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Lo de Allá

La pandemia, una oportunidad para terminar el secundario

Famosos o desconocidos, son muchos los argentinos que decidieron estudiar durante el aislamiento. Algunos ya se habían anotado a las clases presenciales, otros aprovecharon las ventajas de la virtualidad para cumplir con las materias adeudadas y obtener el título. Los ejemplos de Abel Pintos, Fabricio Coloccini y Germán Lux.

Por Eva Marabotto

La punta del iceberg fueron dos tuits del cantante Abel Pintos. En ellos no se lo veía en un show, sino que mostraban una pantalla con contenidos de una materia: Educación para la salud. Junto a la imagen venía la confesión: “Hoy arranco a estudiar para terminar el secundario. Es el primer paso de todo un camino nuevo que deseo recorrer en esta etapa de mi vida. Allá voy con ilusión y voluntad”. A los pocos minutos, llegaba otro apunte de color sobre la vuelta al aula virtual: “Hacía años no estaba una hora escribiendo sin parar de puño y letra. Con esto de usar teclados y pantallas táctiles para todo, mi letra, que de por si es complicadita de comprender, está en un estado desastroso”.

La noticia generó más de 43 mil “Me gusta” y miles de comentarios de sus seguidores que tenían anhelos similares. Algunos también famosos. “Me hubieras dicho y me anotaba con vos ! Que me faltan materias !!”, le respondió su colega Emmanuel Horvilleur. Pero el posteo también abrió la puerta para que argentinos de todo el país compartiesen sus historias de superación en las redes y relatasen que el aislamiento y las restricciones de circulación habían tenido una consecuencia positiva impensada: les habían dado tiempo para retomar sus estudios.

Algunas experiencias

“Yo arranqué a los 53 años, terminé la secundaria y me anoté en el CBC de Económicas. Con ilusión y voluntad, así debe ser!!”, contaba Carlos Alberto Vega como respuesta al tuit del cantante.

“Hace un montón de tiempo que tenía la idea de terminar el secundario, y siempre llegué tarde para anotarme en el Plan Fines. Este año mi hija mayor empezó primer grado y le estoy explicando todo yo en casa por la pandemia, y al ser casi todo virtual, me entusiasmó la idea de terminarlo y tome la decisión y me anote en un privado”, cuenta a TélamVanesa Masso, que maneja un emprendimiento de ropa y accesorios en la localidad bonaerense de Avellaneda y tiene dos hijas de cuatro y seis años, pero logró compatibilizar su trabajo, las tareas de las nenas y los Zooms para estudiar. Era algo que tenía pendiente en mi vida, más allá que tenga 43 años, pienso lo lindo y el esfuerzo de terminarlo y me emociona. Me siento orgullosa de la decisión”, confiesa.

“Me fue más fácil estudiar en pandemia, porque era todo virtual. No tenía que salir del trabajo a las corridas para ir a cursar. La virtualidad me permitió terminar la secundaria, ya que teníamos clases por Zoom y por WhatsApp y entregar trabajos prácticos”, explica Silvina Barrera, que estrenó su título a los 51 años. Después cuenta que es de La Plata y trabaja como portera de edificio durante el día y a la noche cuida un matrimonio mayor. Total: cumple un horario de 7 a 18.30. Aún así encontró ratos libres para completar la escuela:“Me gustaría hacer una carrera. La vengo luchando desde que nací y ahora lucho por mis hijas y mis nietos. Ya logré que tuviesen un terrenito para hacerse una casita”.

Matias Casal, docente de Historia y Problemática Social Contemporánea y referente zonal del Plan Fines de terminalidad de estudios en La Plata, reconoce que durante la pandemia la matrícula de alumnos aumentó pero, además de relacionarlo con las facilidades de la virtualidad, indica que es una consecuencia de la crisis económica: «Siempre que empeoran las condiciones de trabajo y de vida hace que la gente se impulse y se vuelque al estudiar. Veo una mayor voluntad de la gente por formarse”.

Pero apunta a otros inconvenientes, producto de la situación de aislamiento o restricciones de circulación: “La gente que necesita estudiar también es la que quizás no tiene una ocupación formal y tiene que salir a buscar changas. Muchas son mujeres y tienen que asumir tareas de cuidado e incluso pedagógicas porque los chicos están en casa”, sintetiza y agrega que en muchos casos la virtualidad se ve dificultada por la falta de conexión a Internet o de computadoras o incluso celulares para cumplir con el aprendizaje, pero que también impide esos momentos de rueda de mate o fraternidad que se daban habitualmente entre los que asistían a las clases.

