Catálogos meticulosos, con propuestas originales y un marcado interés por encontrar nuevas voces, marcan la identidad de los nuevos proyectos literarios.
Por Leila Torres
Pese al aumento del precio del papel que ahoga a las editoriales independientes y a la falta de estabilidad económica, varias librerías apuestan a ir más allá de la compra y venta de libros para acuñar proyectos editoriales de catálogos meticulosos, con propuestas originales y un marcado interés por encontrar nuevas voces, tal como lo hizo la pionera Eterna Cadencia, a la que le siguieron sellos como Musaraña, El Gran Pez, Los Confines y, más recientemente, Mandrágora.
Hace varios años que la crisis económica amenaza la industria editorial. En 2019, según cifras de la Cámara Argentina del Libro, hubo una producción de ejemplares reducida casi a la mitad en relación a 2016. Sin embargo, pese a este panorama, la pasión por divulgar la literatura es tal que muchas librerías consolidadas se animaron a sumar un proyecto editorial.
Pasión por la lectura
Luego de años de transitar el universo de los libros, la librería Mandrágora, ubicada en el barrio porteño de Villa Crespo, acaba de lanzar un sello editorial de nombre homónimo con la ambición de concretar el proceso de producción de un libro. Del proyecto están a cargo Carolina Silbergleit y la escritora y periodista Florencia Monfort, amiga que vio crecer a la librería.
«Hace unos años decidimos un cambio de vida junto a mi pareja para encontrar otra más cercana a lo que nos apasiona», cuenta a Télam Silbergleit sobre el surgimiento de la librería (Vera 1096) que acogió clubs de lectura en francés, talleres de escritura y reuniones para compartir experiencias literarias; mientras que el sello nació de la «pasión por la lectura» compartida con Monfort y «qué mejor que enmarcarlo en el paraguas de Mandrágora», lanza.
El título inaugural del nuevo sello es «Vías de extinción», de la escritora Ana López, una novela breve narrada en primera persona sobre una mujer que pierde a su hijo adolescente en un accidente ferroviario. «Nos pareció potente, hermosa, profunda e ideal para arrancar un proyecto editorial que tiene como premisa máxima publicar lo que nos guste, lo que nos haga felices», explica la ahora editora sobre la elección del libro.
La siguiente obra que se unirá al catálogo es «La lenta reparación de los tejidos», de Madeleine Wolff. «También está escrita en primera persona pero no es una decisión para el futuro de Mandrágora que excluya otro tipo de narrativas», advierte Monfort y explica: «Creemos que las primeras personas, autobiográficas o no, representan mucho del tono contemporáneo y de la circulación de la literatura actual y eso nos gusta mucho».
Para este dúo editorial la premisa más importante es que «los textos gusten» y «verlos materializados». La distribución, que estará a cargo de Big Sur, permitirá encontrar los libros a medida que vayan saliendo en todas las librerías del país. «Estamos muy contentas con eso», dice Monfort.
El Gran Pez, con sello marplatense
En noviembre pasado fue la librería marplatense El Gran Pez la que tomó impulso de su pasión por la lectura y creó un nuevo sello. Ubicada en San Luis al 2100, la librería se formó a partir de la confluencia de tres editoriales y la ambición por reunir libros en un mismo espacio físico.
Su sello se lanzó con un autor seleccionado del día a día en el local. «Un cliente silencioso, comprador compulsivo de editoriales como Dakota, Atalanta, La mariposa y La iguana, amante de los perros, que siempre paga en efectivo y no pide descuento, que los meses de invierno suele venir en sandalias, un día nos dijo que tenía una novela. No es algo nuevo, pero por algún motivo nos llamó la atención», describe Esteban Prado.
«Como muchos clientes que entran a El gran pez pensando que se van a encontrar con un libro que no buscan, nos encontramos con un proyecto que nos entusiasmó y coincidió con el siguiente paso: comenzar una editorial», cuenta Prado sobre ese primer evento que, remarcó, «permitió entender que quizás en el azar estaba la respuesta de la segunda novela».
A partir de esta experiencia organizaron un concurso para la publicación de la segunda novela cuyo proceso de selección ya se encuentra en marcha. «Si bien no es enteramente azaroso, al menos en parte depende de ciertas casualidades para que una novela sea finalista y del gusto del jurado», explica el librero.
El Gran Pez, que emergió tras dos años consecutivos de caída del mercado editorial y, luego, atravesó la pandemia, dice sobre este nuevo paso: «En todo este tiempo, aprendimos a trabajar en conjunto con otras editoriales, apoyarnos en el proceso y producir incluso con la actual crisis del papel. Nuestra manera de resistir es subiendo la apuesta».
Una obsesión interminable
Desde Villa Ballester, en el partido bonaerense de General San Martín, la librería familiar Los Confines emplazada en el Centro Cultural La Bemba (Profesor Aguer 4757) también se animó a enfrentar los obstáculos económicos y apostar por la circulación de nuevos libros.
