“¿Quién te robó el corazón?
Apaga la televisión”
SKA-P
Por Natalia Muñoz
“¿Puede alguien pensar en los niños?”, se preguntó acongojada reiteradas veces Elena Alegría, encargada de inmortalizar esa frase en la serie televisiva Los Simpson. Es la ilustración de una hipérbole que contrasta inmediatamente con la trama de los capítulos en donde aparece: las personas adultas están en la suya. Y, si, ilustrar con Los Simpson situaciones de la vida real puede ser un recurso forzado, pero el peligro de no pensar en las infancias y adolescencias de nuestra ciudad aproxima de manera acelerada en tiempo y espacio las consecuencias cada vez más abrumadoras: crece la violencia en las escuelas de Mar del Plata.
A apenas días de haber comenzado el ciclo lectivo, un estudiante adolescente de la Escuela Municipal de Educación Secundaria N° 213 del barrio San Patricio convidó a cinco compañeros un café que estaba adulterado con marihuana y otras sustancias. Las y los adolescentes afectados debieron ser atendidos de urgencia en el Centro de Atención Primaria de la Salud (CAPS) de Playa Serena. La intoxicación fue persistente al menos para uno de ellos, que debió continuar su tratamiento en el Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA).
Una semana después, el país veía en sus pantallas con preocupación la planificación de un tiroteo escolar en la localidad de Ingeniero Maschwitz.
En simultáneo, en nuestra ciudad se viralizaba un video que dos adolescentes habían filmado mientras manipulaban un arma y amenazaban a un compañero de curso: “Ranchito con eso le vamos a dar, que no se regale”, se los oye decir. Los protagonistas son dos adolescentes de 11 años, estudiantes de 6º grado del colegio privado Jesús María, ubicado en Estado de Israel al 3000.
La familia y los compañeros del niño amenazado advirtieron que no era la primera instancia de acoso y bullying hacia la víctima, aunque sí la primera con ese grado de violencia y amenaza.
Distinta es la historia que atraviesa a la Escuela Secundaria Nº 58 del barrio El Martillo. El pasado lunes 7 de abril, un adolescente de 16 años ingresó a clases con un arma de fuego. Tras la intervención de las autoridades escolares se supo que estaba descargada y que era un modelo viejo.
La Policía incautó la pistola y la dejó a disposición del fiscal de turno en el Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil, Walter Martínez Soto. El joven, a quien se le inició una causa por tenencia de arma de uso civil, se negó a declarar al momento de ser citado.
Días después, supuestos amigos del imputado amenazaron a través de las redes sociales a sus compañeros de clase: “mañana mueren todos porque llamaron a la gorra”. La comunidad educativa resolvió suspender las clases por seguridad.
Cada una de estas instancias cuenta con su avance judicial, pero importa aquí una preocupación anterior: ¿por qué hay tanta violencia entre adolescentes en las escuelas de Mar del Plata?
La violencia
“No hay que tomar estos casos de violencia que comienzan en la escuela a la ligera”, dijo el fiscal Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil, Walter Martínez Soto, en diálogo con el diario La Capital. El funcionario relató en esa ocasión que “se ven cada vez más situación de bullying, de chicos cada vez más chicos que se pelean a los golpes a la salida de las escuelas y de hasta bandas que van a diferentes colegios para ‘desafiar’ a otros, como si de matones de primaria o secundaria se tratara”.
“Siento que son todos pedidos de ayuda: mirá lo que hago”, analizó la psicóloga infantojuvenil, integrante del Colegio de Psicólogos de Mar del Plata y del Consejo Local de Niñez y Adolescencia, Virginia Ocampo, en conversación con Bacap.
Es de esperar que una situación tan compleja tenga diversas raíces. Para la profesional, “por un lado hay falencias como sociedad en cuanto a acompañar adolescencias y niñeces”. Esa deficiencia también corresponde a un Estado “que se retrae hace años” y cuya retirada “se profundiza con este modelo que tenemos ahora”.
Pero no se trata solo de una falencia de las grandes estructuras de la sociedad. “Hay una cuestión más micro de cada familia, en cómo los adultos acompañamos a nuestros adolescentes: La primacía de la tecnología como modo de estar corta la comunicación interna”, analizó Ocampo. “Es necesario defender la comunicación más horizontal en cuanto al uso del celular”, propuso.
Para Ocampo hay escasez de sitios seguros de contención donde las y los jóvenes puedan expresarse, conocerse, cuestionarse, desarrollarse y regularse. Son procesos vitales que, con mayor o menor conciencia, todas las personas atravesamos. Carecer de un espacio de manifestación y desahogo genera falta de confianza con el entorno mientras se acumulan emociones que buscan un caudal de salida. Esa salida puede ser fluida y amable, o puede convertirse en un estallido. Ya lo vimos.
¿Y la seño?
La fácil. Caerle al sistema educativo en su expresión más individual genera movimientos que no son positivos ni justos.
“Solicitamos que el mundo de las y los adultos actúe con la corresponsabilidad que la situación demanda”, expresaron desde la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires (PBA) en una carta abierta a la comunidad educativa que emitieron tras la creciente tendencia de sucesos violentos entre adolescencias en el territorio. “Observamos que con reiterado simplismo se deposita en la institución escolar y en sus docentes toda la responsabilidad de la educación de las niñas, los niños y adolescentes”, criticaron.
“Lo ideal sería poder trabajar en equipo”, evaluó la psicóloga infantojuvenil Ocampo sobre el rol de las y los docentes, “que pueda tener un equipo de orientación que la apoye, una dirección que la acompañe, poder convocar a la familia, evaluar recursos y elaborar un plan de acción”.
En los escenarios ideales en donde esos equipos se consolidan, igual “la seño” queda mano a mano con el conjunto de estudiantes en el aula. “Lo primordial en el aula es construir un vínculo con los estudiantes. Hay un cambio de paradigma con el vínculo: la autoridad era el docente porque tenía el saber, pero ahora la información está dentro de la computadora”, repasó.
“Hoy la autoridad se construye desde cómo me vinculo, cómo lo escucho, cómo lo acompaño: es un gran desafío para los docentes, y para los docentes más grandes, aún más”, agregó. La escuela muta hacia un espacio donde el aprendizaje académico es lo secundario.
Para pensar
Ante el pedido de una reflexión final sobre este asunto, que lejos parece de solucionarse, a pesar de haberse alejado de los medios, la psicóloga Virginia Ocampo dijo: “No creo que el camino sea echarles la culpa a los adolescentes violentos, sino que esto sirva como un espejo para cuestionar lo que estamos haciendo los adultos”.
¿Qué estamos haciendo como adultos?