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enero 3, 2025
Cromañón

Cromañón: Retrato de una masacre

El 30 de diciembre de 2004, Callejeros celebraba el último show de una tríada ideal: Un repaso de su joven discografía en tres tramos, postal de su fugaz camino al estrellato. Con el warm-up de Ojos Locos concluído, miles de jóvenes aguardaban por el conjunto oriundo de Villa Celina, ese mismo que había alzado la voz contra las injusticias, contra la corrupción y contra las autoridades en más de una oportunidad, y que ahora, sin un solo indicio al respecto, estaría por probar algo de ello en primera persona.

Por Martina Migliorisi

A las 22.55, mientras Callejeros interpretaba la primera canción de la noche, una candela encendida por el público aterrizó en el techo del venue, República Cromañón: “…gran parte de su estructura estaba cubierta por una tela denominada media sombra y, por encima, se había colocado una capa de espuma de poliuretano, otra de guata para que el sonido no molestara a los huéspedes del hotel lindero”, informa el periodista Bruno Larocca, en su libro “Voces, tiempo, verdad”. La quema de tales materiales desprendió emanaciones de cianuro de hidrógeno, dióxido de carbono, monóxido de carbono, óxido de nitrógeno y vapores de isocianato. Esa noche 194 personas perdieron la vida; pero las víctimas del 30 de diciembre de 2004 son un número en constante construcción.

Así se ve la zona de Cromañon hoy

 Dicotomías

 Por 20 años, el amargor, como una bola de nieve, como un tumor, como una onda expansiva y como un río salvaje en plena crecida, levó hasta arrasarlo todo. Hoy, el recambio generacional implica un revisionismo histórico, lingüístico y comunicacional de lo que significó Cromañón. La primera gran decisión de todo aquel que se exprese sobre este hecho radica en las formas: ¿Tragedia o masacre? 

“Me sale reconocerlo como ‘tragedia’, porque creo que es el título que siempre se le dio, aunque es igualmente significativo el que hoy día se le quiere atribuir, que es ‘masacre’”, —quien habla es Juan Ignacio Filardi, sobreviviente— “Una tragedia es inevitable en algún punto; una masacre, en cambio, implica que algunas personas entendían las condiciones en las que se encontraba el establecimiento y lo que podía suceder, y que por acción u omisión finalmente sucedió”.

Antes del 30 de diciembre de 2004, República Cromañón se había incendiado, al menos, dos veces: el 1 de mayo, en un show de Sexto Sentido y Jóvenes Pordioseros, y el 25 de diciembre, en una presentación de La 25. En ambos casos, el fuego había sido extinguido con matafuegos, agua… y hasta cerveza.

Los detalles que Bruno Larocca enumera al describir las particularidades del inmueble son escalofriantes: “De los quince matafuegos existentes en República Cromañón, ninguno contaba con la tarjeta municipal de control de carga: diez se encontraban despresurizados. Y de los cinco que tenían carga, solo tres conservaban el precinto plástico obligatorio, mientras que dos se encontraban vencidos desde hacía dos meses (…) De los cuatro extractores de aire instalados en el local funcionaban solo dos”. Y es que en la terraza de República Cromañón se habían instalado canchitas de fútbol que tapaban la ventilación cenital. Con frecuencia, los baños estaban desabastecidos de agua. La sobrepoblación de asistentes se había convertido en un habitual y los vecinos de la zona se cansaban de acudir a la policía en busca de un poco de paz y orden. Pero aunque parezca increíble, el lugar contaba con habilitación y funcionaba en pleno Once, a pocas cuadras de la Casa Rosada.

La cadena de responsables no comienza ni termina en los jóvenes que, al calor de una banda de rock, buscaban cerrar su año a lo grande. Pero lo que hoy parece una verdad inobjetable fue, alguna vez, motivo de indignación mediática, de descalificación persuasiva, de juicios apresurados. Bruno Larocca distingue los dos escenarios en una misma frase, separadas a continuación según la mirada que cada uno/a haga propia.

Tragedia: “Se dijo que los padres no cuidaron a sus hijos y no sabían del peligro que representaba ir a un recital de rock en un boliche cerrado…”

Masacre: “…el 80% de los fallecidos eran mayores de edad y los de entre 15 y 18 años estaban dentro del horario permitido para menores. Casi la mitad de las víctimas murieron en un acto solidario: intentando salvar amigos o familiares que habían quedado atrapados…”.

