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junio 24, 2024
Mar del Plata 150 motivos

Alfonsina Storni y su enlace eterno con Mar del Plata

Alfonsina Storni forjó un vínculo inquebrantable con Mar del Plata desde la década del ’20. Lo que comenzó como una recomendación médica para aliviar el estrés, se transformó en un lazo profundo con el mar y la tranquilidad de la ciudad. A pesar de un desafortunado inicio en el Casino, la poetisa encontró en las olas y la naturaleza de Mar del Plata una fuente inagotable de inspiración para su obra literaria.

Por José Luis Baute

Alfonsina tuvo un vínculo muy especial con la ciudad, que se inició en la década del ’20. 

Este nexo, que surgió como una recomendación médica de vacaciones que atenuaran el estrés provocado por las largas horas de cátedra que dictaba en Buenos Aires, con el correr de los años se afianzó hasta convertirse en indisoluble.

Tranquila, con abundante sol y un mar sin horizonte, Mar del Plata era el escenario ideal para el solaz.

En el balneario, la élite porteña se instalaba durante una larga temporada ya sea en sus propias mansiones o en los lujosos hoteles de la época. Por la mañana y la tarde disfrutaban de la Rambla y la playa, por la noche de espectáculos variados de diversión.

El primer día de su arribo Alfonsina fue a conocer el Casino y tuvo suerte de principiante, ganó una importante suma. A pesar de las advertencias de sus amigos, volvió la siguiente noche y perdió no sólo lo ganado, si no también lo que le prestaron. Este desafortunado hecho precipitó su regreso a la Capital. 

Aunque esta experiencia inicial le provocó una gran decepción, sus visitas fueron frecuentes en años posteriores.

La fascinación por el agua fue un sentimiento que se manifestó desde muy pequeña en su espíritu: “En la dulce fragancia/de la dulce San Juan/Recuerdos de mi infancia/Enredados están… Barquitos trabajaba/En nevado papel/Y en el agua soltaba/Tan menudo bajel…” El agua en movimiento, la naturaleza toda, imprimían a su alma una sensación de libertad. 

El ancho mar con sus enormes olas, despertaban aún más su imaginación. Ante su majestuosidad, ella sentía que se empequeñecía: “Oh mar, enorme mar, corazón fiero/De ritmo desigual, corazón malo/Yo soy más blanda que ese pobre palo/Que se pudre en tus ondas prisionero.” Su sensibilidad estaba puesta en los pequeños detalles mutables, de este modo fue consolidando sus caminatas por la costa y escribió innumerables poemas que lo reflejan.

Dueña de una personalidad inquieta y nerviosa, era dada a inspeccionar lo más recónditos lugares. Algún testimonio da cuenta que se la solía ver escribiendo, solitaria, en los “huecos” que la creciente horadaba en el barranco en forma de “gruta” natural, o trepando con una amiga las rocas del Cabo Corrientes, con sus temerarios declives afilados. Al respecto, es interrogada por un periodista y responde:

    • ¿Es usted muy valiente?

  • ¡Heroica! No le tengo miedo a nada. Ando sola de noche. Pero reconozco que mi temeridad me ha costado algunos disgustos y algunos sustos.

Y más adelante:

    • ¿Y tuvieron mucho miedo?

  • Si hubiéramos tenido miedo, no contaríamos el cuento. El susto vino después.

Como es posible advertir, la escritora conquistó un espacio propio, con horas de felicidad en las que alternaba el descanso con la Literatura. Y en él se sentía a gusto, rodeada de amigos.

Alfonsina era de gustos sencillos, sobria en el vestir (no era muy afecta a utilizar joyas) y en la alimentación. Del mismo modo eran los espacios en los que se alojaba en nuestra ciudad. La Pensión San Jacinto – su última morada de la calle 3 de Febrero – le pertenecía a una amiga y tenía un interesante desarrollo de proyecto que involucraba ambientes de generosas dimensiones, pero sin lujos. Sus tardes discurrían con los caseros de la propiedad, entre la galería de la típica “casa chorizo” y el pequeño jardín rodeado de madreselvas. 

