A través de la Defensoría del Pueblo y el Concejo Deliberante buscan preservar una de las imágenes icónicas de Mar del Plata. Su historia y la importancia del patrimonio local.
Por Thomás Lahitte
Supieron ser 250. Hoy quedan, tan solo, 14. Las lanchas amarillas fueron insignia de la pesca costera. Al principio familias migrantes de Italia, cuyos apellidos firman, a día de hoy, gran parte de los buques y empresas de la ciudad. La Banquina de los Pescadores fue el escenario para la venta de los productos frescos obtenidos a pocas millas.
Luego, el devenir de la Segunda Guerra Mundial, supuso la necesidad en el mundo de productos en conserva y el desarrollo de dicha industria a nivel local. De la anchoita y caballa pasaron al aceite de hígado de tiburón y luego de cazón, que tuvieron una fuerte demanda coyuntural para abastecer a los países en pugna.
Los pequeños buques se convirtieron en postal ineludible de la ciudad, tanto como los lobos marinos o el Casino. Con capacidad de 5 a 7 tripulantes y un tamaño promedio de 9 metros de eslora también fueron escuela para generaciones de capitanes a través del traspaso generacional del conocimiento.
Las embarcaciones costeras, que trabajan hasta la milla 15, fueron perdiendo terreno ante la aparición de buques más grandes y con capacidad de procesamiento en alta mar, además del aprovechamiento de nuevos caladeros y el advenimiento de especies más rentables para la flota nacional.
Las “lanchas amarillas”, parte de la historia de la pesca marplatense, son hoy una postal en riesgo. Es por eso que se trabaja en distintas medidas de protección y reconocimiento.
La normativa para preservarlas
En el año 2008 se sancionó la ordenanza 18.774 que plantea “declarar de interés municipal del Partido de General Pueyrredon la pesca costera de lanchas amarillas descubiertas”.
La norma explica, además, la necesidad de preservar el patrimonio cultural al que define como “todos los bienes y valores culturales que son expresión de la identidad de un pueblo”. Es así como las lanchas ya no sólo revisten un interés de índole económica sino también que implican un activo en materia identitaria y turística.
Uno de los problemas que contribuyeron a la desaparición de los buques tiene que ver con la legislación pesquera. “Hay una normativa nacional que establece que cuando se vende el permiso de pesca, la lancha hay que desguazarla. Es una decisión que nosotros estamos pidiendo que se revea”, comenta Fernando Rizzi, Defensor del Pueblo y uno de los impulsores del reconocimiento en el Concejo.
Según indicó Rizzi, algunas alternativas posibles tienen que ver con la posibilidad de gestionar otro tipo de permisos que eviten la desafectación de las naves, como por ejemplo, de pesca artesanal o vinculados al turismo. Las lanchas no cuentan con representación de cámaras o asociaciones y sus titulares son, en buena medida, pescadores de edad avanzada.
El proyecto de la Defensoría, apoyada sobre la ordenanza de 2008 contempla la creación de una Mesa de Trabajo en la que se convoca al Consorcio Portuario Regional, a la Subsecretaría de Pesca, el EMTUR, el Consejo Federal Pesquero, los titulares de los buques y las colectividades, entre otros.
Este fue finalmente aprobado el pasado 15 de julio en la Sesión Pública Ordinaria del Concejo Deliberante.
Pescadores y conserveros
La Sociedad de Patrones Pescadores, quién agrupaba a las lanchas, terminó de disolverse en los últimos años. Sin representación ni agrupamiento, la posición de los pescadores ante los organismos que rigen la pesca carece de peso.
Sin embargo, hay otras partes interesadas, como empresas de la industria conservera. En diálogo con Bacap, Daniel Pennisi, empresario de este rubro, detalló que comenzó a interiorizarse más en el tema a medida que en que cada zafra tenía menos oferentes de mercadería.
Pennisi se hace una pregunta: “ante la venta del permiso, ¿por qué destrozar la lancha?”. El principal motivo de la compra de estos permisos es el langostino, que originalmente se encontraba en el radio de operación de los buques costeros. Ante la migración hacia el sur y mayor rendimiento económico del recurso, la flota buscó ampliar la posibilidades de captura.
Las lanchas, sin embargo, se dedican a la captura de una variada cantidad de especies: anchoas, caballa y atún, de septiembre a marzo y cornalito, pescadilla, besugo, en el período inverso. ¿Por qué, entonces, no podrían continuar con la pesca de estos otros recursos?
Pennisi aclara que como industria, tienen la posibilidad de trabajar con otro tipo de flotas y proveedores pero que los pescadores de lanchas amarillas, por su parte, tenderán a desaparecer.