Los rumores dispersados por la prensa fueron muchos más.

Tragedia: “El incendio fue provocado por un tres tiros”

Masacre: La palabra de los sobrevivientes niega esta versión, que bien podría ser una equivocación sin malas intenciones, y afirma que el incendio fue producto de una candela.

Tragedia: “Los chicos que fueron a Cromañón estaban drogados y/o alcoholizados”.

Masacre: “En ninguna de las 194 autopsias se detectó ni alcohol ni sustancias psicotrópicas”, precisó la periodista Bárbara García Crespo, al cumplirse 10 años del hecho, para Minuto Uno.

Tragedia: “Los asistentes fallecieron producto del fuego”.

Masacre: “El perito Osvaldo Raffo, ex integrante del Cuerpo Médico Forense, comparó la forma en que murió la mayoría de las víctimas de la tragedia de Cromañón con las matanzas en las cámaras de gas de los campos de concentración del nazismo (…)  Convocado para explicar cómo se produjo la muerte de las víctimas, el perito afirmó que ‘todos murieron por el síndrome lesivo por inhalación de humo’. Raffo sostuvo que uno de los factores que contribuyó a provocar ese síndrome fue que el lugar era ‘totalmente cerrado’”, precisa una nota sin firma, fechada el 27 de septiembre de 2008, en Página 12.

Tragedia: “En los baños funcionaba una guardería improvisada”.

Masacre: En diálogo con Télam, uno de los ex empleados de República Cromañón desmintió el rumor: «Había un solo baño para hombres y mujeres, porque el otro estaba clausurado hace mucho porque se inundaba. Allí algunas chicas se lavaban el pelo, algunos vomitaban y estaba todo lleno de agua. Pero nadie dejaba a sus chicos allí». Por motivos de público conocimiento, no es posible citar la nota original; por fortuna, el texto fue replicado en algunos medios.

Cómo contamos Cromañón

Las versiones que intentaron retratar a Cromañón fueron injustas e imprecisas. Mientras los medios mainstream hacían lecturas superficiales y culpaban a las víctimas, nadie acompañaba a aquellos chicos más que ellos mismos, sus familias y los integrantes de Callejeros. Y es que la ineptitud estatal no solo creó el campo de cultivo para que Cromañón sucediera; también se desvaneció ante las consecuencias. «Más allá de lo que logramos resignificar, es muy difícil estar vivo después de una tragedia en la que murieron 194 pibes. Estuvimos muy solos, nadie nos acompañó», describe Mailín Blanco, en el mano a mano que compartió junto a su esposo con Miguel Granados, para «La Cruda».

Al momento de dicho encuentro (2021), el resarcimiento económico estatal para los sobrevivientes era de 11 mil pesos mensuales y debía tramitarse cada tres meses, violentando y revictimizándoles cuatro veces al año. Por si fuera poco, el empadronamiento para recibir asistencia contaba con numerosos errores, lo que no hizo más que agravar una situación profundamente delicada.

Hoy, cuando veinte años nos separan de una velada tan escalofriante, el antes, el durante y el después son observados con otros ojos. Las irregularidades, la corrupción y el precio de hacer negocios sucios contrastan con la inquebrantable fuerza de quienes salieron vivos, despiertos o inconscientes, de la peor de sus pesadillas.

La importancia de encontrarse, de trazar metas colectivas, de involucrarse en la lucha, el ejercicio de la memoria y un hambre irrefrenable por algo que se parezca a la justicia son parte del manifiesto que Bruno Larocca moldeó y publicó en 2023, y que un año más tarde continúa conmoviéndonos en forma de ficción. La psicóloga Romina Andreini asegura que la popularidad de la serie estrenada este año incrementó la demanda de consultas para tratamientos psicológicos. Ahí, la ruptura de vínculos, los nexos resquebrajados y los sueños parcial o totalmente destruidos trazan una historia colectiva, jamás individual. La contención entre pares y el peso de sobrevivir. La culpa, la angustia, la depresión. La vida en modo automático. La vida después de Cromañón.

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