«Empezó como una posibilidad de involucrarnos un poquito más en el mundo de los libros y en sus procesos. Luego, se transformó en una especie de obsesión interminable: pensar el catálogo, la conexión entre los títulos, la identidad editorial, los papeles, las encuadernaciones. Después de cuatro años de nacida la editorial, seguimos disfrutándolo como el primer día», cuenta el librero Sebastián Alvaredo.
Con motivo de los 10 años de Los Confines, el equipo se prepara para la primera edición de la Feria de Editoriales Artesanales el sábado 22 de abril entre las 15 y las 23 donde exhibirán los libros de su sello junto a otras editoriales independientes.
Hasta el momento, Los Confines cuenta con un catálogo con gran peso en la poesía que incluye ejemplares como «Poema para tiranos», una recopilación poética de mujeres escritoras de la Generación Beat, y también un ensayo literario sobre la escritora argentina Liliana Bodoc, titulado «Los Confines de la Palabra» por el escritor y docente Juan Ángel.
Practicar literatura independiente
El proyecto de Eterna Cadencia, que viene caminando en el rubro hace 18 años, también surgió durante el quehacer cotidiano de la librería de Honduras 5574 (CABA). El librero Pablo Braun pensó un día, cuando llegaron cajas con libros: «Me encantaría entrar como caja a un montón de librerías».
Braun recuerda este hecho como un «sueñecito» que se tomó en serio y que, a los pocos meses, al cruzarse con Leonora Djament (ex editora en Norma) materializaron en una editorial. El catálogo incorporó libros de ensayo, de narrativa, de crónicas, de música y actualmente se compone de tanto autores nacionales como internacionales.
Los años de trabajo constante hicieron en Eterna Cadencia que cada vez más autores quisieran ser parte del catálogo pero, cuenta Braun, «en esencia, no hubo cambios de timón y se sigue pareciendo a lo que habíamos imaginado al principio o incluso mejor».
«Fueron apareciendo las cosas y las fui haciendo por placer. Todo tenía que ver con, como digo yo, bien entrecomillado ‘practicar literatura independiente’ pagando impuestos y que los libros circulen, que los autores circulen, que las voces circulen», explica el librero de Eterna Cadencia.
Novela gráfica: aportar nuevas lecturas
En sintonía con el deseo de que los libros circulen, se encuentra el proyecto editorial de la librería Musaraña, en la localidad bonaerense de Florida, sobre General José María Paz 1530, en una propiedad antigua llamada Casa Florida.
«Allá por 2013 sentimos la necesidad de aportar a la industria del libro material que no existía o que estaba siendo segregado en las comiquerías. Nos entusiasmaba, y aún lo hace, intervenir en ese campo y aportar nuevas lecturas al mundo de las librerías tradicionales», cuenta el librero Alejandro Bidegaray sobre la editorial dedicada a la historieta gráfica, un género que a quienes integran el proyecto les causa «debilidad».
«En la época que empezamos estaban apareciendo nuevos lenguajes dentro de la novela gráfica para adultos y nos pareció un mundo muy potente, con las infinitas y nuevas variables de un medio fresco y actual, un campo donde podíamos aportar», explica Bidegaray.
Musaraña, premiada el año último en la Feria de Editores por su trabajo como «productora cultural», propone un catálogo que abarca todas las edades y tiene autores como Parés, Pablo Fayó, Aisha Franz, Powerpaola, Júlia Barata, Pablo Besse, David Paleo, Pedro Mancini, José González, Pablo Picyk, Lui Mort, Marina Ruiz Johnson, Pitucardi, Nicolás Schuff, Marina León.
Para adultos hay desde novela gráfica, rescates de ediciones antiguas y también novela gráfica autobiográfica más contemporánea. Para las infancias, la editorial sumó «Musarañita», cuenta Bidegaray, «enfocada en nuevos lenguajes de la historieta infantil y juvenil».
En esta colección, la editorial tiene la premisa de «que sea divertido para leer en las infancias». «Tratamos de escapar de esos libros para ‘niñes’ que sólo disfrutan los adultos», afirma el librero.
Sobre la situación económica, Bidegaray señala que la atraviesan «mal»: «La editorial vive un proceso de crecimiento, de demanda de nuestros libros, pero nunca alcanzamos a los picos que pega el papel. De algunos libros estamos vendiendo 3.000 y hasta 6.000 ejemplares, pero la mayoría son en color y los costos siempre se alejan», explica.
«Creo que estamos como todos, al borde de la insostenibilidad, pero igual metiendo leña al fuego», indica el librero de Musaraña, hermanado con proyectos que son librería y editorial que atraviesan un contexto en el que la crisis económica golpea fuerte pero la pasión porque la literatura circule, por ahora, resiste.