Espectáculos

“Me gusta más pensar al amor como un recorrido que nunca termina y no como un punto de llegada”

El filósofo Darío Sztajnszrajber se prepara para desembarcar en Mar del Plata el 31 de octubre con “Pensar al otro: el amor”.

Por Alejandra Bertolami

Darío Sztajnszrajber vuelve a Mar del Plata para ofrecer una clase sobre el amor, tema central de su último libro. En el marco del ciclo “Pensar al otro”, el filósofo se presentará el 31 de octubre, a las 19, en el Teatro Radio City (San Luis 1750), con una propuesta reflexiva que invita a cuestionar las formas hegemónicas del amor y a explorar sus misterios y desplazamientos.

La clase, con un breve intervalo, recupera la dinámica que Sztajnszrajber ha llevado por distintas ciudades del país: una experiencia filosófica para pensar el amor como un proceso vivo y transformador, justo en un día dedicado a la erotización de la existencia.

En la previa de su charla en Mar del Plata, desde Bacap conversamos con Darío sobre por qué el amor sigue siendo un tema clave para la filosofía y la vida cotidiana, cómo las redes sociales influyen en nuestras formas de amar y relacionarnos, y la importancia de aceptar la diferencia del otro, incluso cuando nos incomoda. Además, reflexionamos sobre cómo el amor desafía la individualidad y la productividad en nuestra sociedad y cómo esta práctica filosófica puede transformar no solo nuestra manera de pensar, sino también nuestra forma de vivir y amar.

-¿Cuál es el enfoque principal de la charla y por qué consideras que el amor sigue siendo un tema relevante para reflexionar, incluso más allá del ámbito personal e íntimo?

-Para la filosofía, el amor es un tema clave porque en la misma definición de lo que es la filosofía está el amor. Entonces, esa búsqueda, ese deseo por querer entenderlo todo, también es al mismo tiempo deseo por completarse, por conectar con lo otro de sí mismo. Hay algo en esa búsqueda amorosa propia de la filosofía que nos desarma, nos saca de nosotros mismos. Entonces, me parece que es uno de los temas que hacen a la misma práctica filosófica. Después, creo que no es casual que cuando uno revisa o recupera los primeros textos originarios de la filosofía se encuentre con el tema amoroso.Darío Sztajnszrajber

De hecho, algo de lo que voy a trabajar el 31 está en El banquete de Platón, que es un libro que tiene más de 2.500 años y que uno lo lee y encuentra un sinfín de metáforas para seguir repensando el modo en el que nos manejamos con el amor. Son temas que atraviesan nuestra cultura y creo que lo interesante, que sí propone la filosofía, es eso que Nietzsche llamaba un pensamiento intempestivo: algunas reflexiones que tienen muchísimos años, sin embargo, desde la distancia nos resultan mucho más clarificadoras que muchos de los problemas que hoy tenemos, que si uno se dedicara a leer textos contemporáneos sobre el amor. Irnos a ese momento, a los primeros rastros en los que nos fuimos constituyendo en lo que somos, termina siendo paradójicamente más actual que un libro de actualidad, aunque en la época de Platón no había ni shampoo, ni WhatsApp, ni likes, ni nada.

Sin embargo, encontramos en esos textos muchas ideas que nos hacen pensar desde las fronteras lo que es el amor. Un poco lo que yo hago en la clase es jugar con esto, con textos e ideas de todos los tiempos de la filosofía, mitos, relatos, conceptos, reflexiones, y las traigo a escena para pensar el modo en el que nosotros vivimos hoy el amor y cómo problematizarlo.

-Hablando de cómo vivimos el amor en la actualidad, ¿de qué manera creés que las redes sociales influyen en nuestra forma de amar y en nuestra percepción del otro?

-Creo que justamente una propuesta filosófica e interesante es tomar algo de la actualidad, pero llevarlo a sus fundamentos. La pregunta ahí es si el amor que hoy circula por las redes sociales ha sido fagocitado por el dispositivo de las redes o no, y me parece que esa diferencia es clave. Porque una cosa es utilizar las redes como un recurso más para seguir conectándonos afectivamente con los otros, y otra cosa es que el dispositivo que proponen las redes termine transformando nuestra manera de amar.

Hay algo de eso que se visualiza fuertemente en cómo fueron cambiando algunas prácticas, sobre todo en la medida en que las redes van generando mucho aislamiento, poco contacto, poca presencia de los cuerpos y de su encuentro. Y, sobre todo, por ahí dice el filósofo Byung-Chul Han, lo que hacen las redes y su digitalización es uniformar el modo en que nos vinculamos con el otro, anulándolo. Al priorizar más el algoritmo, hay algo de esa otredad que se pierde. Pero, en definitiva, depende también de lo que uno haga, porque uno puede utilizar las redes no más como un recurso para encontrarse con alguien y que sea un primer paso hacia un encuentro mucho más presencial.

-¿Amamos al otro o amamos lo que el otro despierta en nosotros?

-Creo que hay una forma de amar muy instalada donde, básica y lamentablemente, en nombre de ese amor por el otro lo disolvemos, lo anulamos. ¿De qué modo lo anulamos? Convirtiéndolo en lo que nosotros necesitamos que el otro sea. En ese sentido, me parece que el verdadero encuentro con el otro es más bien un desencuentro.

