Cuando Guy Williams caminó por Mar del Plata, el mito y la ciudad se encontraron. El actor que encarnó al héroe enmascarado pasó sus últimos años en Argentina y protagonizó una temporada que hoy es recuerdo brillante de una ciudad que alguna vez fue escenario internacional. Una historia de espadas, nostalgias y multitudes.
Por Lucas Alarcón
Hubo un tiempo en que Mar del Plata era más que una ciudad costera. Era un escenario. Un lugar donde las estrellas del cine, la televisión y la música venían no solo a trabajar, sino a sentirse parte de algo más grande. En ese verano de 1977, la ciudad respiraba espectáculo. Y entre luces, carpas y ovaciones, llegó él: Guy Williams, el actor que interpretó a El Zorro, el héroe de capa negra y espada justa, y que había conquistado la televisión argentina desde fines de los años 60.
La Feliz estaba en su auge: brillaban los teatros de la calle San Luis, los circos eran verdaderas catedrales populares, y los hoteles albergaban figuras del espectáculo nacional e internacional. Fue en ese contexto que Guy Williams, acompañado por el esgrimista Fernando Lupiz, protagonizó un show en el Circo Real Madrid que duró tres meses y que agotó entradas función tras función. El espectáculo combinaba esgrima, acrobacias y el magnetismo innegable de una figura que, aun sin hablar español fluidamente, llenaba con su sola presencia.
Guy Williams no era cualquier actor para los argentinos. En nuestro país, El Zorro se había convertido en un ritual: desde 1968 se emite por Canal 13 con una vigencia que desafía todo cálculo. Hay generaciones enteras que crecieron con esa mezcla de justicia, humor y valentía que destilaba la serie. En un país que muchas veces le pidió a sus héroes que fueran simples y nobles, El Zorro encajaba perfecto. Y cuando su protagonista pisó suelo marplatense, la fantasía se volvió real.
Una ciudad de película
Durante su estadía en Mar del Plata, Guy se alojó en un hotel céntrico y se manejaba por la ciudad en un Renault 18 blanco que un amigo le había prestado. Lo reconocían al instante, pero eso no lo perturbaba. Al contrario: saludaba con naturalidad a quienes se acercaban, firmaba autógrafos con paciencia y se detenía a conversar. Lo suyo no era pose de estrella: había algo genuinamente agradecido en su forma de estar. Recorría la costa, visitaba restaurantes y se presentaba cada noche en la carpa como si fuera Broadway.
La temporada fue tan exitosa que hasta hoy se la recuerda como una de las más importantes que haya tenido un artista extranjero en la ciudad. La ovación era diaria. Se lo celebraba como a un prócer pop. Y él, lejos de cualquier divismo, respondía con humildad. Se lo veía feliz. Como si, después de tantos años de ser El Zorro, finalmente hubiera encontrado su lugar en el mundo.
Legado de un forastero
Williams había visitado Argentina por primera vez en 1973. Dicen que quedó deslumbrado por el cariño de la gente. Volvió varias veces más hasta que finalmente, ya alejado del cine y los sets, eligió Buenos Aires como su último hogar. Se instaló en un departamento en Recoleta, donde vivió de forma discreta, lejos de Hollywood y de la exposición mediática. Aquí encontró algo parecido a la paz. Algunos lo veían caminando por Avenida Alvear o tomando un café sin apuro. Otros recuerdan su generosidad, su sonrisa inalterable, su calidez.
Guy Williams murió en Buenos Aires en 1989. Tenía apenas 65 años. Su cuerpo fue hallado en su departamento días después de su fallecimiento. Fue un final solitario para alguien que, curiosamente, nunca estuvo solo en el corazón del público argentino. Sus restos descansan en California, pero su leyenda vive a este lado del continente.
En 2017, desde Mar del Plata surgió la propuesta de erigir un monumento en su honor. La idea era rendir homenaje a ese forastero que, sin proponérselo, se volvió parte de la identidad cultural argentina. Aunque el proyecto no prosperó, el solo hecho de que se lo haya considerado habla de la marca que dejó.
Hoy, casi medio siglo después de aquella temporada, El Zorro sigue al aire por Canal 13, con rating sostenido y una fidelidad generacional pocas veces vista en la televisión argentina. Su figura resiste el paso del tiempo sin necesidad de adaptarse.
La leyenda de Guy Williams quedó ligada a esta ciudad, no tanto por la cantidad de días que pasó, sino por la forma en que se entregó al cariño popular. Y por eso, para muchos marplatenses, aquel verano sigue ahí: entre carpas, espadas y aplausos.