noviembre 22, 2025
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Alfar: la medialuna marplatense que conquista España, impulsada por la nostalgia y un «sabor adictivo»

Valentina Jauregui, cofundadora de ALFAR, revela cómo transformaron la nostalgia por «el símbolo de la panadería marplatense» en un exitoso puente gastronómico entre Mar del Plata y España. Desde los desafíos iniciales de insumos y normativas hasta la clave de su crecimiento: una receta innegociable y la reacción «adictiva» del público español.

La medialuna tibia, suave, con ese dulzor característico, es un ritual para cualquier marplatense. Pero en España, ese ritual no existía. De esa carencia y de la nostalgia de una argentina en el extranjero, nació ALFAR. En esta entrevista exclusiva con Bacap, Valentina Jauregui, una de sus fundadoras, nos detalla el ambicioso proceso de adaptación, los elementos «no negociables» de su identidad y cómo lograron que un producto tan nuestro se hiciera un lugar propio en un mercado dominado por la bollería local. El resultado es un caso de éxito que demuestra que la identidad, cuando se apoya en la calidad, no tiene fronteras.

¿Cómo surge la idea de llevar un producto tan arraigado y emblemático de Mar del Plata, como son las medialunas, hasta un mercado tan diferente como el español?

La idea nació de una mezcla de nostalgia y oportunidad. Somos de Mar del Plata, y para nosotros las medialunas no son solo un producto: son el símbolo de la panadería marplatense. Cuando llegamos a España vimos que, a pesar de la enorme cultura cafetera, no existía nada parecido a esa experiencia tan nuestra: la medialuna tibia, recién horneada, suave, con ese dulzor característico. La extrañábamos muchísimo… y descubrimos que a muchos argentinos les pasaba lo mismo. Ahí surgió la pregunta: si esto nos falta a nosotros, ¿por qué no traerlo? ¿Por qué no hacer que los españoles también puedan descubrirlo? Así nació ALFAR: como un puente emocional entre Mar del Plata y España, manteniendo la esencia de la medialuna marplatense, pero adaptando todo lo necesario para conquistar un mercado completamente nuevo.

¿Cuáles fueron los primeros desafíos prácticos al iniciar el proyecto en España? Desde la obtención de los insumos hasta la elección de la ubicación, ¿qué fue lo más complejo de trasladar de un continente a otro?

Los primeros desafíos fueron enormes porque literalmente empezamos desde cero. No éramos panaderos, no sabíamos hacer medialunas y, además, no teníamos idea de cómo funcionaba nada en España: la búsqueda de locales, las licencias, los permisos, las empresas de reformas… ni siquiera teníamos una referencia real de cuánto podía costar montar un proyecto así en otro país.

Algunos de los mayores desafíos fueron: ● Encontrar insumos equivalentes a los que se usan en Mar del Plata, ya que muchos productos se llaman distintos o no tienen exactamente los mismos componentes en Europa. ● Dar con proveedores confiables. ● Aprender las normativas locales, que impactan en cómo se trabaja dentro del obrador y tiendas. ● Elegir la ubicación correcta, sin conocer aún los hábitos y la cultura comercial de cada barrio. Sin dudas, lo más complejo fue que cada una de estas decisiones —desde la mantequilla hasta la calle donde abrir— tenía que permitirnos llegar a un producto final que respetara la esencia marplatense, aún en un contexto totalmente nuevo y desconocido para nosotros.

Al establecerse en un nuevo país, ¿cuál es su estrategia para mantener la esencia y el sabor característico de la medialuna marplatense? ¿Qué elementos consideran no negociables para conservar esa identidad?

Tenemos tres “no negociables”: 1. La receta base y los procesos de laminado y levado, que respetamos al 100%. 2. La calidad de la materia prima. Preferimos encarecer costos antes que bajar estándares. 3. La cocción que es la clave para esa textura suave y ese sabor tan reconocible. Además, cuidamos muchísimo la capacitación interna. No es solo “hacer medialunas”: es entender la técnica y la tradición detrás del producto. Esa transmisión cultural es, para nosotros, tan importante como la receta.

Además del sabor clásico, ¿hay algún aspecto distintivo, un «sello propio», que haga que sus medialunas en España se destaquen y las diferencie de otras ofertas de bollería local?

Sí, y es algo que cuidamos muchísimo. Nuestro sello propio tiene que ver con la calidad de la materia prima, con el proceso de elaboración y con la experiencia final del producto. Usamos mantequilla 80%, que es clave para lograr un sabor premium, más profundo y más redondo que el de una bollería estándar. Es un ingrediente que encarece la producción, pero para nosotros es parte de la identidad de la medialuna: sin eso, no sería lo mismo. A nivel elaboración, nuestras medialunas son artesanales, pero al mismo tiempo trabajamos con un proceso muy estandarizado, lo que nos permite abastecer seis locales manteniendo siempre la misma calidad. Ese equilibrio entre lo artesanal y la estandarización es parte de nuestro ADN: crecer en estructura y maquinaria sin perder la mano, el cuidado y la textura característica de la medialuna marplatense. Y, por supuesto, la medialuna en sí es un producto diferente a la bollería local: más suave, más húmeda, con ese brillo y ese dulzor que la hacen reconocible al instante. No intentamos competir con el croissant francés; son productos diferentes.

¿Cómo ha sido la recepción de las medialunas por parte del público español?

Mucho mejor de lo que imaginábamos. Los argentinos las adoptaron desde el primer día, porque representan un recuerdo. Pero el gran salto vino cuando los españoles y turistas empezaron a probarlas “sin referencias previas”. Para ellos fue descubrir algo nuevo: un sabor completamente distinto al croissant clásico. El comentario que más escuchamos es: “esto es adictivo”. Y eso nos confirmó que el producto tenía potencial más allá de la nostalgia.

¿Cuáles han sido los hitos más importantes que marcaron un antes y un después en su desarrollo en el mercado español?

Podría resumirlos en cuatro: 1. La apertura de la primera tienda, que validó el producto y nos permitió ver la reacción real del público. 2. El boca a boca de la comunidad argentina, que fue clave para crecer sin inversión publicitaria. 3. La llegada de la primera franquicia, nos mostró que la marca tenía capacidad de expandirse. 4. La consolidación en Madrid y Barcelona, dos mercados muy exigentes, donde comprobamos que ALFAR podía competir con propuestas de altísimo nivel. Cada uno de esos pasos nos dio confianza para seguir creciendo.

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