en la escena del crimen. Detuvieron a un hombre que llevaba ropa interior femenina en el baúl. Eran de su abuela. Mientras tanto, nadie investigó en profundidad la casa donde Débora había trabajado esa noche, cuidando niños. Recién al final del expediente se pidió un cotejo de ADN entre un pelo hallado en su cuerpo y el exmarido de la mujer que la había contratado. El resultado nunca apareció. La causa fue archivada.

Fernando del Río, jefe de Policiales del diario La Capital, es quien más trabajó en la reconstrucción del caso. Reconstruyó una de los vértices mas extraños del caso. El 2 de diciembre de ese año, una mujer robusta, pelirroja, fumadora compulsiva, apareció en la tapa del diario El Atlántico ofreciendo sus servicios como vidente: “Si me dan la oportunidad de trabajar en los 20 homicidios no resueltos de Mar del Plata, los resuelvo en horas. Eso sí, necesito las fotos de las víctimas”. La policía no la convocó. Tampoco funcionó.

Cuartos oscuros y camas vacías

El 25 de noviembre de 2000, el padre de Mariana Vázquez viajó desde Wilde hasta Mar del Plata para visitarla. Mariana tenía 23 años, estudiaba Derecho y vivía sola en la casa familiar del barrio Alto Camet. Cuando su padre abrió la puerta, la encontró semidesnuda sobre la cama. La habían sofocado con la almohada y estrangulado.

A diferencia de los otros casos, Mariana fue asesinada en su hogar, sin intermediación de un auto, un baldío o un descampado. Eso reducía el campo de sospechosos. Pero la investigación no avanzó. Nunca tuvo un novio formal, aunque sí pretendientes. Ninguno fue imputado. El caso sigue sin resolverse. El crimen fue olvidado como si el hecho de que el cuerpo estuviera en su propia cama disminuyera el espanto.

El cuarto caso ocurrió en plena temporada. María Claudia Renovell tenía 31 años, era de Tres Arroyos y había venido con sus padres de vacaciones. La noche del 23 de enero de 2001 dijo que iba a un recital de JAF. No llegó. Su cuerpo apareció poco después, abandonado. También había sido estrangulada.

Un testigo dijo haber visto un hombre calvo en un Volkswagen Polo bordó. La policía se enfocó en encontrar ese auto, pero no obtuvo resultados. La familia de Renovell sigue sosteniendo que un sospechoso de su ciudad natal estuvo involucrado, pero la causa se cerró. Nadie fue juzgado.

Durante los años siguientes no se registraron crímenes similares. Pero en 2002 ocurrió algo que muchos vinculan con el patrón. Guillermo Caldera asesinó a su pareja, Bárbara Tiscornia, y con la ayuda de su padre, Jorge –un reconocido médico de la ciudad–, arrojó su cuerpo por un acantilado para simular un caso más de la saga de Camet. La maniobra fue descubierta. Ambos fueron condenados.

El último caso

El último caso, el que cerró el ciclo con una sombra definitiva, ocurrió el 10 de mayo de 2004. María Leticia Filosi tenía 17 años. Su cuerpo fue hallado en la zona del predio militar AADA 601, sobre la Ruta 11. Tenía la bombacha en la boca. Igual que la bufanda de Marlene. Igual que el patrón.

El ADN otra vez. Esta vez, dos. Sergio Molina y Fernando Spotter, habitués de la noche marplatense, fueron enviados a juicio por dos coincidencias genéticas. Pero durante el debate, el novio de Leticia confesó que había tenido relaciones sexuales con ella horas antes del crimen. Se hizo una nueva prueba, y también dio positivo. El juez, entre lágrimas, absolvió a los acusados: “Mi experiencia me dice que muchos de los testigos que desfilaron sabían más de lo que dijeron. Quedará en sus conciencias”.

Luego se ordenó un nuevo juicio. Nunca se hizo. Molina fue asesinado. Spotter desapareció del radar. En 2024, la causa prescribió.

A más de veinte años de iniciados los crímenes, la Justicia no halló a un culpable. En la ciudad ya casi no se habla del caso. Pero hay nombres que todavía resuenan: Marlene Michienzi, Débora San Martín, Mariana Vázquez, María Claudia Renovell, María Leticia Filosi. Cinco mujeres con vidas distintas, unidas por una misma forma de morir.

Mar del Plata, Camet, la basura, los cuerpos. La impunidad. Todo sigue allí, en la bruma del norte. A la espera de una justicia que nunca llegó.

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