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abril 30, 2024
Lo de Allá

El 12,2% de la población mundial vive en un país diferente al que nació

Alrededor de mil millones de personas viven en un país diferente al que nacieron. La experiencia de irse a vivir a otro país requiere de muchos desafíos.

Emigrar es una de las experiencias más intensas para una persona, por eso sería de gran ayuda si existiera un manual de procedimiento, un coach que entrenara para eso, o simplemente una lista de consejos, para ayudar en ese momento tan trascendente en la vida de los que desean cambiar de hogar, de entorno, de ambiente, de país.

Alrededor de mil millones de personas viven en un país diferente al que nacieron, es decir casi el 12,5% de la población mundial. Sin embargo, se sabe que no se trata de una decisión fácil de tomar. Requiere de varios pasos, reflexiones, renunciamientos y, sobre todo, de apertura mental.

“La puerta de los cambios se abre de adentro para afuera, por eso el ánimo debe estar templado antes de comprar los pasajes, llenar los formularios o preparar planes de negocios. Porque encontrar las oportunidades demanda una actitud abierta y madura. Una tranquilidad mental que permita mirar la realidad desde un ángulo distinto”, advierte el economista y escritor argentino radicado en Estados Unidos, Marcos Victorica.

Algunos tips

Tras fundar su empresa BAS Storage, Victorica ofrece una serie de tips en los que señala que “la fuerza espiritual, la curiosidad, la pasión, tener una meta, serán la principal fortaleza de un inmigrante antes las adversidades. Asimismo, es importante aprender el delicado equilibrio entre disfrutar del presente, dejar atrás el pasado y ser consciente de que siempre serás inmigrante. Incluso si decides volver a tu lugar de origen, porque la vida allí también siguió su curso”.

Otro punto crucial que señala el CEO de BAS Storage es cerrar los oídos a los allegados, puesto que más que consejos son anclas para el viaje. Quizás lo más beneficioso para inmigrante es el respeto por el éxito. Porque el actor central de la inmigración es el inmigrante mismo: la persona, su actitud, su aptitud y sus circunstancias.

En este sentido, la primera pregunta que hay que hacerse es por qué me quiero ir. No hay respuestas correctas o incorrectas, lo importante es entender los verdaderos motivos. Cualquier razón puede ser válida, siempre que seamos conscientes que detrás de las fronteras no existen soluciones mágicas. Cuando los cimientos del cambio no están bien establecidos, la perseverancia y el valor que se necesitan para triunfar se hundirán ante la aparición de los primeros inconvenientes.

Por eso, las exigencias, el duende del éxito son la apertura mental para asimilar lo diferente, la humildad para incorporar la realidad en lugar de pelearse con ella, y la flexibilidad para adaptarse a lo nuevo.

Qué llevar 

Todo es cuestión que saber elegir cómo armar la mochila. Podemos cargarla con las piedras del pasado, en cuyo caso no importa cuál sea el destino, siempre estarán allí para encorvarnos la espalda, cargarnos de remordimientos, culpa y viejos mandatos. Pero también podemos optar por llevar toda la energía para mirar la realidad con ojos frescos, sin el lastre de quienes siempre vivieron allí. Lo que nos otorga una ventaja enorme que se puede traducir en creatividad, nuevos paradigmas y éxito.

También, entre los efectos personales más preciados, junto con el teléfono del amigo de algún amigo y las ilusiones, vienen escondidos los prejuicios. Los hay de distinto pelaje y tamaño, positivos o negativos, pero siempre conviene mantenerlos a distancia porque nos alejan de la realidad.

Ganar plata es visto como un indicador de esfuerzo y talento. Los desafíos son muchos, la competencia fuerte, pero los caminos están abiertos para el que quiere avanzar. La envidia no es una epidemia, y por el contrario es muy mal vista, por ejemplo, en Estados Unidos.

Pero si alguien piensa que los dólares van a llenar el vacío del alma, luego de haber vivido sólo para ganarlos, descubrirá cuán rápido la angustia y la ansiedad internas son capaces de borrar la diferencia entre una Ferrari y un Cinquecento.

Lo que más nos debería estimular no es dinero, sino algo mucho más valioso, como el tiempo libre de preocupaciones para pasar del ritmo epiléptico de la vida de las urgencias a comenzar a escuchar el murmullo sutil de los deseos y el cuchicheo de la inspiración. El lenguaje del espíritu es tímido, solo se manifiesta ante los sonidos del silencio.

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