Existen dos proyectos de ley que buscan reducir la jornada laboral de los trabajadores, mientras que en el mundo ya hay países que implementaron pruebas piloto. Pero la pregunta es: ¿es posible aplicarlo hoy en el país? ¿beneficiaría a toda la población por igual? La desigualdad, la brecha de género y la pandemia, piezas claves para el análisis.
Por Julia Van Gool
- Qué bajón, mañana ya es lunes.
- Sí, dos días no alcanzan.
- El sábado fútbol, salís a la noche, el domingo la familia y ya fue.
- Para mí en vez de 5 y 2 debería ser 4 y 3.
- Naaaa. Eso es imposible. En este país hay que trabajar. La única que queda es agregar un día.
- Ahí está, ahí está. Tiene razón. Semana de 8 días.
- Osvaldo, ¿te traés otra?
- ¡Eso! Osvaldo. Escuchen: lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo…Osvaldo.
El diálogo corresponde a la publicidad que la marca de cerveza Quilmes lanzó en junio de 2004, en la que un grupo de amigos, cansado de que el fin de semana resultara insuficiente, decide iniciar una campaña internacional por la implementación de la semana de ocho días.
El intercambio, de todas maneras, bien podría haber sucedido un domingo cualquiera, en la casa de un argentino o argentina de la actualidad. Sobre todo durante octubre, un mes que, de las cuatro semanas que lo componen, dos fueron “cortas” debido al fin de semana extra largo por el Día de la Diversidad. Aquellas personas que trabajan bajo el convenio de Empleados de Comercio incluso sumaron una semana reducida más por la celebración de su día. En fin, básicamente lo que se dice el mejor mes del año, al menos para esa porción de trabajadores que pueden ejercer sus derechos laborales.
Pero tener unos días más de descanso no solo nos permite ordenar mejor la casa, dormir unas horas extra y tomarnos unos mates con ese amigo que siempre dejamos colgado; también abre interrogantes respecto la productividad, el bienestar y la desigualdad, lo que va de la mano con la pregunta del millón: ¿es posible en Argentina trabajar cuatro días y descansar tres? ¿a cuántos beneficiaría, si hay un 9,6% de desempleados y altos niveles de trabajo no registrado y cuentapropistas?
En agosto de este año se presentaron dos proyectos de ley tendientes a disminuir la carga laboral en el país que, actualmente, tiene por ley un límite de 48 horas semanales, una de las más altas de la región y el mundo, según este estudio de la Oficina Internacional del Trabajo.
El primer proyecto fue propuesto por la diputada del Frente de Todos y dirigente de la Asociación Bancaria Claudia Ormaechea, que propone una jornada laboral sin reducción de salario de un máximo de seis horas por día y un tope de 36 horas semanales. La legisladora, quien cuenta en esta materia con el apoyo absoluto de su líder sindical bancario, el diputado nacional Sergio Palazzo, propuso también la posibilidad de que el trabajador o trabajadora pueda elegir por una de las variantes: 6 horas por día o 4 días semanales.
El segundo, más moderado, fue presentado por el diputado sindical del Frente de Todos y titular de CTA de los trabajadores Hugo Yasky, quien propone que “la duración del trabajo no podrá exceder de ocho horas diarias o cuarenta horas semanales para toda persona ocupada por cuenta ajena en explotaciones públicas o privadas, aunque no persigan fines de lucro”. Este Proyecto también exige el mantenimiento del mismo salario para los trabajadores.
Si bien ambos proyectos continúan en estado parlamentario y argumentan que la medida ayudará a incorporar a más trabajadores al mercado de trabajo tras el impacto de la pandemia, fue un dirigente de la coalición gobernante quien se mostró cauto ante la posibilidad de implementación de la medida.
El ministro de Desarrollo Productivo de Nación, Matías Kulfas, consideró que “hay que ser cuidadosos” en referencia a las propuestas que plantean una reducción de la jornada laboral en el país.
«Yo creo que en términos conceptuales bienvenido sea que todos podamos trabajar un poco menos y tener una vida más plácida. Estamos en un contexto muy difícil. Bajar la jornada laboral de 8 a 6 horas equivale a aumentar el salario horario un 33%, la pregunta es ¿Las empresas pueden absorber ese costo? algunas sí, muchas pymes seguramente no», sentenció el ministro.
