19.1 C
Mar del Plata, AR
noviembre 22, 2024
Mar del Plata 150 motivos

Alberto Williams, el compositor que dejó su huella en Mar del Plata

Padre del reconocido Amancio Williams, creador de la Casa sobre el Arroyo, Alberto Williams tuvo en Mar del Plata un lugar de inspiración que su nieto relata en primera persona.

Por Pablo Willams (nieto de Alberto)

Conservo dos pequeñas fotos, sacadas por su hermano José en 1905, de Alberto Williams en Mar de Plata, en una se lo ve en la playa con cigarro infaltable en mano (consumía ocho por día) y con gorra marinera junto a sus dos pequeños hijos mayores descalzos y dos señores a quienes la consabida gorra también les da también un aire de capitán de barco. Otras fotos de quince años después muestran a Alberto con su esposa Irma y su hijo Amancio: son las típicas fotos del paseo por la vieja Rambla, una arquitectura ligera y elegante que no se interponía entonces demasiado con el mar. 

Alberto Williams y familia en Mar del Plata

Cuando tenía diecisiete años, en 1930, Amancio diseñó para su padre un típico chalet marplatense con piedra del lugar que fue bautizado Yaraví, término que designa un género de canción norteña y es el título de una de las tres Canciones Incaicas de Alberto Williams. No sorprende ver a Amancio proyectando a esa edad: Alberto fomentaba el gusto de su hijo menor por la técnica – le compraba la revista Mecánica Popular- y fue más tarde el decidido promotor de la construcción de la Casa sobre el Arroyo, que pudo parecer un proyecto extravagante para muchos en su momento.

Pasada la Navidad, en la gran casa de Belgrano, construida por Alexander Christophersen para Alberto en 1910, se cubrían los muebles con fundas, se cerraban las persianas y la familia, dejando la mansión a cuidado del querido jardinero David,  se trasladaba a Mar de Plata donde el músico descansaba de su trabajo de Director del Conservatorio de Buenos Aires, la escuela en que enseñaba personalmente durante diez meses Solfeo, Armonía, Piano y Composición, organizaba conciertos, asesoraba a profesores y preparaba un material didáctico infinito.

Mar del Plata, inspiradora

 En Mar de Plata aprovechaba las vacaciones para componer diariamente, según él mismo asegura en una entrevista. Muchas de sus composiciones debieron ser creadas en la ciudad balnearia como lo sugieren sus títulos: Marinas (1905), Poema de la Playa con su número Salutación a las olas atlánticas (1922) o la Suite Argentina op.91 de 1932 que incluye los números Hueya marplatense y Milonga chapadmalense, obra que dedicó al compositor a Enrique Villegas un alumno suyo que habría de convertirse en gran figura del jazz argentino. Alberto puso especial cuidado en la edición de esta obra haciéndola imprimir finalmente en Leipzig. 

En 1943, cuando Alberto tenía ya 81 años, Amancio proyectó y construyó para él su segunda casa en Mar de Plata, la célebre Casa sobre el Arroyo -que Alberto  disfrutó pocos años pues murió en 1952-,en una zona silenciosa y arbolada donde podría componer sin molestias. En medio de un bellísimo y añoso parque la casa resultaba además una veranda insertada entre los árboles que le permitían al músico mirar y escuchar a los pájaros. 

Conservamos unas grandes hojas pentagramadas en las que nuestro abuelo registra puntualmente, indicando fecha y hora, pífanos de afiladores oídos en la casa de Belgrano. Junto a los pífanos aparece transcrito con minucia también el canto de varios pájaros, algunos raros, incluyendo el canto de una urraca que increíblemente adquiere un ritmo de milonga en la transcripción. Con trinos estilizados cerraba Alberto muchas de sus Milongas y alguna Vidalita señalando el nombre del pájaro citado debajo del pentagrama: benteveo, chingolo. 

En el Poema del Valle para piano a la melancolía de la Canción del cabrero responde, cerrando el Andante mesto, una coda que transcribe un trino exultante, como si se tratara de un diálogo entre el paisano y el ave que lo consuela. Un juego distinto se advierte en el Hilo de agua del Poema de la Quebrada donde la música fluida mimetiza el curso de un arroyo. El hilo de agua termina con unas pocas notas cristalinas, unas últimas gotas que saltan pero que no son sino las notas del trino de un chingolo. Dos elementos naturales en una idéntica mímesis. 

Estas intrusiones de la naturaleza estilizada en la pieza artística nos recuerdan la idea contemporánea de la obra de arte como reconciliación con una naturaleza no dominada sino acogida. Es el inmemorial impulso mimético del Arte, invisible o muy visible como en estos trinos pero también por ejemplo en la expresión de los movimientos súbitos y zigzagueantes de los picaflores en Inquietud de los colibríes, el nº 3 del Poema de la araña pollo op. 85.

La luz jugando con las hojas, Los rayos juegan con las hojas, Despertar de la selva, Nocturno en las frondas, Rumores de las hojas, Vislumbres crepusculares son, por otra parte, títulos de movimientos de Sinfonías, de números de Poemas para piano y de Canciones de Alberto. Expresan la intención wagneriana, debussyana y moderna puesta en práctica por el compositor de hacer surgir la melodía desde un fondo indistinto de sonidos naturales. Como la mimesis ornitológica, resulta un modo de compenetrar arte y naturaleza, de mostrar el origen “natural” del arte.

Cuando visité la Casa sobre el Arroyo tras la reciente restauración, justo cuando me iba mire desde la ventana de un dormitorio hacia el parque y vi abajo toda una reunión de palomas torcazas atraídas por el agua del arroyo que pasaba bajo el movedizo brillo y la sombra de las abundantes hojas. Recordé al punto la milonga de Alberto Han venido dos palomas a beber a tu tinaja. ¡Era el mundo imaginario de la música de Alberto! Comprendí definitivamente la voluntad de Amancio de construir no solo una obra tridimensional en el espacio sino también un mirador para que su padre gozara de los pájaros, de las confusiones de los colibríes con las hojas reflejadas en el ventanal, del viento entre los árboles.

 Una caja de música había llamado el arquitecto Eric Miralles a esta casa. Lo diría en referencia a esas frondas o al piano del maestro en una esquina semiprotegida del interminable living. También pienso que podría entenderse una caja de música en cuanto el compositor, a través de ese espacio arquitectónico,  podía reconocer en el paisaje ciertas vetas sonoras de esa copiosa obra musical que él había compuesto con fervor durante ya más de cuatro decenios.

Últimas Notas

La identidad musical de Mar del Plata: un mar de sonidos en constante cambio

redaccion

La historia de Mar del Plata bajo la mirada del tataranieto del fundador de la ciudad

redaccion

Pasión por los caracoles: la historia del Museo del Mar de Mar del Plata

redaccion

Deja tu comentario