Me parece lo más interesante del amor: ir en busca de alguien que sabemos que nunca terminamos de alcanzar, y esa especie de ir hacia el otro tiene como finalidad algo inconsumable. Me gusta más pensar al amor como un recorrido que nunca termina y no como un punto de llegada. Porque, sobre todo, si al otro lo priorizamos según lo que nosotros necesitamos, según lo que el otro nos dé, entonces la prioridad está puesta en uno, y me parece que lo más interesante del amor es lo que el otro nos trae de diferencia. Eso que me preguntás, sobre lo que el otro nos provoca, quiero subrayar el verbo: tiene que ser una provocación, tiene que ser una acción que nos destituya de nuestros lugares seguros.

-¿Pensar al otro desde el amor implica aceptar su diferencia, incluso cuando nos incomoda?

-Sobre todo, cuando nos incomoda. Me parece que es una mezcla donde, evidentemente, hay algo del otro que nos cautiva, que nos seduce, pero eso que nos cautiva, de algún modo, nos desestructura, y esa desestructuración supone una incomodidad.

Lo que hay que replantear es la idea de incomodidad, o sea, hay una decisión de abrirse y entregarse a una suerte de derrumbe de uno mismo. Esa incomodidad nos permite, de algún modo, transformarnos permanentemente. El ideal del amor farmacológico con el otro, donde ese encuentro termina en una especie de escenario de calma y tranquilidad, creo que tiene un costo: perder lo que a mí me resulta más seductor del amor, que es esa especie de fuego o ardor permanente que hace que uno, por suerte, se sienta definitivamente cómodo.

-En una sociedad que prioriza la individualidad y la productividad, si nosotros nos centramos en esos aspectos y dejamos el amor para “otro momento”, ¿dónde ponemos esa energía de amor que no estamos dedicando a otro?

-Si uno se entrega y se juega por un amor mucho más revolucionario, esos dos planos que nombrás —la individualidad y la productividad— entran en cuestión. Empiezan a mostrar sus dobles. En ese sentido, y tomando esas palabras que mencionás, el amor, por un lado, evidencia los límites de nuestra individualidad y, al mismo tiempo, nos saca del paradigma de la productividad. Porque nos arroja a un tiempo sin tiempo, donde, cuando uno encuentra ese amor, el valor de la ganancia en términos productivos deja de tener sentido. Nadie está con el otro para ser más productivo; se está con el otro por el mero hecho de estar. Hay un lugar en el que ese mero hecho de estar se vuelve, metafóricamente, una pérdida de tiempo en el sentido productivo. Me parece que, en ese sentido, se trata de apostar a ese tipo de amor.

-Después de tantos años de pensar el amor desde la filosofía, ¿te cambió tu manera de amar?

-Absolutamente. Primero, no es que lo piense desde hace mucho tiempo; obviamente, es uno de los temas vertebrales de la filosofía y lo vengo trabajando, pero es más en mis últimos años. Mi último libro tiene que ver con el amor y surgió en una relación —digamos mutua— donde, mientras me iba cambiando mi manera de amar, fui escribiendo el libro sobre el amor, y mientras escribía el libro, iba cambiando mi forma de amar. Se dio una relación circular.

Siempre dejando en claro que, aunque uno muchas veces intenta poner en práctica mucho de su filosofía, no se puede. Se trata más de eso: para mí, la filosofía es un norte que me va marcando hacia dónde intento transformarme, pero no necesariamente los resultados se dan de modo inmediato. Entonces, es más una invitación a, como propone la filosofía, vivir la vida tomando en cuenta estas cuestiones, no plancharla; cada acto que uno realiza puede tomarse el tiempo de darse ese lugar, de pensarlo, de ver qué cosa desarmar, de cómo abrirse a lo que el otro te trae. Imaginate que todo ese planteo de un amor que prioriza al otro, en mi caso particular con mi pareja actual, es un intento permanente de vivirlo de ese modo.

-¿Qué te gustaría que el público se lleve de esta charla en Mar del Plata?

-Básicamente, todo aquel que venga a una charla sobre el amor, viernes de amor y filosofía, viene porque, de algún modo, siente que hay algo en el relato dominante del amor que no les cierra. Entonces, me encantaría que cada uno pueda ver lo que voy a llevar, qué cosa se lleva para su casa para repensarse a sí mismo. Para mí, la filosofía tiene ese objetivo: son como disparadores. Después, hay algunos temas que le pegan más a uno —la cuestión del amor romántico, otro se va a enganchar más con la cuestión de la monogamia, otro con la idea de cómo me vínculo con el otro, otro con los mitos que cuento— y le van a resultar, a partir de asociaciones, recursos para pensarse de otro modo.

Se trata de eso: nadie que venga acá a esta charla va a salir indemne, sino perdimos, no cumplimos el objetivo. Pero tampoco significa que esta charla termine y la persona salga y se separe o encuentre al amor de su vida, sino que inspire a vivir la vida un poco más erótica y amorosamente.

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