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abril 25, 2024
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Lo de Acá

Música y romance: las disquerías no se extinguen

El inexorable paso del tiempo nos amolda a las nuevas modalidades de consumo. Los discos son un elemento fundamental de la nostalgia y las disquerías un refugio romántico para aquellos que son felices con lo tangible. En Mar del Plata aún quedan castillos en pie y aquí está la prueba.

Por Makú Rodriguez

“¿Cómo voy a volver a abrir la disquería? ¡Si hoy por hoy un disco de Abel Pintos sale más de mil mangos!” sentenció Alfredo después de nuestro casual encuentro por el microcentro marplatense. Intercambiamos algunas palabras repletas de nostalgia y rememoramos aquellas épocas doradas donde AGB (disquería que llevó adelante durante más de 30 años en San Luis y San Martín) le tomaba el pulso al circuito de locales de música de Mar del Plata. Paradójicamente, como si el destino nos hubiese jugado una suerte de broma, nos cruzamos exactamente donde estaba situada su disquería.

La música en formato físico guarda consigo altas dosis de romanticismo. Hoy por hoy, los discos, vinilos y cassettes, no son más que meros elementos anticuados con alto valor sentimental para quienes coleccionan. El avance tecnológico fue desplazando lentamente a la música en formato físico. Las pilas de discos en los hogares ya no son una parte elemental de la escenografía cotidiana. Spotify y Youtube son la llave de acceso al universo de la música para las nuevas generaciones. Pero hay algo que nunca morirá: el romance.

Si bien las disquerías en Mar del Plata ya no abundan como antes, por las calles de nuestra ciudad aún persisten algunos bastiones que batallan ante la adversidad y siguen apostando a la venta de discos, vinilos y cassettes. Es una buena señal. La nostalgia es el corazón en La Feliz y el circuito de coleccionistas es bastante amplio. Por eso el principal caudal de música física se concentra en puntos cuasi secretos. La parte positiva de que este formato ya no sea parte del mainstream, es la emoción que conlleva tener que sumergirse en galerías céntricas para buscar música.

El lugar donde todo confluye

Actualmente la Plaza Rocha es el punto de encuentro para coleccionistas. El epicentro de la actividad melómana dentro de Mar del Plata. Allí abundan las reliquias. Discos que pensabas que nunca conseguirías, ediciones raras y, por sobre todas las cosas, un sinfín de personajes con altísima calidez humana y muchísimos conocimientos en la materia.

La función de la feria, de momentos resulta antagónica. Por un lado, representa los viejos valores del feriante. Un lugar donde se buscan gemas musicales, se intercambia música y se adquieren conocimientos. Pero por otro lado, es la reinvención de la compra, venta y canje de discos. Algo nuevo, con aires de antigüedad. La renovación y un halo de esperanza dentro de la vida del melómano.

Los grupos en redes sociales también sirven para que la llama coleccionista no se apague. Marketplace en Facebook es un buen espacio para buscar este tipo de artilugios. De momentos pareciera ser que la actividad de los coleccionistas se asemeja a la de los comerciantes de la Edad Media. Trueques, negocios, regateos. Todo vale en este mundo. Pero lejos de querer darle un tinte repleto de vestigios y recuerdos, en la actualidad aún existen personas que se animan y eligen abrir una disquería. Y de eso se trata uno de mis más recientes hallazgos dentro de Mar del Plata. Una luz de esperanza y una contención necesaria en tiempos de incertidumbre y desentendimiento.

Descubrimiento

Mientras pululaba por la zona de la Plaza Mitre, divisé un pequeño local situado sobre la calle Falucho. Lo vi de lejos y llamó poderosamente mi atención. Sin pensarlo dos veces, comencé a caminar hacia ese lugar para solventar mi curiosidad. Cuanto más me acercaba, más me daba cuenta de qué se trataba. Anhelaba que fuera una disquería. Mis corazonadas no estuvieron erradas y a tan sólo 50 metros me di cuenta de qué se trataba.

La parafernalia es muy linda: buena iluminación, una vidriera con discos y música adornando el aire. Como un niño perdido en una juguetería, entré al lugar para perderme entre discos, libros y vinilos. Comencé mi búsqueda hojeando velozmente las bateas de los compacts. Mucha música inglesa, norteamericana y argentina. El lugar es largo y un tanto angosto. Las paredes están decoradas con vinilos. Al parecer al dueño le gusta mucho Morrissey. También hay libros especializados en música y entradas pegadas en un sector de la pared. Todo muy bien organizado.

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Foto: Mauricio Arduin.

Hubo una estantería en particular que me atrapó. Poseía muchos discos raros, inconseguibles que nunca había visto. También libros, revistas y dvds. Tomé un compact de Jeff Buckley y comencé a indagarlo. De pronto, sentí una voz detrás de mí que me decía: “Esos no están a la venta, son de mi colección personal”.

El encuentro

Matías es el dueño de El Brujo, nuestro pequeño halo de esperanza. Una persona amable, cálida y dispuesta a charlar. Una suerte de londinense perdido en las frías calles de Mar del Plata. La disquería es medianamente nueva, no tiene más de dos años. Inmediatamente le dije que me ponía feliz que existiera un lugar así, lo cual a él también le alegró.

Me tomé el atrevimiento de pedirle si podía conocer todo el lugar. Me acompañó hacia una parte trasera, una suerte de galería, donde tenía más discos y artículos de su colección personal. Él es consciente de que hoy por hoy, una disquería es un refugio para los románticos. La música en formato físico forma parte de ese romance. Un romance arraigado a la nostalgia y al amor puro a la melodía.

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Un disco de The Cure, una de las tantas joyitas que se pueden encontrar. Foto: Mauricio Arduin.

El Brujo es un sueño cumplido. Una meta alcanzada. Matías sabe perfectamente que poniendo una disquería nadie se hace rico, o al menos eso sucede hoy en día. La pasión por la música es el motor hace funcionar esto. Es una victoria personal y es haber alcanzado la utopía. Dentro de la disquería me sentí contenido y fascinado. Sentí al Brujo como un refugio sincero y apasionante, donde todos aquellos que gusten de la música en su estado más puro, se van a sentir igual de satisfechos que yo.

Luego de haber estado un rato mirando discos y charlando, continué mi camino. Me despedí de Matías y le prometí que volvería pronto. Ya era de noche y en mi cara se dibujó una sonrisa. Supongo que habrá sido de satisfacción. Más que nada porque sé que ahora no estoy tan solo en este mundo.

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