María Paula Vera, especialista en convivencia digital y psicóloga del programa Internet Sana, analiza cómo los adultos pueden acompañar a los adolescentes en el mundo virtual, entendiendo sus códigos y fomentando un uso responsable de la tecnología.
Por Lucas Alarcón
La miniserie británica Adolescencia ha generado un gran impacto desde su estreno en Netflix el 13 de marzo de 2025. Consta de cuatro episodios filmados en un solo plano secuencia, una técnica que refuerza su narrativa intensa y envolvente. La historia sigue a Jamie Miller, un adolescente de 13 años acusado del asesinato de una compañera de clase, explorando temas como la masculinidad tóxica, la influencia de las redes sociales y la salud mental juvenil. Aclamada por la crítica, la serie ha abierto debates importantes sobre la adolescencia y sus desafíos en la sociedad contemporánea.
Dificultades comunicativas
Uno de los debates más resonantes que ha surgido a partir de la serie es el de las dificultades comunicativas entre adultos y adolescentes en la actualidad, especialmente en un mundo atravesado por lo digital. La brecha generacional se amplía cuando los adultos, que no son nativos digitales, enfrentan obstáculos para comprender y acceder a las dinámicas en las que sus hijos están inmersos. Para profundizar en esta problemática, conversamos con María Paula Vera, especialista en comunicación y educación, quien analiza cómo las redes sociales y la era digital han transformado las relaciones familiares y los desafíos que esto implica para la crianza y el acompañamiento de los jóvenes.
María Paula Vera es licenciada en Psicología ,se ha desempeñado como docente e investigadora en diversas universidades, enfocándose en el impacto de la digitalización en la educación y en las dinámicas familiares. El año pasado, fue una de las autoras del libro “Por una internet + sana” realizado en la Universidad FASTA.
Ha trabajado en proyectos de alfabetización digital para padres y docentes, y es una de las referentes en el debate sobre el rol de las redes sociales en el desarrollo infantil y adolescente. En esta entrevista, comparte su perspectiva sobre los desafíos actuales de la crianza en la era digital y la importancia de fomentar un uso responsable y saludable de la tecnología en la adolescencia.
Entrevista sobre la desconexión entre adultos y adolescentes en la era digital
A partir del éxito de una serie adolescente en Netflix, que está generando mucho debate, se ha puesto en discusión la desconexión entre el mundo adulto y el de adolescentes y preadolescentes, así como el papel clave que juegan internet y las redes sociales. Desde tu experiencia con Internet Sana, ¿notás que esto realmente sucede?
Sí. Históricamente, ha sido difícil establecer vínculos y diálogo con los adolescentes. Es una etapa compleja en la que atraviesan crisis y buscan su autonomía, creyendo que nada les va a pasar. Tienden a descalificar la autoridad de los padres como parte de su proceso de independencia, lo cual es necesario para su desarrollo.
Creo que la serie refleja cómo distintos sectores importantes de la sociedad, como la educación, la familia y la justicia, no logran prevenir, contener o sancionar ciertos comportamientos, como el bullying y el ciberbullying.
Desde Internet Sana, cuando abordamos el bullying o el ciberbullying, evitamos una lectura binaria de víctima y victimario. Hacemos un enfoque integral: se trata de una situación que generó un acto de violencia, agresión u hostigamiento sostenido en el tiempo, en la que todos resultan afectados. Quien ejerce la violencia también está atravesando algo que lo lleva a vincularse desde la agresión.
Como sociedad, solemos creer que un adolescente violento proviene de un entorno desestructurado, que no recibe contención ni atención. Sin embargo, la serie muestra otro aspecto: en este caso, hay una familia presente, y la justicia y la psicóloga intentan comprender el contexto en el que se crió el agresor sin partir de preconceptos.
Lo que vemos aquí es que los padres no percibieron lo que vivía su hijo, no por falta de atención, sino por no comprender lo que estaba ocurriendo. En el último capítulo, cuando se preguntan «pero estaba en casa», en nuestros talleres lo abordamos mucho: hay una falsa sensación de seguridad al creer que, porque el adolescente está en casa o en la escuela y no muestra comportamientos problemáticos, nada le sucede. Pero, si está frente a una pantalla, está expuesto a riesgos globales.
