Por Limay Ameztoy
Rejas verdes, un jardín, una casa de madera y cierto aire de misterio. Esa será, muy probablemente, la primera impresión que se habrán llevado las miles de personas que alguna vez se acercaron hasta la calle Rawson 2250 y vieron por primera vez la Casa de Madera de Mar del Plata.
El mensaje es correcto pero incompleto. Porque esa casa que se mantiene en pie, casi con terquedad, en una de las zonas más afectadas por la fiebre de la construcción en Mar del Plata, es también el reflejo de un sueño: el que Norma Gamalero se permitió vislumbrar hace casi cincuenta años y que incluyó crear en esa casilla un espacio donde el arte, la creatividad y la cultura le ganaran a la mentalidad de la renta y la productividad.
Casa de Madera y Norma Gamalero son una dupla indisoluble pero sus historias no siempre estuvieron unidas.
En el caso de la casa, cuando llegó a Mar del Plata desde Europa en 1909, en barco y desmembrada en cajas -al igual que la también histórica Villa Victoria-, estaba lejos de ser pensada para convertirse en patrimonio histórico y cultural de la ciudad. De hecho su primer destino, y durante casi sesenta años, fue ser la típica casa de veraneo de una familia capitalina: los Méndez Huergo.
Fue recién en 1966 cuando Norma, por entonces una joven estudiante de bellas artes, recibió la noticia que cambiaría el futuro, tanto propio como del hoy emblemático edificio: su padre, Ricardo Gamalero, acababa de comprar una casilla y se la ofrecía para que pudiera realizar allí sus incipientes trabajos de cerámica.

Un gran sueño
Norma se atrevió a soñar más grande. Desde el comienzo imaginó aquel lugar, con su estilo mágico y misterioso, como un centro cultural donde tanto ella como otros artistas pudieran “soñar, ilusionarse, reír, llorar, aprender, experimentar… Y luego convertir todo eso en un arte que se compartiera con la comunidad”.
No se equivocó. Aunque en el camino tanto ella como la casilla tuvieron que superar diversos escollos, entre ellos un incendio que en 1974 obligó a reconstruir la casa en su totalidad, la Casa de Madera se convirtió en uno de los espacios culturales con más prestigio y más reconocidos de la ciudad.
Los primeros esfuerzos, por razones obvias de vocación, se los llevó el taller de cerámica, pionero en la ciudad en un arte que por aquellas épocas no era tan popular como en la actualidad. Desde entonces, cientos de marplatenses pasaron por las mesas del taller de Norma y su amiga y colega, Alicia Wernicke, y aprendieron en sus mesas el arte de modelar la arcilla y el esmaltado cerámico. Aún hoy lo siguen haciendo, desde la pandemia de la mano de la docente Susana Vispo pero siempre bajo la dirección de Gamalero.
Como el espacio lo permitía, con los años se fueron agregando otros saberes, como pintura, dibujo, reciclado de muebles, música, joyería, vitrofusión o literatura. También se realizaron distintas charlas y seminarios, incluidos dos de los maestros escultores Leo Vinci y Fabriciano Gómez.
En 1979 llegaría el complemento perfecto para ese semillero cultural: ese año, y gracias a una sociedad entre Gamalero y los artistas Villar Errecart y Manuel Escudero, se funda la Galería de Arte Casa de Madera, espacio que supo exhibir obras de autores locales y nacionales de renombre, como Teresio Fara, Raúl Russo, Ricardo Supisiche o Carlos Alonso, entre otros.
Rol social y cultural
El rol social y cultural que adquirió la Casa de Madera fue recibiendo, con el tiempo, el correspondiente reconocimiento de la ciudad y sus autoridades: en 1995 fue declarada de interés patrimonial por la ordenanza 10.075, en 2008 fueron declaradas de interés cultural las actividades que allí se realizaran y recibió diversas distinciones, como las otorgadas por el Club de Leones y el Rotary, entre otros.
También Norma recibiría numerosos premios, tanto locales como nacionales e internacionales, lo que llevó a que en mayo de 2022 el Honorable Concejo Deliberante le otorgara un reconocimiento por “su extensa y destacada trayectoria” así como por su “valioso aporte al arte, la enseñanza y la cultura” como representante de General Pueyrredon.
Hoy, tanto Norma como la Casa de Madera forman una parte indiscutida no solo de la identidad marplatense sino también del patrimonio cultural y arquitectónico de una ciudad (y un país) que muchas veces les hizo el camino difícil. Pero ellas se mantuvieron firmes, unidas por ese denominador común que comparten el arte y la madera: la nobleza, la fuerza y la vocación de perdurar.
