Radicado en Barcelona, el entrenador argentino forjó su carrera internacional en India y ahora celebra un título histórico en Afganistán.
Por Florencia Cordero
Acostumbrado a los desafíos lejos de su tierra, Fernando Santiago encontró en Afganistán un nuevo capítulo inesperado en su carrera. Con una sólida trayectoria en el fútbol de India, donde la vida y el trabajo ya se le habían hecho cotidianos, jamás imaginó que su próximo destino lo llevaría a convivir día a día con realidades tan distintas como impactantes.
Su trabajo no pasó desapercibido: el crecimiento y reconocimiento en India abrieron nuevas puertas. En noviembre, recibió un llamado inesperado: el capitán de la selección de Afganistán, a quien había dirigido años atrás, lo contactaba para ofrecerle un nuevo desafío. Pese a las naturales dudas sobre la seguridad en un país tan golpeado, Santiago aceptó el reto tras confirmar que el contexto era estable.
“Fue una sorpresa enorme cómo me trataron en Afganistán”, confiesa. En un país donde el fútbol representa una pasión desbordante, Fernando asumió la conducción de Abu Muslim FC, un equipo que reunía a diez futbolistas de la selección nacional, con el objetivo claro de ser campeones. Y lo lograron: en un torneo corto, su equipo ganó 10 de 11 partidos, clasificándose además para la próxima Copa de Asia.
Su llegada a Afganistán fue todo un salto al vacío. A diferencia de la experiencia previa en India, donde el idioma era un puente hacia la comunicación, en Kabul se encontró con que muchos jugadores ni siquiera hablaban inglés. Para asegurarse de que su mensaje llegara claro, el club le asignó dos traductores que se transformaron en piezas clave de su trabajo diario.
Desde el primer día, el desafío fue más allá de lo futbolístico. Adaptarse a las costumbres locales, a las normas sociales estrictas y a las particularidades del día a día implicó una apertura cultural profunda. En lo personal, incluso la comida terminó resultándole más amigable que en su experiencia en India. “Me sorprendió que el cordero fuera tan predominante, pero me hicieron comidas especiales, se volcaron muchísimo a que yo estuviera cómodo”, relata.
El proceso de adaptación no fue solo culinario. Las dinámicas sociales marcaron su cotidianidad: desde las estrictas divisiones de género hasta la presencia constante de talibanes, que oficiaban como policía en las calles. A pesar de los prejuicios iniciales, su día a día le mostró una sociedad compleja, atravesada por contradicciones: por un lado, restricciones evidentes, sobre todo en la educación y los derechos de las mujeres; por otro, una parte importante de la población -incluidos muchos de sus propios jugadores- que anhelaba cambios graduales, soñando con un futuro más abierto.
Una de las imágenes más fuertes que se llevó fue la invitación a una boda: una celebración por completo separada entre hombres y mujeres, donde la fiesta masculina consistió apenas en una cena, una foto y poco más. O aquel primer entrenamiento cuando la seguridad del plantel incluyó no solo guardias, sino hombres armados con ametralladoras, en una postal difícil de imaginar para cualquier occidental.
Pero el fútbol, como siempre, terminó siendo el lenguaje universal. Bajo su conducción, el club logró algo histórico: ganó su primer campeonato. El festejo, multitudinario, con la gente celebrando en las calles en un país donde las alegrías suelen ser escasas.
¿Por qué lo eligieron para semejante desafío? Quizás, porque su recorrido en India había dejado huella. Ya había dirigido a varios jugadores afganos en otras etapas, y su nombre circulaba desde tiempo atrás en los pasillos del fútbol asiático. De hecho, tiempo antes le habían ofrecido dirigir la selección nacional, aunque debió declinar por respeto a un contrato vigente en la India. Su huella, sin embargo, permaneció viva, y su llegada a Afganistán terminó de consolidarlo como un referente confiable.
Ahora, su futuro inmediato incluye una nueva etapa en tierras afganas. El proyecto deportivo sigue en pie, con la ilusión de disputar la Copa de Asia y consolidar un equipo que sueña con crecer más allá de las fronteras.
A nivel personal, sabe que adaptarse es parte del camino. “Cuando uno llega a un país y le abren las puertas, la responsabilidad es respetar sus normas, tratar de dejar algo y ayudar a crecer a la gente local”, dice. Eso sí: su gran objetivo es poder, en un futuro, contar con más personas de su máxima confianza en el staff, para seguir potenciando su trabajo en un contexto que, día a día, le exige mucho más que saber de táctica o estrategia.
Mientras tanto, su historia sigue escribiéndose en lugares impensados, con la certeza de que, para quienes abrazan el desafío como modo de vida, no hay territorio imposible.


Los orígenes en suelo marplatense
Desde Mar del Plata hasta los rincones más lejanos del mundo, su carrera no deja de crecer. Y cada paso, cada abrazo recibido a miles de kilómetros, demuestra que su éxito no solo se mide en títulos, sino también en el cariño de quienes cruzan su camino.
Antes de comenzar su recorrido internacional, Fernando dio sus primeros pasos en el fútbol de su querida Mar del Plata, donde fue formado en el Club Al Ver Verás, bajo la guía del recordado Carlos De los Reyes, y más tarde continuó su crecimiento en Independiente, donde llegó a debutar en la Primera División.
De aquellos años, guarda un afectuoso recuerdo de entrenadores como Carlos Montenegro y Atilio González, figuras que dejaron huella en su formación personal y deportiva. También mantiene una amistad con Mariano Charlier, hoy como DT en Aldosivi, a quien dedica palabras de admiración y gratitud.
Al evocar su ciudad natal, Fernando no oculta la emoción. Para él, Mar del Plata representa mucho más que el lugar donde nació: es el escenario donde se forjaron sus valores, su carácter y su pasión por el deporte. Reconoce que haber sido acompañado, aconsejado y alentado en aquellos primeros años fue fundamental para poder enfrentar los desafíos que luego le planteó su carrera en el exterior.
Hoy, a la distancia, sigue llevando consigo los recuerdos de su familia, de los amigos de siempre y de esos clubes que le enseñaron que, más allá del éxito, lo más importante es mantenerse fiel a los principios que lo formaron.