Atávica editora es un trabajo cuidado de edición de libros a cargo de Diego Forte, radicado en la ciudad desde el 2001. Conocé los detalles de una práctica realizada con amor para el disfrute de los libros.
“El hacer artesanal devuelve a la superficie el valor de lo único e irrepetible; condición atávica fundamental que impulsa y vincula a todos los seres, elementos y cosas de este planeta”. Diego Forte.
Por Martín Zelaya
Si hay algo que me jode es no ver representado en un bien o servicio lo que uno paga por determinada necesidad o placer. Es la forma más obscena del “choreo en la cara”, de la estafa, de la desilusión, de no volver a confiar en nada de lo que te puedan ofrecer en el mercado.
Hace unos meses, en una feria de libros realizada en el Teatro Auditorium conocí a Diego, quien me mostró un mundo desconocido para mí como la literatura rusa. Cuando vi el stand, debo decir, que me acerqué por lo atractivo de sus libros. Además, de algunos clásicos que conocía y otros que no, Diego me contó de su trabajo y cómo lo realizaban. La pasión con la que hablaba y su conocimiento me hicieron colaborar con su proyecto y dar a conocer también su trabajo, su historia con las palabras, con lo puro de lo artesanal. En diálogo con Bacap, Forte nos contó sobre la editora marplatense, Atávica.
– ¿Por qué la necesidad de encuadernar de forma casera o artesanal?
– Hay varias razones. Una de ellas es porque se trata de una práctica muy reconfortante, en la que se aprende todo el tiempo (y mucho) con el ir haciendo. Además, el hecho de crear algo casi desde cero, y más si ese algo que se está creando es un artefacto libro, resulta fascinante. Así que, por un lado, existe un factor atávico que forma parte del ser humano, que es la necesidad de lo artesanal.
Pero también hay otro tipo de necesidad, una más política. La de pararse distinto frente a lo que es la edición de maquinaria pesada; y esto se hace extensivo tanto para el campo del contenido (los textos que se publican) como para el campo del continente (los libros como objeto en sí y soporte físico).
Con respecto a la manufacturación del libro como objeto hay que notar lo siguiente. En la edición industrial se hacen tiradas de miles de libros impresos en un papel de baja calidad, libros que en su mayoría están sólamente pegados en los lomos, encuadernados en tapa blanda y en cuyo interior presentan pocos márgenes y letra demasiado chica.
En cambio, en la edición artesanal se manufactura un libro de tapa dura cuyo cuadernillo está cosido, encolado, reforzado en el lomo y con pellizcos. Además, el papel empleado es de un gramaje mayor y de mejor calidad (se usa papel de 80 gr -en el caso de Atávica bookcel ahuesado-), lo que hace que no se trasluzcan las páginas, que se refleje menos la luz y que la vista descanse más.
Sumado a esto, en el interior se deja márgenes más amplios y se emplea una fuente de mayor tamaño, lo cual facilita la lectura. En definitiva, de lo que se trata es de ser más generoso con el lector, de poner la calidad por encima de la rentabilidad y de brindar otro tipo de experiencia, porque la lectura entre varias cosas es eso: un tipo de experiencia.
– ¿Cómo es la selección de lo que editan?
– Vivimos en una era de novedades constantes. Una editorial no alcanza a sacar un libro que el poco tiempo ya está publicando otro. Se ha llegado a un punto en que la novedad importa más por el hecho de ser algo novedoso, que por ser algo necesario y culturalmente relevante. Y lo que lleva esto es a un nivel de saturación y cansancio previo. ¿Qué libros leer de los millones que hay? Debido a esto, el desafío de los editores, como señala Michael Bhaskar, es realizar una codificación, o sea, tamizar.
Así que la selección se orienta a encontrar aquellos textos que uno considera “joyitas”, esos textos que uno lee y puede volver a leer porque siempre va encontrar algo nuevo, o bien porque va a disfrutar por la forma en que está escrito; textos de relecturas constantes, y que uno no sólo quiere tener en su biblioteca, sino que además quiere que otros, en el sentido más generoso del término, también tengan.
– ¿Los clásicos son en su mayoría los favoritos o apuntan también a otros libros?
– Todo libro que se publica desde Atávica forma parte de un grupo de favoritos. De hecho, el catálogo está pensado como un gran libro dentro del cual los demás libros vendrían a ser una suerte de capítulo. Entonces que un clásico entre no tiene que ver con que sea un clásico en sí, sino porque tiene esa particularidad que señala Italo Calvino: “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. El problema que se presenta con los libros más actuales es que en la mayoría de ellos rige el “Derecho de autor” o copyright y esto es lo que dificulta la posibilidad de poder publicarlos, al menos legalmente.
– ¿Cuántos son en el equipo?
– Si bien se trata de un proyecto personal, no podría decir que estoy solo. Siempre estoy recibiendo ayuda de alguien. Tengo amigxs que siempre me dan una mano con algo. Matías Lorenzatti y Mariano Hernández con el diseño gráfico, Marcos Enrique me viene ayudando con el tema de la revisión, y lo mismo mi compañera Flor, a la cual siempre le consulto ya sea desde un prólogo hasta una foto y la leyenda de algún posteo.
Carolina Conde, mi profesora de inglés, me ayuda con el tema de las traducciones. Otra amiga, Tuiti, me da su visto sobre alguna cuestión de factura y lo mismo Maxi Magazú con la elaboración de alguna herramienta; y ni hablar de aquellos que íntimamente se sienten parte y quieren que este proyecto siga creciendo. Así que se podría decir que estoy solo, pero no.
– ¿Cómo es el proceso y qué particularidad tiene?
– Se trata de una labor muy amplia y que tiene distintas estancias, las cuales se podrían separar a grosso modo en dos. El primero es editar, que consiste en leer, tamizar, y escribir en un sentido amplio: traducir, transcribir, diseñar, revisar y reescribir.
Por otro lado, manufacturar, es decir, imprimir, prensar, perforar, plegar, prensar, coser, encolar, prensar, encuadernar, colocar sellos y prensar.
Paralelo a todo esto se hace el grabado de las portadas y otras cuestiones relacionadas con las materias primas.
– ¿Por qué el nombre Atávica?
– Si bien se barajaron algunos nombres, el de Atávica fue el que más gustó tanto por su sonoridad como por su significado: atávico, ancestral. Como decíamos más arriba, la labor artesanal, esto es, la práctica de crear, elaborar con las manos y de perseguir la calidad o como mejor dice Sennett “hacer las cosas bien por el simple hecho de hacerlas bien” es una necesidad atávica propia de nuestra naturaleza. De ahí el nombre de la editorial.
Sobre el entrevistado
Diego Forte, Balcarce, 18 de septiembre de 1982. Egresado de la E.E.T N°1 L. Kraglievich. Desde el 2001 que reside en Mar del Plata. Profesor en Letras (UNMdP). Hacedor de libros. Quienes quieran contactarse con Diego pueden hacerlo a su cuenta de Instagram @atavicaeditora o enviar un mail a atavicaeditora@gmail.com