Igual de sencillo era el trato con las personas; de naturaleza noble y franca, Alfonsina no hacía distinciones de sexo ni de clase social. Era amable y solícita, solía dedicar largos ratos a la conversación de los más diversos temas sociales. Destacan aquellos que la conocieron que al día siguiente de llegar de viaje acostumbraba saludar a los vecinos del barrio, uno por uno.  Del mismo modo, no era complaciente. Poseedora de una mente aguda, ningún aspecto del comportamiento humano escapaba a su análisis, en particular aquellos que sentía se debían adaptar a tiempos más modernos.

Fue una defensora incansable de los derechos civiles femeninos, entre ellos el voto, los puestos políticos y los cargos públicos. Sus reflexiones, reflejadas en un importante caudal de artículos de estilo periodístico, conservan una enorme vigencia.

En sus caminatas habituales era posible verla dirigirse hacia el Club Argentino de Mujeres, ubicado al final de la Rambla La Perla, que en la intimidad ellas llamaban “El Hotel de Verano”. Se reunía allí con el grupo que se alojaba en él y leía sus poemas o compartía charlas con sus amigas sobre aspectos preocupantes de nuestro país. Es muy posible que ella misma haya permanecido como huésped de la institución.

Unión

El Club Argentino de Mujeres de Capital Federal fue concebido en la sala de la familia Dantas Lacombe, en julio de 1921. Surgió con el propósito de unir a las mujeres estudiosas, llenas de ideales y lirismos, amigas de las emociones espirituales.

La presidenta Mercedes Dantas Lacombe y la vicepresidenta Lola Pita Martínez – ambas escritoras – aclaraban que los fines del club eran sociales, intelectuales, físicos y de beneficencia para la mujer.

“Creamos para ella un hogar social, donde por un gasto mínimo tenga lo que en materia de cultura del espíritu y del cuerpo favorezca a su educación integral. Creamos también este club con el intento de estrechar vínculos no sólo entre las mujeres del país sino como entidad representativa para el intercambio social e intelectual con las mujeres extranjeras que respondan a los mismos ideales”.

El Club se mantuvo alejado de toda inclinación política o religiosa, y asumió una intervención muy activa en la defensa de los derechos de la mujer, principalmente el del voto femenino.

Los beneficios que se les ofrecían a sus asociadas eran varios: una biblioteca subscripta a obras, revistas y diarios universales; sala de música donde las socias concertistas podían hacerse oír en audiciones extraordinarias; billar, ajedrez; cancha de tenis, gimnasia fisiológica; salón de té, restaurant; profesoras de baile e idiomas; cursos integrales de enseñanza secundaria y artística; conferencias y conciertos organizados por la Comisión Directiva; tes danzantes; excursiones al interior de la República; bolsa de trabajo, casilla de correos, exposición permanente y venta de labores y trabajos de arte decorativo; creación de una revista o diario y consultorio médico gratuito.

Allí se realizaron numerosas conferencias, conciertos, obras teatrales y fiestas, festejando éxitos femeninos literarios o científicos.

En sus largos años de permanencia se crearon el Salón Femenino de Bellas Artes, la Fiesta de la Poesía, que congregaba todos los años un grupo de jóvenes poetisas, la Fiesta de la Música, que hacía lo propio en su área y en el año 1928 auspició en nuestro país el II Congreso Internacional Femenino. Dentro del mismo se inauguró la Primera Exposición del Libro Femenino Argentino.

Destacaron dos actividades por sus características: la “merienda escolar”, que consistía en la venta de sándwiches en las escuelas nacionales, preparados y vendidos exclusivamente por mujeres, único modo de hacerles ganar a muchas de ellas el diario sustento, y el “camping” de veraneo, con excelente comodidad “Casa bien puesta, cocinero de primer orden, mesa tendida y agradable vida, sólo por cien pesos”. 

A través de la escollera frente al Club, se internó Alfonsina para arrojarse al mar y quitarse la vida.

 

(*) Investigador literario

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