En Mar del Plata el grupo Rosas del Mar son referentes de esta práctica internacional que ayuda a mujeres que tuvieron cáncer de mama.
Por Gabriela Navarra, de la Red Argentina de Periodismo Científico.
Impulsado hace 27 años por el médico canadiense Don McKenzie y practicado hoy por más de 40 mil sobrevivientes de cáncer de mama en todo el mundo, entre ellos 24 grupos en la Argentina, el remo en bote Dragón demostró que no solo es una excelente actividad para transitar emocionalmente la recuperación de la enfermedad, sino que además previene la linfedema, una acumulación del líquido linfático en el brazo de la mama extraída que afecta a una de cada 4 mujeres que atravesaron este tumor.
«En ese entonces, las pacientes sobrevivientes de un cáncer de mama recibían estrictas indicaciones. Nada de levantar pesos (gimnasio, nietos), nada de golf o tenis, nada de movimientos repetitivos y extenuantes con el brazo, nada de natación estilo pecho, nada de canoísmo o piragüismo. Nosotros propusimos todo lo contrario: invitamos a 24 mujeres que habían tenido cáncer de mama, de 31 a 62 años, a integrarse como remadoras (con o sin experiencia) de un bote Dragón. Y el ejercicio demostró ser muy beneficioso física, psíquica y espiritualmente», cuenta McKenzie en diálogo con Télam-Confiar.
Don McKenzie, profesor emérito de la División de Deportes y Ejercicio de la Facultad de Medicina y la Escuela de Kinesiología de la Universidad de British Columbia, en Canadá, recuerda que la mayoría de sus colegas no coincidían con su propuesta.
«Hasta un 25% de las mujeres operadas de cáncer de mama desarrollan linfedema, que es la acumulación de líquido linfático en el brazo del lado en que se han extraído ganglios o estos han recibido radiación -puntualiza-. Yo estaba especialmente interesado en encontrar alguna opción terapéutica que no limitara las vidas de las mujeres y que evitara o disminuyera el riesgo de desarrollar linfedema».
El proyecto de McKenzie se extendió rápidamente por el mundo. El primer equipo de remo en bote Dragón salió al agua en 1996, en False Creek, una ensenada que se extiende hacia el centro de Vancouver, Canadá. Fue ese grupo de 24 mujeres recuperadas de cáncer de mama con el que el McKenzie comenzó sus entonces revolucionarias investigaciones.
Hoy practican el deporte unas 40 mil mujeres recuperadas de cáncer de mama en todo el mundo y existen más de 250 equipos en 32 países.
La entidad que nuclea todos los equipos mundiales es la Comisión Internacional de Remadoras contra el Cáncer de mama (International Breast Cancer Paddlers Commission, IBCPC, https://www.ibcpc.com/ ).
«Hay equipos en todos los continentes. Brasil, por ejemplo, tiene más de 50, al igual que Canadá y Estados Unidos. Algunas grandes ciudades del mundo tienen más de uno, como Vancouver, que tiene seis», afirma el médico.
En la Argentina hay 24 «Grupos Rosa», como se les llama habitualmente.
¿Por qué el bote Dragón y no otro?
Este tipo de bote, que existe en China desde hace más de dos mil años y se utiliza en deportes y competencias, es una embarcación fina y larga que puede albergar de 20 a 24 «palistas» agrupadas en dos filas.
«No es el remo tradicional que conocemos. No remamos con los dos brazos a la vez sino con uno y se van rotando los lugares para poder trabajar con ambos. Casi todas nosotras, justamente por la operación que pasamos, tenemos un brazo mejor que el otro, entonces tratamos de ejercitar más el que necesitamos», explica María Eugenia Morales (65), una arquitecta que vive en Bariloche, tuvo cáncer de mama hace 20 años y es una de las primeras integrantes de la Asociación Civil Nahuel Rosa, formada en 2018.
Las mujeres «palean» tocando prácticamente el hombro de la compañera que va adelante, muy cercanas las unas de las otras, y lo hacen con el ritmo que marca alguien que toca el tambor en la proa, en tanto un timonel en la popa del bote se encarga de mantener la dirección.
El éxito está en la coordinación: hay que remar juntas, y eso -aseguran- genera un lazo de unión y compañerismo que es parte de la recuperación después del cáncer.
«A nosotras nos cambió la vida. Después de la cirugía yo tuve linfedema y hacía drenaje linfático manual. Remando en el bote dragón no me hizo falta seguir haciéndolo. Si bien no es imprescindible tener una condición física en especial, lo ideal es entrenar y hacer un poco de gimnasio como apoyo», dice Susan Ballesty (61) contadora, también de Bariloche y una de las fundadoras de la Asociación Civil Nahuel Rosa.
Matilde Yhani es médica de familia y, en 2015, cuando se recuperó de un cáncer de mama -y atenta a su hobby favorito que era remar en el Tigre-, fundó ‘Rosas del Plata Tigre’ (https://linktr.ee/Rosasdelplata) con el apoyo del club Náutico Hacoaj. El equipo rema en las lagunas de Nordelta
«El remo recupera el drenaje natural de los brazos, algo que reduce el riesgo de linfedema, un efecto secundario muy común en pacientes operadas de cáncer de mama con vaciamiento axilar», explica.
Un diagnóstico que no todos quieren recibir
Yahni agrega que en la Argentina unas 60 mujeres por día reciben un diagnóstico de cáncer de mama. La médica integra el Panel de Consejo Médico (Medical Advisory Panel) del IBCPC para las 40 mil mujeres que reman en el mundo.
El grupo de expertos -formado por representantes de Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Inglaterra y Rumania- se reúne online una vez por mes para conversar sobre deporte y este tumor, el más frecuente entre las mujeres a nivel global.
Cada cuatro años se hace un festival que reúne a las remadoras de los países que integran la IBCPC y los anfitriones ponen los botes.
El grupo es de participación gratuita y no se limita a la actividad deportiva. También realiza una tarea muy activa en materia de difusión y prevención.
*Esta nota es una producción de Télam-Confiar, una plataforma con información especializada en ciencia, salud, ambiente y tecnología (www.telam.com.ar/confiar).