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noviembre 12, 2024
Espectáculos

Pepe Cibrián: ‘Marica’ es un grito de dignidad y resistencia

“Marica” es la nueva obra dirigida y protagonizada por Pepe Cibrián que se presentará el viernes 18 y el sábado 19 de octubre en el Teatro Colón. Desde Bacap pudimos dialogar con él sobre el significado del teatro, el legado de sus padres y el futuro de la actuación en los jóvenes talentos.

Por Ian Punter

La obra  explora la conexión imaginaria entre Federico García Lorca y su asesino en las horas previas a su muerte, pero también habla de la «muerte en vida» de aquellos que, por pensar de forma diferente, fueron marginados o castigados. «Marica» se convierte en símbolo de dignidad y resistencia frente a la humillación, exaltando al hombre y su valentía. 

En este unipersonal, Cibrián denuncia a aquellos que intentan silenciar a los diferentes, destacando que «marica» somos todos los que defendemos el amor, la convivencia y la creación como el sentido más profundo de la humanidad. Se presentará en el Teatro Colón (Hipólito Yrigoyen 1665) el viernes 18 y el sábado 19 de octubre.

-¿Qué significa para vos el teatro?

-La vida, o sea es el agua del pez, no sé cómo explicarte. No entendería la vida sin el teatro, no así con otras disciplinas como la televisión, porque nací en un teatro. Mi vida, la de mis padres, siete generaciones, son teatro. Entonces es lo único disfruto.

-¿Cómo influye la historia de tus padres en tu visión del teatro? ¿De qué manera transmites esa perspectiva en tus producciones?

-Lo que yo recibo de mis padres, fundamentalmente, es la ética, la disciplina, la entrega, el compromiso, la verdad, y la disciplina. No es poco todo eso en un mundo de hoy, que todo es todo junto. No es tan común. Yo creo que eso es así, sinceramente. 

Dicen que soy difícil, yo no creo. Venís a tiempo a los ensayos, ¿sabés la letra? No hay problema. Ahora, como siento que uno tiene un compromiso y nadie lo obliga, lo plasmo de esa manera. O sea, yo te explico, mira: los ensayos van a ser de 3 a 9, vas a cobrar tanto, de acuerdo al productor que te lo está diciendo. Esto es tu personaje. No faltes porque a la tercera vez que faltes, sin preaviso y sin explicarme algo lógico, no vas a estar. Nadie te obliga. Por favor, no cambies tu look porque, de pronto, tu look es lo que me influye en decidir si te acepto o no. Todo lo aclaro, ¿verdad? Entonces, luego, si el día antes del estreno o 10 o 3, si tu pelo era largo y me encantaba y venís y te lo cortaste, te digo: ‘andate’. 

Pero no porque esté mal o bien cortarse el pelo; es porque no cumplís con tu compromiso. O sea, ese es tu compromiso: no cortarte o no dejarte largo el pelo, como símbolo. Entonces, si vos hacés eso, seguramente un día me decís: ‘Mira, no vengo a función porque estoy cansado’. No, no puede ser, porque yo estoy acá, no me corto el pelo, yo cumplo con mi compromiso a rajatabla. Y como nadie me obliga ni a tenerte, ni vos a tenerme a mí, ¿para qué estás acá? Andate a tu casa. Y eso es lo que yo plasmo.

– ¿Plasmas esos valores que vos aprendiste en los jóvenes que trabajan con vos en tus obras?

– Y claro, porque, ¿sabés lo que hago? Yo en mis audiciones o en mis ensayos, sinceramente creo que son clases y más que clases de teatro porque yo pongo la vida. No es porque sí hablo, repito, de haber nacido en uno y de 28.000 tatarabuelos. 

Lo sé, lo conozco, desde nosotros tener que empeñar todo, yo tener que empeñar todo antes de la vuelta de Drácula porque tuve dos años de cáncer, tuve la epidemia, esta casa es fortunas, cuesta mantener. Mi tía Carmen estaba internada en mi casa y me costaba fortuna porque era como un sanatorio. Y tuve que vender un piso y tuve que vender todo lo que tenía, las Alajas en Nueva York, porque no tenía un mango. Y no lo tenía, no pasa nada, porque ya nos ha pasado en la vida.

