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abril 20, 2024
Descubriendo a

Sebastián Puglisi, secretario de Educación del MGP

Una vida dedicada a la docencia, propia y ajena. Militancia permanente y más de un paso en la función pública de nuestra ciudad. La educación no descansa.

Por Juan Manuel Lamacchia

Desde Santa Maria della Scala, un pueblo ubicado en Acitiale, Catania, en la costa siciliana, partió un barco rumbo a Mar del Plata con familias enteras en busca de un futuro mejor, en el año 1952, pos Segunda Guerra Mundial. Entre sus pasajeros se encontraban dos preadolescentes que bajo el mandato familiar cruzaron el océano sin siquiera saber cuál sería su destino. Los Greco y los Puglisi se instalaron en el puerto de “La Feliz”, en una época en la que “de Juan B. Justo para allá” era moneda corriente de trayectos casi fronterizos.

Años más tarde, José y Carmelina unieron lazos de su pueblo natal, de su aventura en común y formaron una familia ya con cuna marplatense. Él era un trabajador de la pesca y ella una “ama de casa” que se las arreglaba tejiendo y uniendo prendas de empresas portuarias. Sebastián, el menor de dos hermanos, se calza el título de ser el primero en su familia en tomarse un bondi y en ser graduado universitario.

Sebastián Puglisi es el actual secretario de Educación del MGP. Doce años después de haber sido parte de la Secretaría cree que siempre es un buen momento para tener la posibilidad de hacer cosas quienes militan en política. Luego de haber visto al sistema educativo con otra perspectiva y de haberse formado, no le cuesta delegar responsabilidades y confía plenamente en su equipo para poder trabajar. “Todos son del sistema educativo municipal”.

No ve que el nivel educativo en Mar del Plata sea muy distinto al del resto del país, ya que lo abarca la general de la ley, aunque afirma que hay que trabajar mucho en los equipos directivos que no han comprendido que tienen que ser líderes del cambio y la transformación de la escuela. Si bien asegura que hay equipos y docentes “memorables”, pone el ojo en cómo enseñar mejor para que el estudiante aprenda mejor.

Los primeros meses en función lo toparon con una cuarentena que alejó a los chicos y chicas del aula, de todas formas cree que algunas cuestiones de la educación a distancia iban a darse en el mediano plazo. Admite que esta aceleración del proceso nos encontró poco preparados en relación a la conectividad. “Antes pensábamos en el libro de textos, ahora hay que pensar en el Wi-Fi”, asegura.

Alejamiento forzado

La pandemia no alejó solo al estudiante, sino también al docente de las aulas. Si bien analiza que ellos trabajan bajo presión permanente porque en Argentina son “profe-taxis”, ya que necesitan ir de escuela en escuela todos los días para lograr más horas, toma la presión como un desafío.

“Maestro se hace, no se nace. Hay que estudiar mucho para ser maestro”, repite con seguridad el ex estudiante primario del colegio Sagrada Familia y del secundario técnico del Tavelli, que se sentaba en primera fila. En su etapa universitaria optó primero por ingeniería, pero tres años de carrera con el trabajo de preceptor en paralelo le hicieron reconocer que su lugar era la escuela. Hizo el profesorado y la licenciatura en la Universidad de Quilmes, se especializó en docencia universitaria y en gestión del sistema educativo y sus instituciones y le queda una deuda pendiente: el doctorado.

Padre de dos hijos que, junto a su esposa, son el refugio en los momentos más difíciles. Asume que su mejor tarea doméstica es cocinar (y se anima a cualquier plato) y elige “El nombre de la rosa” de Jean-Jacques Annaud del año 1986, basada en la novela de Umberto Eco, como película favorita.

“Maestro se hace, no se nace. Hay que estudiar mucho para ser maestro”

Retrospectiva

Mira hacia atrás y resalta dos cuestiones. La primera, es la diferencia abismal del sistema educativo actual y el de su época como estudiante. “Ahora hay libertad de expresión en el aula, podés hablarle a un docente de igual a igual. Hoy tenés que demostrarle al estudiante que sabés de tu asignatura, del manejo de grupo y que sos capaz de enseñarle a todos”. Dice que el principal desafío está en generar el deseo de aprender y asume que algo se hace mal si lo mejor del colegio es el recreo o la hora libre. La segunda, es repasar sus propios maestros. Académicamente es José Carbone, profesor de Matemática. Rígido pero amable, “el que todos querían tener” según su propia admiración. Y luego, tres a los que siempre les manda un mensajito cada 11 de septiembre.  Néstor Lofrano, primer director del Colegio Illia y ex secretario de Educación. Néstor Cecchi, también ex secretario de Educación y amigo personal de Sebastián. Y Dora Pérez, su primera docente titular de cátedra.

“Aprender a convivir todavía es una deuda pendiente que tienen los  sistemas educativos”, afirma el actual secretario de Educación del MGP. Y anhela sobre un futuro en el que las nuevas generaciones se lleven lo que saben los grandes, pero que sean capaces de transformar el mundo machista, xenófobo y autoritario en el que vivimos. “Tienen que tomar la posta y ocuparse por los problemas que tenemos como sociedad».

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