La virtualidad: una oportunidad

Aunque la mayoría de las que se animan a contar su historia son mujeres, también muchos hombres vieron en la virtualidad una posibilidad de terminar sus estudios: “Me anoté en tres materias difíciles: Matemática, Historia y Geografía, pero me tengo fe. No es que lo necesite para el trabajo porque atiendo un comercio, pero es una deuda que tengo conmigo mismo, y también con mis hijos adolescentes. ¿Cómo les voy a insistir para que estudien y para que no se lleven materias si yo no terminé?”, reflexiona Alberto, un comerciante de Balvanera, que prefiere no dar su apellido.

Tampoco quiere identificarse una locutora cordobesa que asegura que mucha de la gente con la que trabajaba diariamente en tareas de comunicación no sabía que ella no tenía título secundario, e incluso que llegó a cursar algunas materias de la universidad invocando el artículo 7 (que exime de título secundario para ingresar a la educación superior a los adultos que acrediten experiencia laboral o conocimientos en la disciplina que quieren estudiar).

“Nunca fue un impedimento para estudiar y trabajar pero sí era una deuda pendiente. Y un feo secreto. Aún hoy me da vergüenza que no tenía título, sobre todo porque me desarrollo en un ambiente donde todos son profesionales”, confiesa y dice estar “chochísima” de haber conseguido su objetivo hace pocas semanas. “Me anoté antes de la pandemia pero tenía que cursar tres materias y empecé con la virtualidad. Lo conseguí con mucha ayuda de mi compañero. Somos un equipo y las tareas estuvieron divididas para que yo pudiese aprovechar la oportunidad. Me acostaba muy tarde, me levantaba muy temprano. Pero valió la pena”, asegura la mujer que ya está anotada en una tecnicatura en Política y Comunicación.

También desde Córdoba, Claudia Santillán cuenta que lo suyo es la Gestoría y que planea estudiar esa carrera para sumar unos pesos a lo que gana como costurera. “Mi nieta tiene 13 años y como la empecé a ayudar con las tareas del Secundario, decidí anotarme. Yo había dejado en quinto año porque me casé a los 16 años”, apunta la cordobesa quien también quiso compartir su experiencia en las redes con Abel Pintos.

Aprender de grande

“Estudiar siendo adulto es muy distinto. Te hace ordenar prioridades, algo que cuando sos joven no tenés”, sintetiza la locutora cordobesa. “Uno no tiene tanto tiempo libre ni ganas de perderlo. Así que estudiás o estudiás”, suma el comerciante de Balvanera. “Al menos en el Plan FInes Adultos tiene un diseño curricular diferente con contenidos específicos pero que, en la provincia de Buenos Aires, además utiliza un plan antiguo de 1995 que si bien muy antiguo también le da mucha libertad al profesor para organizar la materia”, apunta el “profe” Casal.

“Si bien terminar el secundario no les brinda una solución como a alguien que terminaba la secundaria quizás treinta años atrás, por lo menos permite evitar ser excluido del circuito laboral (aún de los oficios más marginales o precarizados) y abre además la puerta para continuar la formación. Pero a lo que contribuye fundamentalmente es a resguardar el derecho a la educación y a la formación a lo largo de toda la vida”, sintetiza el docente,

“Cuando alguien decide estudiar siendo adulto, está en juego la motivación más importante, que es la motivación intrínseca, la autorrealización. Tiene que ver con la posibilidad de hacer cierres- analiza el psicólogo Flavio Calvo, docente universitario y tallerista en escuelas e instituciones de educación superior -Todo lo que en la vida no tiene un cierre se repite una y otra vez hasta alcanzarlo. Poder hacer estos cierres, terminar estudios, completar sueños o deseos, es primordial para una mejor calidad de vida, y de hecho en un contexto de pandemia, dónde muchos se centran en la crisis, es sano y positivo poder rescatar la oportunidad. Esta pandemia es una oportunidad para dedicar tiempo a eso que puede potenciarte”.

Calvo también resalta la importancia de la confesión de Abel Pintos para promover a través del ejemplo. “Esa es una fuente de motivación para muchas personas. Psicológicamente nos identificamos con quienes comparten nuestros valores, sueños y expectativas. Verque alguien con quien nos identificamos puede realizar acciones para su crecimiento personal e intelectual es una motivación para muchos”.

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