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febrero 3, 2025
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Chapadmalal y el sueño en 11 metros cuadrados: la historia del Refugio Santa Isabel

Con ingresos anuales que alcanzan los $30.000.000 y una visión clara hacia el futuro, Javier Monzón y Rocío Britez, fundadores del Refugio Santa Isabel en Chapadmalal son un ejemplo de cómo los sueños, cuando se construyen con pasión y esfuerzo, pueden convertirse en realidad.

En Chapadmalal, entre paisajes de mar y campo, surge una historia que combina resiliencia, creatividad y sostenibilidad: el Refugio Santa Isabel. Este complejo de tiny houses no se destaca en el sector turístico por su particularidad de ofrecer mini casas para el turismo, sino que también se convirtieron en un testimonio de cómo empezar de cero puede convertirse en una oportunidad para reinventarse.

“La idea del refugio comenzó en 2017, cuando adquirimos el lote donde desarrollamos el complejo que inauguramos en 2021”, relata Javier Monzón, fundador del proyecto junto a su pareja, Rocío. 

Sin embargo, sus primeros pasos en la construcción se remontan a 2014, cuando decidieron dar vida a su primera tiny house para mudarse ellos en la búsqueda de una vida más tranquila, reutilizando materiales de demoliciones y creando con sus propias manos los espacios que soñaban.

Resiliencia y creatividad frente a la adversidad

Antes de la pandemia, Javier y Rocío tenían una empresa en la Ciudad de Buenos Aires dedicada a la realización de eventos, ofrecían servicios para festivales, grandes cadenas de hoteles y realizaron proyectos en los principales shoppings de Buenos Aires. Su empresa estaba en pleno auge y 2020 prometía ser su mejor año, hasta que la pandemia de COVID-19 puso fin abruptamente a sus operaciones. Las restricciones hicieron que las ferias y exposiciones bajaran su actividad a cero y vieron cómo de un día para otro sus planes y sus ingresos desaparecieron. “Iba a ser nuestro mejor año y nos quedamos sin nada” relata Javier. “Tuvimos que adelantar los planes para venir a Chapadmalal, sin plata, sin un plan de negocios, sin nada pero con las ganas de emprender y llevar este sueño a la realidad”, confiesa.

Ese impulso los llevó a acelerar la construcción del Refugio Santa IsabelPara recuperar la inversión inicial, ofrecieron tarifas un 30% por debajo del promedio de la zona y lograron captar la atención de los primeros huéspedes. Comenzaron con una tiny house, al año siguiente hicieron la segunda y al año la tercera. Tres años después de ese inicio, el complejo recibió más de  600 personas y mantiene una ocupación anual de 230 días anuales por ser el único alojamiento de la zona que opera todo el año.

El futuro: más pequeño, pero más grande

Javier y Rocío no se detienen. Este año, planean construir una cuarta tiny house, que será aún más pequeña que la de 11 metros cuadrados que, actualmente, es la más pequeña del país. Además, buscan sumar una experiencia gastronómica al complejo para brindar un servicio más integral. “No solo queremos ofrecer un hospedaje, sino también que la gente disfrute desde otros puntos de vista”, adelanta Javier.

Para Javier y Rocío, el mensaje es claro: emprender no siempre requiere grandes estructuras ni inversiones iniciales deslumbrantes. “Si nosotros no lo hubiésemos hecho de esta manera, creo que nunca lo habríamos logrado, queremos empujar a quienes tienen el sueño de la casa propia porque con la autoconstrucción es posible lograrlo a un costo más accesible”, reflexiona Javier. 

Hoy, el Refugio Santa Isabel está compuesto por tres tiny houses destinadas al turismo, y cada una tiene su propia historia y una decoración diferente. “Cada tiny es un tetris muy funcional; todas tienen cama queen, baño completo y cocina integrada, está todo pensado para que no falte nada, hicimos todo, desde la construcción de la casa hasta los muebles, así que cada detalle está pensado por nosotros para que sea funcional y cómodo”, comenta Javier. 

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