A veces creemos que, como el cuerpo no está físicamente expuesto en el entorno digital, nadie puede lastimarlo. Pero lo que ve, con quién interactúa y qué comunica también son aspectos que debemos atender. Es fundamental educar en los riesgos del mundo digital, porque el hostigamiento en redes puede ser tan o más dañino que una agresión física.
¿Cómo puede un adulto contener y acompañar a los adolescentes en el ciberespacio si no conoce sus códigos o lenguaje?
La serie muestra cómo los emoticones y ciertos códigos tienen significados distintos de los que los adultos presuponen.
Lo esencial es lo mismo que en el mundo físico: interiorizarse en sus intereses y estar atentos. Así como nos preocupamos por la escuela a la que asisten, su pedagogía y su entorno, debemos conocer las plataformas virtuales que frecuentan, los contenidos que consumen y las interacciones que tienen.
También hay una falsa creencia de que, porque los adolescentes dominan la tecnología mejor que nosotros, saben cuidarse. Y no es así. Como adultos, acompañamos su proceso de socialización en la vida real, les enseñamos a cruzar la calle, a usar el transporte, a protegerse en la noche. Pero en la socialización digital, muchas veces los dejamos solos, suponiendo que podrán sortear los peligros por sí mismos.
Por ejemplo, los groomers son adultos que estudian cómo acercarse a los adolescentes, los halagan, juegan a sus juegos, los conquistan. Los chicos no siempre pueden discernir si algo es chantaje o una manipulación encubierta. Ahí es donde el adulto debe intervenir y fomentar la duda: «¿Cómo sabés que esta persona es quien dice ser?».
Si les preguntamos si se subirían al auto de un desconocido, dirían «no, ni loco». Sin embargo, en el espacio digital, acceden a compartir datos personales con desconocidos sin cuestionarlo. Ahí es donde debemos actuar.
Cada niño es distinto, y no hay una edad específica para darle acceso a un celular o a ciertas plataformas. Conocemos a nuestros hijos y aplicamos criterio en otras decisiones, como a qué edad permitirles andar en bicicleta o manejar una moto. Lo mismo debería ocurrir en la virtualidad.
¿Por qué las redes sociales generan tanta soledad, especialmente en adolescentes? ¿Es un fenómeno inevitable o algo buscado?
Leí un artículo recientemente que analizaba esta idea de que, en un mundo hiperconectado, estamos más desconectados. Se suele decir que los chicos ya no juegan en grupo y se aíslan, pero también es cierto que muchas veces están más presentes y conectados a través de la tecnología.
Más que verlo como aislamiento o conectividad, debemos entender que se trata de nuevas formas de socialización. El problema surge cuando hay abuso o exclusividad. Si un adolescente deja de salir, no quiere hacer deporte y altera sus hábitos de sueño y alimentación por el uso excesivo de pantallas, entonces es preocupante.
Para algunos, la tecnología ha sido una herramienta que les permitió vencer inseguridades y socializar más. Para otros, puede representar un riesgo si exponen su privacidad sin cautela. Lo importante es garantizar un equilibrio entre la identidad digital y la física, porque ambas se complementan en la construcción de la identidad personal.
¿Hace cuánto tiempo están con el programa Internet Sana, y qué resultados han observado?
Desde 2012. Empezamos abordando las ciberviolencias y el grooming, y hoy trabajamos mucho en la convivencia digital. Buscamos una internet más sana y concientizamos sobre cómo ser ciudadanos digitales: conocer derechos y deberes, y utilizar la tecnología de manera responsable. La demanda es alta y trabajamos con un enfoque integral en prevención y educación.
Somos un equipo interdisciplinario: yo soy licenciada en Psicología, pero también trabajamos con comunicadores, abogados, ingenieros en sistemas y criminalistas, generando materiales y estrategias para reducir el daño y la violencia en entornos digitales.