Por Pipo Fontán
Así estamos. Los gobernantes no saben qué hacer. La oposición no propone nada constructivo. Los científicos se contradicen. Los medios informan mal. La gente no hace caso. Los poderosos, por las dudas, quieren morder. Y mientras tanto, todos seguimos pasándola mal o, en el mejor de los casos, dando vueltas tipo hámster en una hermosa rueda de incertidumbre.
¡Es la grieta! Grita uno que juega un tiempo para cada equipo. ¡Son los hegemónicos! Gritan al mismo tiempo desde sus 8 señales de cable. ¡Son los covidiotas! Grita un tipo con el barbijo en la rodilla. Y nadie tiene la culpa de nada. Por las dudas, pasó el Espíritu Santo y dijo que tampoco tiene nada que ver; que ya demasiado con que se hizo cargo del embarazo de María.
De cualquier manera, una nimiedad como esta pandemia no puede distraer a nuestros políticos de temas verdaderamente importantes, como el armado de las listas electorales. O lo que popularmente se conoce como “La Rosca”. Es momento de alianzas y estrategias. De búsqueda de personas reconocidas, con convocatoria, con recursos económicos. Y, si se puede, también con condiciones para la política. Pero no suelen ponerse tan exigentes.
En Grecia, cuna de la democracia, tienen una expresión perfecta para definir qué les pasa, en momentos como éste, a los “rosqueros” frente a las necesidades reales de la gente: “les chupa un huevo” (en griego queda mucho más refinado, pero no le tengo fe al traductor de Google)
Digámoslo de una vez, las campañas políticas comienzan mucho antes de esos atentados comunicacionales con afiches que atrasan 40 años y jingles inexplicables.
Estamos viviendo esos meses previos en los que suele iniciarse una campaña subterránea, poco detectable para el ciudadano promedio. Sutilmente, empiezan a aparecer caras que no se veían desde la elección pasada, como las de los que habían ganado. Y por los medios irán desfilando potenciales candidatos prolijamente camuflados como especialistas capaces de resolver todo lo que le falta a la sociedad desde hace 200 años.
Ya están aflorando los infalibles gurúes del marketing. Con encuestas por encargo del estilo: “Te medimos con dos candidatos que fallecieron y un tipo del Ku Klux Klan… Y vos tenés casi un 35% de intención de voto!” O con sugerencias como: “Sacate el bigote así no parecés facho”, “Dejate las patillas así parecés progre”, “Quedate callado así parece que terminaste la primaria”…
Café y selfies
Es tiempo de cafecitos y selfies en la esquina de la Muni. De casuales juntadas en eventos. Y de encuentros tan turbios que los “telos” no quieren aceptar por indecorosos.
Aunque todos sabemos que el clímax del rosqueo se da en esos hermosos asados en los que se gestan las listas definitivas.
Amigables reuniones en quinchos pitucos (sí millennial, puse “pitucos”, preguntale al abuelo) con invitados cuidadosamente seleccionados. Y donde no faltará el alcohol desinhibidor; en la cantidad justa para equilibrar entre desbordes morales y desbordes escatológicos.
Allí se forjan esas inquebrantables alianzas como los “Rejunte de Todos”, los “Juntos por el Caño”, los “Somos casi todos marplatenses”, los “Radicales Derechamente Socializados” y tantos otros.
Dicen que en los asados rosqueros se han llegado a escuchar frases como: “Hola! Vos no eras del peronismo? Si te habré insultado en aquella sesión de hace como cuatro días!”. O presentaciones del tipo: “A mi por ahí no me ubicás, pero capaz conocés a mi tío. Tiene un shopping”. O sincericidios estilo: “Yo vengo del paddle, pero dice el encuestólogo que mido bien entre los geminianos, RH negativo de clase media”.
También comentan que luego del accionar del buen vino han surgido charlas sobre principios éticos como: – “Me acuerdo de vos! Las convicciones que tenías cuando estabas en el partido de la ciudad!” – “Sí! Pero tuvieron mucho traqueteo. Hoy no te pasaban una VTV! Por suerte en la temporada me fue bien y las cambié por unas convicciones 0 km.” – “Qué bueno! Yo todavía tengo un par de convicciones de cuando era radical. Están un poco endebles, pero para los dos años que va a durar este frente, alcanzan”.
Los que saben aseguran que para cuando está llegando el flan con dulce, termina de tomar forma esa lista de candidatos que luego se presenta con todos los honores, como si hubiese surgido de un Concilio del Vaticano.
Recién ahí, La Rosca entra en pausa hasta nuevo aviso. Los que la superaron, se postularán con mayor o menor éxito. Por unos meses, recuperarán la empatía. Volverán a preocuparse por esas nimiedades como las pandemias o las vidas de los votantes. Y podrán seguir echándole la culpa de todos los males al Espíritu Santo.
Los que se quedaron afuera no tendrán más opción que freezarse hasta la próxima campaña subterránea. Paradójicamente, terminarán hibernando como las serpientes: enroscados.