Un debate que recorre el mundo
El debate por la reducción de la jornada laboral recorre el mundo. Islandia fue uno de los países que realizó una prueba piloto de la medida entre 2015 y 2019, mientras que empresas privadas de la talla de Microsoft Japón y BaseCamp (EEUU) encabezaron simulacros con un grupo reducido de empleados. Los resultados fueron positivos y demostraron que la reducción no afectó la productividad. En algunos casos incluso la incrementó.
Pero los proyectos no van únicamente atados a la posibilidad de mejorar la productividad. Dirigentes como el español Iñigo Errejón, impulsor del proyecto de reducción en su país, también plantea la necesidad de implementar estas medidas para mejorar los índices de salud mental, sobre todo entre los jóvenes de España.
En una entrevista con el ElDiarioAR, el dirigente planteó: “España es una sociedad que está en una situación de mucho dolor psíquico (…). Una de las razones para la bajada del ritmo es para que la vida merezca la pena”.
Pero, ¿Argentina está en condiciones de aplicar esta medida?
BACAP dialogó con Eugenio Actis Di Pasquale, director del Grupo de Estudios del Trabajo del Centro de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional de Mar del Plata, quien aseguró que el Proyecto de reducción laboral es una idea “positiva” y con “buenas experiencias en el mundo”, pero -y en línea con lo destacado por Matías Kulfas- la misma puede ser “contraproducente para la realidad actual de Argentina”, sobre todo si se tienen en cuenta los niveles de trabajo no registrado, la brecha de género y el estado de recuperación económica que vive el país luego de la crisis por la pandemia.
“El proyecto es muy positivo, pero hay que tener en consideración que países en los que se ha aplicado está medida, como en Islandia, la proporción de empleo informal es del 5%, mientras que en Argentina supera el 50%. Por lo tanto, si bien este tipo de medidas beneficia tanto a empleadores como a empleados en algunos países, en Argentina estaría dirigida a un grupo de la población ocupada que, a grandes rasgos, podría ser el 30%. Solo este porcentaje podría trabajar 6 horas”.
Di Pasquale también analizó el impacto que una medida de estas características puede tener en el aumento de las desigualdades de género, teniendo en cuenta que las mujeres son las más afectadas por los índices de desocupación en el país.
Según los últimos datos del Indec, la tasa de desocupación a nivel nacional para las mujeres es de 10,4%, contra 9% en el caso de los varones. Si además se segmenta por edad, se desprende que las mujeres de hasta 29 años son el grupo más golpeado por la falta de trabajo, llegando a una índice de desocupación del 22,4%. Para los varones del mismo rango etario el porcentaje es de 16,1.
Además, la posibilidad de acceder a un derecho como la reducción de la semana laboral también se reduce si se tiene en cuenta que las mujeres, aún asalariadas, presentan mayores niveles de precarización respecto a los varones, según se desprende del estudio “Las brechas de género en la Argentina”, realizado en 2020 por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género.
Por otro lado, Di Pasquale suma otro factor a analizar: la falta de políticas de cuidado. “Por ejemplo, si los colegios se ven afectados (por la reducción de la semana laboral), ¿se da un día menos de clase? o ¿se contrata un nuevo docente? Las tareas de cuidado siguen recayendo mayormente sobre las mujeres, por lo que una medida de estas características, sin el acompañamiento de políticas de cuidado, podría aumentar la brecha de género en el mercado laboral”, señaló.
El investigador también destacó la situación económica actual del país y aseguró que, en el contexto de recuperación tras la pandemia, la reducción de la jornada laboral podría implicar costos extra para los empleadores.
“Salvo que la reducción venga con un paquete de ayuda económica por parte del gobierno para cubrir los costos de contratación de un nuevo trabajador, la sola reducción no implicaría la posibilidad directa que se contrate otro trabajador”, señaló el investigador, quien también aclaró que lo mismo ocurre con los proyectos de “flexibilización laboral”.
“Lo que da cuenta la evidencia empírica de Argentina, y lo mismo se destaca en un trabajo para la OIT del 2015: para que se pueda contratar más trabajadores registrados no se tienen que aplicar medidas de flexibilización laboral. El incremento en la contratación ocurre cuando el contexto macroeconómico es de estabilidad y crecimiento económico”, indicó.
En definitiva, para que todos, todas y todes podamos buscar un equilibrio más saludable entre trabajo y bienestar tenemos que equilibrar la cancha. Ya lo dijo la publicidad de Quilmes hacia el final: “El día Osvaldo algún día puede ser realidad”.