La poeta y docente atrapa con el lanzamiento de su primera novela donde narra las historias familiares que las hace internalizar.
Por Alejandra Bertolami
Bajo el sello de Rosa Iceberg y con ese gustito de saber que es de una escritora oriunda de Santa Fe, pero que eligió la costa y el mar para instalarse, dan ganas de iniciar la lectura de “El Magún” de Larisa Cumin.
Revivir las raíces, adentrarse en la charla con una madre, escucharla, palpar su historia para entenderla y también empatizar. Poner en carne viva una trama familiar y una infancia en un pueblo es una tarea que una escritora con la sensibilidad de Larisa puede reflejar logrando llevar al lector hasta Santa Clara, el pueblo donde nace la historia.
Larisa es Profesora de Letras (UNL), da talleres, hizo la Maestría de Escritura Creativa en UNTREF y dirige una colección de crónicas de la editorial Vera Cartonera, donde tiene una colección. Actualmente, codirige junto a Matías Moscardi la editorial de poesía y ensayos Moscú.
Bacap dialogó con ella para adentrarnos en su nuevo material:
– ¿Es tu primera novela?
– Si, es la primera novela que saco. Ya tengo libros de poesía publicados. Antes había sacado en Club Hem La Escapista, luego plaquetas que dan vueltas por Santa Fe y ahora salió por la editorial Vera Cartonera «La calle del Eros» un libro sobre Fernando Callero, un poeta de Concordia con quien hice taller y es un perfil sobre él.
– ¿Cómo nació la idea de escribir El Magún? ¿Cuánto tiempo te llevó?
– En el 2017 me fui de Santa Fe a vivir a Buenos Aires para hacer la maestría en escritura y, en ese traslado de un lugar a otro, que me costó y lo hice, empecé a escribir esta novela que habla, al principio, de la historia de mi mamá yéndose de su pueblo, pero luego se fue transformando. Se espejaba con mi momento de irme.
Fui escribiendo y pensando en ideas de capítulos, más bien temáticos, que luego se fueron desarmando. Primero, apareció cierta voz, esa voz en segunda persona de una narradora que le habla a la madre y le cuenta las cosas que la madre le contó o cosas que puede reconstruir de esos fragmentos familiares y, otra etapa, fue que terminé el texto en el 2018 y lo dejé reposar a pesar de sentir que estaba terminado. Lo retomo en pandemia y ahí empiezo a corregirlo otra vez y hacer un trabajo de reordenar y recortar.
– ¿Cómo siguió el camino hacia el libro estando en pandemia?
– Lo leyó Matías, mi pareja, y me dio una mirada. Retomé, saqué cosas y luego fue buscar editorial y ahí con Marina Yuszczuk, la editora de Rosa Iceberg, volví a trabajar algunos detalles, me pareció muy cuidado su trabajo.
– ¿Cómo fue escribir algo que es parte de tu historia y tu árbol genealógico? ¿Necesitaste pedir alguna información nueva?
– Para mí, estuvo re bueno. Por un lado, sentía que había ahí un futuro libro y por otro sentía que tenía que procesar algo.
Fueron dos procesos, el proceso de escritura y probar la narrativa mas extensa, y en un punto, uno a veces se ata a la historia tal cual fue y tuve que soltar eso.
Si bien está muy basado en la historia de mi mamá y de su pueblo, hay cosas que pude modificar y crear situaciones. En un punto aparece la escritura y la ficción ayudando. Poder rearmar y recrear
Entrevisté a mi mamá y fuimos al pueblo con ella y con mi tía. El libro empieza así. Mientras fuimos al pueblo me contaban cosas. Esa escena de mi mamá contándome de su vida antes de ser mi mamá es una escena que se repitió mucho a lo largo de mi vida.
– ¿Qué significa el magún?
– Es una palabra en piamontés que estaba muy presente en mi familia materna.
Refiere de alguna manera a una angustia o una tristeza que no te deja hacer cosas ni trabajar, ni hablar. Está muy extendida en esos pueblos de Santa Fe donde hay mucha inmigración piamontesa.
Tengo el recuerdo de ser chica y no reconocerla como una palabra que pertenecía a un idioma distinto del Español. Es una palabra heredada y la expresión es esa: “me agarró un magún”, o «tengo un magún», como si fuera una entidad externa a uno mismo.
– ¿Qué se puede ver sobre la relación madre e hija y la figura del padre?
– La figura del padre no aparece.
Quien es la madre antes de ser la madre aparece porque es quien legó las historias y aparece la tía y la hermana, en algún punto es un universo de mujeres.
Como figura del padre aparece el abuelo de la narradora, pero, siempre está ocupado en otras cosas. También aparece con anécdotas que descomprimen o meten humor un poco fuera del magún.
Siempre está ese hueco, quién era la madre antes de tenerme a mí. Hay cosas que mi mamá no me contó y yo reconstruí en la novela a partir de otras.
Puedo pensar en mí misma como madre y qué relato recibirá mi hijo de quién era yo antes. Entender que uno aparece en la vida de los padres cuando ellos ya son alguien.
Y puedo pensar en mi mamá aprendiendo a ser madre a partir de modelos de madre y padre que estaban presentes, pero a medias, con sus carencias y mi mamá tratando de armar otro tipo de maternidad.
– ¿Salir del pueblo fue una similitud con tu mamá?
– Fue algo medio inconsciente en algún punto. Es un proceso raro y difícil, que implica acomodar familiarmente cosas.
Santa Fe es una ciudad bastante grande y tiene alma de pueblo en ciertas costumbres, con un ritmo lento que está bueno, pero, irte a Buenos Aires es un cambio grande y, al mismo tiempo, no me iba del todo porque volvía a cada rato.
Hay algo en eso de querer encontrarse con algo diferente, conocer otras cosas.
Santa Fe es un lugar muy grande que tiene ofertas y cosas, pero hay algo en esa partida. A ver que pasa acá que no es terreno familiar, ahí sí se refleja esa madre de la novela que se va.
– ¿Cómo fue la repercusión de la novela?
– Está en proceso. Fueron las presentaciones y las primeras charlas.
Gente que me escribe y me dice que en su familia también usan esa palabra o gente que ya le atrapa la tapa o el título.
El otro día me escribieron de la biblioteca del pueblo de mi mamá para invitarme a ir y la señora que me escribe me dice “es la palabra de mi mamá”, está esa apropiación o ese reconocimiento.
Recibo que algunas personas se emocionan , que le gusta a gente que no conozco y tampoco me conocían. Mi familia lo leyó y es lindo ver cada uno cómo lo toma y qué lectura particular hace.
– ¿Qué proyectos tenés para lo que resta del año?
– Estoy escribiendo unos cuentos, si bien en algunos aparecen algunos personajes que puedo reconocer de mi familia, le di más lugar a la invención y a la ficción más que en la novela. En algunos todavía estoy encontrando qué va a pasar y vengo procesando eso.
La mayoría son mujeres y hablan ellas en distintos momentos de la vida, una mujer que acaba de ser mamá, una señora de un geriátrico, una nena, ya hay tres o cuatro personajes armados.
Empecé estos días a escribir un diario pensando en las plantas de mi barrio Playa Serena, la vegetación alrededor del mar. Me enteré, que los árboles fueron plantados que no son autóctonos y empecé por ese lado, a observar y escribir como una forma de enraizar acá.