Mi madre me decía: ‘Pepe, el teatro es como una ola, hay que saber subir, hay que saber bajar, hay que saber subir’. Y eso es lo nuestro. Se sale adelante y no hay otra forma en nuestra profesión. Porque un psiquiatra siempre tiene un psiquiatra. Supongamos que con fama tendrá un año tres pacientes menos, otro año cuatro más, pero siempre tiene pacientes.

“Yo siempre le doy el lugar a los jóvenes, pero no en un teatrito alternativo, ¡en el Luna Park, eh! Mis protagonistas son pibes con talento que empezaron y se formaron conmigo, y saben que los respaldo hasta el final.”

-¿Qué estrategias crees que ayudarían a fortalecer el teatro nacional?

Para fortalecer el teatro nacional, necesitamos que más gente lo visite. Mirá, en el ’71 escribí mi primer musical integral, Universexus, en el teatro San Martín. Fue una obra en contra de esa manía de importar todo y de la falta de identidad nuestra. Porque, ¿sabés qué? Esto es de toda la vida, no de ahora. Importamos cosas y, como vienen de afuera, ¡todo bien! Llegan el inglés, el sueco, aunque sea una porquería, y acá lo recibimos como si fuera lo mejor. Allá en Broadway, la mayoría de los musicales que vienen de afuera fracasan, salvo excepciones contadas, pero acá llenan el cartel de coming soon como si fuera la panacea. Y nosotros, ¿qué? ¿No tenemos talento?

Toda la vida he peleado contra eso. ¿Cuántos autores argentinos, en mi época o en la actual, tienen una chance en serio? Poquísimos, porque el espacio se lo dan a cosas como Mamma Mia o Legalmente Rubia, que, para serte franco, son una porquería. ¿Y a los pibes? ¿Cuándo se los escucha? Yo siempre le doy el lugar a los jóvenes, pero no en un teatrito alternativo, ¡en el Luna Park, eh! Mis protagonistas son pibes con talento que empezaron y se formaron conmigo, y saben que los respaldo hasta el final. Hoy tengo 76 años y, mientras pueda, voy a seguir peleando, desde una silla de ruedas si hace falta. No subo al escenario con ellos, pero les doy el espacio y el empuje para que hagan el teatro que necesitamos: uno nuestro, con identidad.

¿Cuál crees que es el mayor desafío que enfrentan los nuevos actores hoy en día? ¿Qué consejo le darías?

Para los nuevos actores, el desafío más grande hoy es, literalmente, poder comer. Porque no hay espacio, y hay que creárselo uno mismo. Yo también tuve que hacerlo en un momento en el que el país estaba mucho mejor que ahora, pero el musical estaba desvalorizado y, culturalmente, era un desastre. No es solo cuestión de tener hambre en sentido literal, es también poder cumplir tus sueños, hacer lo que querés. No hay lugar para los chicos que buscan trascender más allá de un escenario de sótano. Ahora, si te gusta el teatro y querés ir después del laburo a ensayar a un sótano o una plaza, eso también es teatro.

¿Querés un consejo? Autogestioná. No te vayas de tu ciudad. Buenos Aires no es la panacea. ¿Para qué venir acá, a ver si TN o LAM te dan trabajo? Andá a Londres si querés “hacerla en grande”. Pero nosotros acá no nos conocemos ni entre provincias. Mar del Plata no sabe lo que pasa en Tucumán. Y tampoco es que acá te traen teatro de otras provincias al San Martín o al CCK todos los años. Quedate en tu lugar, en tu calle, con tus amigos y tus colegas. No te vengas a Buenos Aires; es durísimo. Yo lo hago porque es mi lugar, pero triunfar acá o en otro lado es lo mismo, porque no estamos en Broadway.

Yo recorro mi país todos los años y recibo el cariño de la gente, porque saben que lo hago con amor. Puedo equivocarme, gustar más o menos, pero voy con dignidad. Y, ojo, porque tampoco el teatro internacional es tan solidario como parece. Los artistas de afuera vienen solo cuando el dólar les conviene, si no, ni aparecen. Y algunos vienen, critican, hablan mal de nuestra cultura y gobierno, pero cuando se van, se llevan sus dólares. En cambio, nosotros acá tenemos lo que muchos de afuera envidian: el calor humano, el juntarse, la mesa compartida. Aprovechemos eso. No hace falta irse para «triunfar».

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