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marzo 28, 2024
Lo de Allá

Gonzalo Santos: «El padecimiento del docente en el aula no está muy visibilizado»

“Enseñar en tiempos de hashtags” es el último libro de Santos, un autor que también es docente y concurre a concursos para tomar cargos así que lo que dice, no se lo contaron.

Por Emilia Racciatti

El aula como escenario de intentos de aprendizajes fallidos y de formas de apatía que truncan las clases de un docente en escuelas y profesorados del sur del conurbano bonaerense son eje del libro «Enseñar en tiempos de hashtags», con el que el escritor Gonzalo Santos problematiza la vida institucional habitada por autoridades, padres y colegas atravesados por la inercia. 

Periodista y autor de novelas como «El juez y la nada» o «El nudo celta de la calle Bioy Casares», Santos (Buenos Aires, 1984) da clases en profesorados estatales de Avellaneda y difiere en algunas opiniones con ese profesor protagonista que construyó en «En las escuelas: una excursión a los colegios públicos del GBA» (2013) y  «(Des) formación docente» que hoy se recopilan con este nuevo título lanzado por Gárgola ediciones

Este docente de lengua y literatura, que asiste a actos públicos para tomar cargos e intenta dar clases a adolescentes que no lo escuchan, puede ser pensado como una figura opuesta a Rosa del Río, la maestra protagonista de «Cabezas rapadas y cintas argentinas», el texto de Beatriz Sarlo -autora de la contratapa de este libro- que expone la legitimidad de otro momento del proyecto educativo de la Argentina. 

Con una escritura potente que intenta trascender la dispersión, Santos confronta en esta nueva edición de sus trabajos sus propios análisis de las versiones iniciales con notas al pie y da lugar a una voz que pone en jaque los discursos construidos por los denominados especialistas en educación desde el saber elaborado en aulas y salas de profesores.  

Notas al pie

-¿Cómo fue el trabajo de reedición y corrección? Las notas al pie dan cuenta de esa distancia en el tiempo y permiten un desdoblamiento del narrador.

-Fue muy ameno porque Ricardo Romero es un gran editor y fue quien me sugirió introducir notas al pie para dar cuenta de cambios a lo largo del tiempo y recontextualizar lo escrito. El primer libro lo escribí en 2012 bajo un estado emocional muy intenso, estaba bastante afectado por distintas experiencias que fui teniendo en las escuelas secundarias así que es un libro muy visceral y hay afirmaciones con las cuales hoy no me siento del todo identificado o no estoy de acuerdo. Así que me gustó la idea de dar cuenta de eso con notas al pie. 

¿Cómo sería esa resignificación? 

– Creo que hubo una resignificación de ciertos elementos del universo educativo. No tengo la misma mirada. El primero es de 2012 y el otro es de 2015 pero hay cosas que se mantienen más allá de los gobiernos, cada cual imprime su sello ideológico. El de Macri tenía un sello tecnocrático, el actual no lo tiene o no parece tenerlo. Sin embargo hay ciertas continuidades que está bueno advertir. Me refiero a ciertas ideas pedagógicas relacionadas con el proceso de enseñanza-aprendizaje que atraviesan gobiernos y nadie discute. Por ejemplo, poner en la centralidad al alumno, con el docente como alguien que está ahí para asesorar, guiarlo.

Hay muchísimas ideas pedagógicas que se van manteniendo y que está bueno discutir. 

-¿Cómo viviste este tiempo de cuarentena en relación al oficio docente? 

– Fue muy duro. Al principio dejaba las clases escritas en el classroom, después empecé a grabar videos, después advertí que los alumnos reclamaban más interacción entonces comencé a hacer zooms y así traté de ir encontrándole la vuelta, como le pasó a la mayoría. El trabajo educativo a la distancia demanda más esfuerzo, lo digo por mí y por muchos otros docentes. Uno invierte mucho más tiempo en dar clase virtual que presencial. En mi caso tengo talleres de lectura y escritura académica en profesorados y prácticamente vivo corrigiendo. 

Cuando uno da clases de forma presencial puede administrar el tiempo de otra manera. Ahora los tiempos son otros y hay como una autoexplotación del docente que termina trabajando muchísimo más tiempo del que realmente le pagan. Hablo en términos generales, puede que en algunos casos no sea así, pero en la mayoría de los docentes que conozco el tema de la tecnología lo acentúa bastante. 

Sobre la posibilidad de volver a clases, creo que tendrían que darse las condiciones epidemiológicas para que eso sea posible. Lo veo difícil este año. No creo que tenga mucho sentido volver a clases en noviembre o en diciembre simplemente para reestablecer vínculos que en una o dos clases no se van a poder reestablecer. El año que viene, en función de lo que vaya ocurriendo con la pandemia, evaluarlo pero tiene que salir de una concepción consensuada, tienen que participar los docentes, los padres, los ministros, tiene que armarse una mesa y consensuar una decisión. 

Padecimiento

-Sarlo en la contratapa habla de ese profesor en los suburbios y dice que su mirada no es piadosa sino melancólica. ¿Cómo definirías esa mirada?

-Creo que tiene razón, no hay una mirada piadosa. Tiene que ver un poco con el estado emocional en el que escribí el primer libro, fue en 10, 15 días y estaba muy afectado por situaciones y experiencias que me tocaron vivir, con lo cual me centré exclusivamente en dar cuenta de esos padecimientos y no tanto en los de los otros. No estaba en condiciones de desarrollar esa empatía en ese momento de escritura. Creo que no está mal porque el padecimiento del docente en el aula, donde a veces se dan hechos de violencia muy fuertes, no está muy visibilizado en las discusiones que se suelen dar en educación, entonces me parece que está bien mostrar cómo impactan determinadas situaciones en la psiquis de un docente. Además me gustaría aclarar que son experiencias individuales pero que me trascienden.

El otro día un docente me decía que le parecía más bien una biografía colectiva porque son experiencias que atraviesan docentes en el conurbano pero también en muchos lugares del resto del país. Cuando salió el primer libro me escribían para contarme que se identificaban con el narrador porque pasaron experiencias similares, así que me parece que está bueno pensarlo como una biografía colectiva que da cuenta de ciertos padecimientos del docente que no están nombrados y por lo tanto no se suelen discutir. 

Qué dicen

-¿Tuviste repercusiones de alumnos o docentes con quienes compartiste aulas y oficio?

-Muchos docentes con los que trabajo me felicitaron, los que no están de acuerdo no me lo han dicho y algunos me han felicitado por animarme a decir algunas cosas que en general no suelen estar sobre la mesa. La mayor parte de los libros que se escriben sobre educación están escritos por gente que está detrás de un escritorio y que no conoce lo que es el aula.

Los lectores dirán si está bien o no pero me parece interesante que esté contado por un docente de a pie, que da clases y sabe lo que es enseñar en aulas del conurbano. Esa perspectiva y punto de vista no es muy común. Este docente va a dar clases a distintas escuelas públicas y sabe lo que significa eso. 

-¿Cómo definirías a ese profesor? 

– Es un libro autobiográfico pero también está la construcción de una voz narrativa que no se corresponde exactamente con lo que podríamos llamar mi yo extralingüístico, hay cosas que están reelaboradas, exageradas. A Santos lo definiría como alguien que quiere hacer su laburo y que quizás ha tenido poca tolerancia a la frustración, quiere cumplir con la tarea que le encomendaron y se da cuenta que no puede cumplirla y eso tiene efectos psíquicos muy negativos. 

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