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agosto 22, 2025
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Marplatenses en el mundo: entre el arraigo emocional y el deseo de estabilidad

Cada vez más personas eligen emigrar para escapar de la incertidumbre y buscar nuevas oportunidades. Sus voces trazan un mapa afectivo que revela cómo se mantienen y resignifican la identidad lejos del país.

Por Nahuel Wilfinger

Más de 1,8 millones de argentinos emigraron en la última década, según estimaciones oficiales. El fenómeno atraviesa generaciones y perfiles: se van jóvenes que buscan formación académica,
profesionales en busca de estabilidad laboral y familias que priorizan la seguridad.

Bacap dialogó con cuatro migrantes marplatenses: Nahuel Rodríguez Celano, radicado en Estados Unidos; Manuela Sasso, en Barcelona; Juan Manuel Pettigiani, quien vivió en Australia y luego se trasladó a Países Bajos; y Mateo Varela, desde Australia. Sus relatos trazan una migración impulsada por la economía, pero resignificada por el crecimiento personal y la búsqueda de pertenencia.

Motivos y elección de destino

Juan Manuel Pettigiani

Las razones que empujaron a Juan, Mateo, Manuela y Nahuel a emigrar van más allá de la simple búsqueda de aventura o cambio. La situación económica argentina (caracterizada por alta inflación, pérdida de poder adquisitivo y escasas oportunidades laborales) aparece como un factor clave en sus decisiones.
Juan partió hacia Australia, motivado por uno de los salarios mínimos más altos del mundo: “Fue más que nada por lo económico. En Argentina no estaba ganando bien”, explica, reflejando un impulso extendido entre jóvenes profesionales que buscan estabilidad. Mateo también se instaló allí, atraído por las oportunidades laborales y un entorno social diverso que contrastaba con las limitaciones locales. “Australia me abrió las puertas con posibilidades reales y una conexión increíble con gente de todo el mundo”, dice.

Manuela optó por Barcelona, seducida por su calidad de vida y seguridad urbana: “Aeropuerto con vuelos a todas partes, playa, montaña y un gran sentido de comunidad”. Su decisión también respondió al deseo de vivir con menos tensión diaria. Nahuel, por su parte, accedió a una residencia permanente en Estados Unidos. No se trató de una huida, sino de una oportunidad que coincidió con su deseo de crecer profesionalmente en un entorno más previsible. En todos los casos, el malestar frente a la incertidumbre local (tanto económica como institucional) fue el telón de fondo que dio forma a sus elecciones.

Mateo Varela

Desafíos de la adaptación y resignificación

Adaptarse no es algo fácil. El ritmo madrugador australiano desconcertó a Mateo. En Barcelona, Manuela debió familiarizarse con el catalán y sus códigos propios. “Fue lo que más me costó, pero también lo que me integró de verdad”. Nahuel enfrentó una universidad que no funcionaba como imaginaba. Y Juan, aunque se sintió acompañado por la multiculturalidad australiana, admite que lo más duro fue estar lejos de sus afectos.

La identidad argentina persiste y, a veces, se potencia. Juan adoptó el mate, símbolo emocional que no consumía en Argentina. Nahuel, desde la distancia, se reconoce aún más argentino y libre al decirlo. Mateo valora tradiciones como el asado y el fútbol. Manuela sostiene que no cambió su manera de hablar ni su orgullo por el país.

Manuela Sasso

Costumbres, redes de contención y nuevas familias

Las costumbres también viajaron. Manuela sigue celebrando el Día del Amigo y frecuenta restaurantes argentinos. “Los asados de los domingos no faltan y usa la frase ‘Ya fue’ todo el tiempo”.

Mateo encuentra productos argentinos y redes comunitarias que le permiten conservar hábitos. Juan y Nahuel confirman que las comidas, los encuentros y el dialecto mantienen vivo el vínculo con lo propio.
La pertenencia migrante se sostiene en redes afectivas. Las amistades, según Manuela, “son la familia de uno acá”. Nahuel encontró contención en otras historias similares, y participa de grupos argentinos. Mateo construyó una red con migrantes de distintas culturas, y en ese cruce descubrió similitudes profundas.

Nahuel Rodriguez Celano

El regreso como idea abierta

¿Volver? Para algunos es una idea condicionada. “Lo pensaría si el país logra cierta estabilidad económica”, reflexiona Juan. Mateo imagina el regreso como reencuentro, no como retorno definitivo.
Para Manuela, Barcelona ya es hogar, y las visitas a Argentina no superan las tres semanas. Nahuel, en cambio, sueña con una vida itinerante, con Argentina como parte clave de su recorrido profesional y emocional.

Migrar, dicen, dejó huellas profundas. “Salir de la zona de confort me hizo crecer”, confiesa Juan. Manuela habla de enseñanzas que “no tienen precio”. Mateo descubrió herramientas para cumplir sus proyectos con esfuerzo y dedicación. Nahuel aprendió a dividirse entre dos mundos: su esencia argentina y una nueva
versión adaptada a otro país. Así, el fenómeno migratorio argentino excede los números: es un relato íntimo que redefine qué significa pertenecer. La argentinidad no se pierde; se reescribe entre vuelos, idiomas y sobremesas compartidas con otros que también partieron.

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