noviembre 14, 2025
Esteban y Juane De la Fuente
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Los De la Fuente y la cultura de básquet: una educación para toda la vida

En la cancha y fuera de ella, el juego se convierte en una escuela de valores que trasciende el deporte.

 

Por Florencia Cordero

 

Hay momentos que se vuelven más que una entrevista: se transforman en una charla entre generaciones que inspira y lleva a la reflexión. Esteban y Juane De la Fuente comparten apellido, historia y una forma de vivir el básquet. Uno, símbolo de la Liga Nacional y referente de una época pasada de la Selección argentina. El otro, heredero natural del juego, hoy con su propio camino en Quilmes en la Liga Argentina y con los sueños intactos.

“Estoy contento de estar otra temporada en el club. Hay material para trabajar y apuntar alto”, dice Juan Esteban, con la serenidad de quien aprendió a disfrutar los procesos. Su padre lo escucha con una sonrisa que mezcla orgullo y recuerdos. “Es una alegría grande tenerlo en casa. Estuvo muchos años afuera, y poder disfrutarlo más, aunque no tanto como quisiera, me gusta. Hizo un cambio en su manera de ver la vida y eso me pone contento”, confiesa Esteban.

El apellido pesa, pero el vínculo puede más. Juane, a sus 24 años, lo explica con madurez: “Siempre separé el básquet de mi relación con él. Para mí es mi viejo, más allá de todo lo que logró. Nunca me presionó ni me llenó de información. Me dejó equivocarme, pero siempre estuvo con las palabras justas”.

Esteban asiente: “Nunca lo presioné. Cargar con un apellido es bravísimo. Vi hijos de compañeros que la pasaron mal. Él tiene un talento natural que yo no tenía, y no me importa si juega o no al básquet. Me pone feliz verlo bien”.

Esteban, un histórico de la Liga Nacional

Con una carrera brillante, De la Fuente dejó una huella imborrable en el básquet argentino. Ganador de dos títulos de Liga NacionalMVP de las finales con Peñarol e Independiente de Pico- y uno de los jugadores más completos de su generación. Integró el Top 20 histórico en presencias (753 partidos en 18 temporadas) y en puntos (10.216), números que hablan de su vigencia y constancia.

En Mar del Plata también lo disfrutó Quilmes (club del que es hincha) y su recorrido incluyó pasos por River, Estudiantes de Concordia, Independiente de Neuquén y Boca, durante casi dos décadas en la élite. Con la Selección Argentina disputó dos Juegos Olímpicos (Barcelona 1992 y Atlanta 1996) y un Mundial (Atenas 1998), además de numerosos torneos internacionales que consolidaron su lugar en la historia grande del básquet nacional.

Esteban De la Fuente

Cuando habla de su padre jugador, a Juane se le iluminan los ojos: “De chico no entendía mucho, pero hoy veo material de sus finales y entiendo lo que significaba. Era un jugador que hacía de todo, defendía del uno al cinco… no volví a ver algo así”.

El espejo está, aunque las épocas sean distintas. “Físicamente, la forma de caminar, algo del gesto… pero sobre todo la comprensión del juego”, dice Esteban. “Desde chico entendía cómo se debía jugar. Tiene un potencial enorme”.

La conversación se vuelve más profunda cuando aparece el tema del apellido siendo ´el hijo de…’. “La presión venía de afuera. Si estaba mal, me afectaba. Pero como no venía de él, era difícil que me pesara. No soy de piedra, a veces quería demostrar. Pero hoy entendí que él hizo su carrera y la mía es otra”, dice Juane, con naturalidad.

El círculo se cierra en Quilmes, el club que marcó la historia de ambos. “Llegué muy chico, viví cosas hermosas. Es mi casa. Que Juane haya podido desarrollarse acá es un orgullo”, dice Esteban. Y su hijo lo completa: “Es mi lugar. Crecí adentro del club, respirando básquet. Hay un vínculo emocional que te da una chispa difícil de encontrar en otros lados”.

Juane, herencia basquetbolística

Entre recuerdos y sueños, asoman los logros. Juane fue campeón olímpico de la Juventud con la selección argentina de 3×3 y jugó para la selección de Suiza durante su paso por Europa. “El oro en Buenos Aires 2018 fue un momento único, irrepetible. Estar con mi familia en la tribuna, de local, fue muy fuerte. Lo de Suiza fue distinto, otra cultura, otra vivencia. Pero todo suma experiencia”, resume.

Esteban lo recuerda con orgullo: “Jugar con esa presión y a esa edad no es fácil. La gente se olvida que antes jugaron contra adultos y fueron subcampeones. Tenían una capacidad enorme”.

Juane De la Fuente

Cuando se les pregunta por los sueños, las respuestas se espejan. Juane elige el presente: “Voy paso a paso. Hoy mi objetivo es disfrutar esta temporada. Quiero lograr algo grande con el club”. Esteban, en cambio, mira hacia atrás con gratitud: “Yo quería jugar. Después las cosas se fueron dando. No me quedó nada pendiente”.

Y cuando el tema deriva a algo más esencial como el concepto de lo que significa la cultura de básquet los dos responden casi al unísono. “Es otra forma de educación. Te da valores: sacrificio, constancia, tolerar frustraciones”, dice Esteban. “Es lo que respiramos, lo que nos forma. Es compañerismo, camaradería… una manera de vivir”, agrega Juane.

El cierre llega con una sonrisa compartida. “La cultura de básquet es hermosa”, dice uno. “Para mí es todo. Es lo que me formó como persona”, completa el otro.

Y ahí, en esas dos frases, queda claro que el legado no se mide solo en títulos o medallas, sino en algo mucho más profundo: la manera de entender la vida a través del juego.

Entre risas, anécdotas y miradas cómplices, Esteban y Juane De la Fuente comparten más que una pasión. En sus palabras hay admiración mutua, respeto y una conexión que trasciende la cancha. Se ve en cómo Juane mira a su padre con gratitud y orgullo, mientras construye su propia historia, con el mismo amor por el juego y la humildad que siempre fueron marca registrada de los De la Fuente.

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