Mar del Plata 150 motivos

Los lobos de Fioravanti de la Rambla encierran olvidos y misterios

Por Gustavo Visciarelli

Las esculturas más emblemáticas de la ciudad -los “lobos de Fioravanti” en la Rambla- encierran olvidos y misterios.  Nadie parece recordar la fecha de su inauguración en la década del ’40, cuestión que suma una complejidad; las figuras no fueron emplazadas simultáneamente y una de ellas permaneció solitaria en la rambla durante un tiempo indeterminado mientras avanzaba la construcción del Complejo Bustillo.

Las estatuas fueron ideadas y proyectadas por el escultor José Fioravanti, pero su  realizador técnico fue  el escultor esloveno Janez Anton Gruden

Una asombrosa serie de fotos descubiertas en 2020, si bien no resuelve todos los misterios, aportó un renovado enfoque sobre su construcción.

Las imágenes ratifican que los “lobos” fueron esculpidos en la cantera Sud Atlántica de Estación Chapadmalal, un establecimiento modelo que pertenecía al alemán Herman Wachnitz, donde todavía está la grúa que emplearon para montarlos en la rambla

Tras el fallecimiento de Herman, el establecimiento quedó a cargo de su hijo, conocido como “Buby”, quien en 1989 se la vendió a puertas cerradas a Germán Castillo.  

Alberto Castillo  -hijo de Germán- halló en 2020 un sobre con antiguos negativos dentro de un armario en una de las viejas oficinas de la cantera.

 Alberto, que se dedica a excavaciones, se vinculó por razones laborales con el arquitecto César Nicolini y en una conversación informal le habló de los negativos. Por fortuna, Nicolini -que es un apasionado de la historia local- valoró ese hallazgo e hizo digitalizar el material, que envió al proyecto Fotos de Familia del diario La Capital. 

La importancia de los testimonios

En una de las fotos y gracias al testimonio de un viejo picapedrero, Claudio Silva, pudimos identificar al dueño de la cantera, posando, con campera y borceguíes  junto a la cabeza de uno de los lobos. Otra imagen acredita que en la obra también reposa la mano maestra de anónimos  picapedreros que aparecen perpetuados  con sus barrenos y sus modestas alpargatas. Y otra grafica el traslado de las piezas a bordo de un camión que hoy está en poder de un coleccionista de Miramar.

Janes Antón Gruden –según  confirmó su hijo Eduardo, al observar el material- no aparece en ninguna de las fotos, prolongando así el silencio histórico sobre su persona.

Bueno es recordar que el escultor nació en 1897 en Nebrezina, nombre esloveno de la actual localidad de Aurisina, cerca del Golfo de Trieste, que perteneció al imperio Austro Húngaro hasta la primera guerra mundial.

Gruden se radicó en Argentina en 1927, donde murió en 1974, dejando una huella olvidada en obras de importancia como el Monumento a España, la Casa Central del Banco Nación, los Ministerios de Economía y ex de Obras Públicas, el Monumento Nacional a la Bandera en Rosario y “los lobos de Fioravanti”.

Desde hace años, su hijo Eduardo y la comunidad eslovena en Argentina intentan que su trabajo sea reconocido. El reclamo está lejos de toda controversia: Fioravanti fue el autor del proyecto y Gruden, tal como se estilaba en la época, fue contratado para realizarlo materialmente. 

La primera escultura

La primera escultura que colocaron pieza por pieza es la  ubicada al norte, pero no hay certeza del tiempo que permaneció allí en condición de “lobo solitario”. Gracias al investigador marplatense Enrique Mario Palacio dimos con la edición impresa  del año1943 de la revista “Arquitectura Gràfica” que le dedicò una nota al primer lobo, indicando que fue ejecutado” en la Cantera Sud-Atlántica que posee el Sr. C. H. Wachnitz en Chapadmalal, empleándose piedra de la misma. La colocación fue llevada a cabo por Pradelli y Giubanni”.

También en 1943, el famoso documentalista Alejandro Kohlmann, imprimió y comercializó una postal de esa escultura con el siguiente epígrafe: “El lobo marino”.

Volviendo a las valiosas imágenes de la cantera, es  probable que no hayan sido tomadas por un fotógrafo contratado, ya que los profesionales entregaban las copias y no los negativos, que son de celuloide y gran tamaño, lo que explica su alta calidad.

Dichos negativos fueron hallados por Castillo dentro del sobre de la firma que los reveló: “Laboratorio Fotográfico Scenna-Luro 3219”. Gracias a los datos escritos en él sabemos que el laboratorio realizó una copia papel por cada foto, cuyo destino desconocemos.

¿Quién las hizo revelar y copiar?

En el espacio destinado a la identidad del cliente sólo dice “Chapadmalal”. Pensamos, consecuentemente, en alguien muy ligado a la cantera. -quizás el propio alemán Wachnitz-  quien luego habría guardado los negativos en un armario donde fueron hallados casi 80 años despuès.

Lamentablemente, en el sobre no figura un dato que hoy resultaría fundamental: la fecha en que fueron reveladas las fotos. Parece que sobre los “lobos” flota una suerte de misterio calendario que, sin dudas, se irá diluyendo cuando aparezcan nuevos eslabones perdidos.

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