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abril 19, 2024
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Qué son las islas de calor y cómo combatirlas con plazas y terrazas verdes

Con imágenes satelitales, un reciente estudio de la Facultad de Agronomía en CABA encontró diferencias térmicas de más de 20 grados entre el norte y el sur porteño (más cálido por la menor cantidad de vegetación). Quienes más sufren las islas de calor son las personas mayores, las que tienen alguna enfermedad crónica y las de menos recursos.

 Por Gabriela Ensinck | Red Argentina de Periodismo Científico

El cambio climático se manifiesta cada vez más en las ciudades a través de las llamadas “islas de calor”, un fenómeno esencialmente nocturno en el que se libera el calor acumulado durante el día por el cemento, el asfalto y el hormigón.

Es por esto que la temperatura en las ciudades suele ser unos grados más alta que en las áreas suburbanas y rurales. Pero también se verifican diferencias térmicas notorias entre zonas y barrios de una misma ciudad, y esto está relacionado con el tipo de construcciones, la presencia o no de parques, plazas, arbolado en veredas y cursos de agua como lagos, lagunas o ríos.

Un reciente estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) registró en el pasado mes de febrero diferencias de más de 20 grados entre barrios del norte y del sur de la ciudad de Buenos Aires y mostró el rol moderador de la vegetación en el aumento de la temperatura. “Observamos mayor temperatura en la zona sur de la ciudad, que es también donde hay menos espacios verdes. Los árboles regulan la temperatura tanto por la sombra como por evapotranspiración”, explica Paula Galansino, autora de esta investigación que fue su tesis de grado en la carrera de Ciencias Ambientales.

Las islas de calor son un problema porque afectan el bienestar, la posibilidad de un buen descanso nocturno e impulsan un aumento del uso de energía para refrigerar las viviendas.

 “Existen varios estudios a nivel nacional e internacional que comparan las temperaturas y el efecto isla de calor en distintas ciudades respecto de zonas rurales y suburbanas, pero yo quise investigar qué pasaba en distintos barrios de mi ciudad”, apunta.

 Para llevar adelante este informe, Galansino, junto a su directora de Tesis, María Semmartin, docente de Ecología en la Facultad de Agronomía e investigadora del Conicet, se valieron de imágenes satelitales. Con ellas se puede medir no solo la temperatura del aire sino de distintas superficies, en lugares que están alejados a pocos metros o kilómetros; algo que no es posible usando datos de estaciones meteorológicas ubicadas en zonas fijas de la ciudad.

Ciudades calientes

El fenómeno de las islas de calor “está siendo ampliamente estudiado en el hemisferio norte, especialmente en Estados Unidos, Europa y China”, comenta Semmartín. En Argentina, un estudio realizado en 2018 por Paula Casadei, también egresada de Ciencias Ambientales, comparó las temperaturas promedio de 33 ciudades con las de sus alrededores. Esta investigación arrojó que, en promedio, los centros urbanos son 1,5°C más calientes que sus entornos rurales, aunque en algunos casos, como en la ciudad misionera de Oberá, la diferencia de temperatura con su entorno rural superó los 4 °C.

También resultó interesante la comparación entre ciudades “vecinas” como Corrientes y Resistencia, donde la cercanía al río Paraná, determinó que la capital correntina presente una menor diferencia térmica (0,35°C); mientras que en la capital chaqueña la temperatura promedio fue 3,79°C superior.

Las personas mayores, las que tienen alguna enfermedad crónica y las de menos recursos -ya que viven en viviendas con poco aislamiento térmico y ventilación, y usualmente en condiciones de hacinamiento- son las que más sufriente los efectos de las islas de calor.

Las islas de calor son un problema porque afectan el bienestar, la posibilidad de un buen descanso nocturno e impulsan un aumento del uso de energía para refrigerar las viviendas. Es también uno de los factores que provocan las “olas de calor”, que se dan cuando las altas temperaturas persisten y no refresca por las noches.

islas de calor

Por otro lado, aumenta la posibilidad de transmisión de enfermedades, ya que el calor favorece el desarrollo de insectos como el mosquito que transmite el virus del Dengue, Xica y Chikungunya.

 Impacto desigual

Quienes más sufren los efectos de las islas de calor son las personas mayores, las que tienen alguna enfermedad crónica y las de menos recursos, ya que viven en viviendas con poco aislamiento térmico y ventilación, y usualmente en condiciones de hacinamiento.

El estudio de la Facultad de Agronomía cruzó los datos de temperatura y superficie vegetada en los barrios porteños, con los de hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI). Y así mostró que en el centro-sur de la ciudad, donde hay menos espacios verdes y mayor índice de hogares con NBI se registraron las temperaturas más altas.

 En realidad, la mayor parte de CABA tiene áreas vegetadas escasas, reducidas y mal distribuídas, que no logran aliviar las altas temperaturas. Por ejemplo, en el microcentro, el arbolado urbano es muy escaso y si a eso se suma el asfalto, que calienta mucho en verano, las marcas térmicas suben aún más. Por contrapartida, si una zona está próxima al río o con avenidas que lleven hacia él, la temperatura será más benigna.

“Estos datos son importantes a la hora de planificar el crecimiento de las ciudades. Buenos Aires tiene menos metros cuadrados de espacios verdes por habitante de los que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Pero también sabemos que colocar plazas en una zona aumenta el precio de las viviendas y de los alquileres, y esto termina desplazando a los vecinos que viven allí”, destaca Galansino.

Actualmente, más del 90% de la población argentina vive en ciudades. Planificar su crecimiento con ampliación de los espacios de vegetación y naturaleza resulta esencial para adaptarse al cambio climático.

 

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