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diciembre 7, 2024
Lo de Acá

Aruki: El hombre de las mil ilustraciones

Arquitecto de profesión pero ilustrador desde pequeño, es difícil encasillarlo porque su creatividad puede explorar diversos ámbitos sin impedimentos. Desde mazo de cartas de tarot con los personajes de Mar del Plata, pasando por tapas de discos y revistas. Todo creatividad.

Por Alejandra Bertolami

Franco Damiano, dibuja desde que tiene uso razón.  Conocido como Aruki, es de esos artistas que tienen un don innato. Ilustrador de buena cepa, se destaca haciendo posters y tapas de discos porque la música es un canal donde le encanta fluir, pero su creatividad le permitió hacer hasta un mazo de cartas de tarot con personajes emblemáticos de Mar del Plata. Franco, es de esas personas con perfil bajo y alto talento. Conocé un poco más de su magia en esta entrevista llevada a cabo en uno de sus lugares favoritos: el club Tri. 

El apodo le quedó gracias a una docente (Marta Porreta) de modelo vivo y, de esas clases, no sólo se guardó esa forma de darse a conocer sino un cariño especial a ella: “Me decía Aruki, porque le hacía acordar a los personajes de Murakami y me quedó. Ella fue un personaje muy luminoso en mi vida, de hecho, aparece en el mazo de cartas de tarot” expresa el artista.

Arquitecto de profesión pero ilustrador desde pequeño, es difícil encasillarlo porque su creatividad puede explorar diversos ámbitos sin impedimentos.

Autodidacta since 1987

Si bien, desde chico su aliado es el lápiz nunca fue a aprender ilustración. El talento y la dedicación viene de familia: “Dibujo desde siempre. Empecé viendo a mi hermano Fede (@Rozny), que me fascinaban sus dibujos súper expresivos, él además de motivarme a dibujar es escritor y me acercó a la lectura, siempre se ocupó de alimentar mi parte derecha del cerebro, pero todos mis hermanos conservamos el hábito del dibujo y el amor por el arte”.

En 2016, junto a su hermano y un grupo de amigos crearon la Revista Bananas y algo más. Una revista marplatense de cultura y humor de la cual lograron imprimir siete números.

Otra de las cosas que tiene en claro desde pequeño es su profesión: “a los ocho años ya quería ser arquitecto y dibujaba casas con lápiz y regla. Me gustaba mucho también el diseño gráfico, pero terminé estudiando arquitectura. Es mi otra pasión que convive con el dibujo en cuanto a las ideas, pero aborda otras problemáticas claramente”.

 – ¿Cómo fue tu inicio en las redes sociales justo en pandemia?

– Siempre fui medio enemigo de las redes. Creo que porque no entendía del todo cómo funcionaban. Me resultaba chocante subir un dibujo y que aparezca entre una publicidad de Shampoo y un posteo de Mirko. Después te das cuenta que un poco el mundo se convirtió en eso, un bombardeo de información desordenada que en parte también pone a prueba nuestra capacidad para distinguir lo que nos hace bien y lo que no nos sirve para nada. Un poco lo que intentan lograr los algóritmos.

El tema es que ese algoritmo de computadora no puede nunca igualar nuestra curiosidad genuina, y creo que conformarse todo el tiempo con el algoritmo, sólo por pereza, puede ser peligroso.

También distinguir en qué momento estamos aprovechando las redes y cuando estamos perdiendo valioso tiempo. Sabemos que es una línea muy fina que solemos quebrar seguido (risas), por eso está bueno al menos tenerlo presente y tomar distancia cada tanto. A mí, me funciona eso. Probablemente no funcione para el algoritmo.

La mayor ventaja que le veo a las redes definitivamente es poder ver lo que hace la gente que admirás o apreciás. Yo la uso más bien para eso y para mostrar dibujos, Instagram es una plataforma que dentro de todo que se adapta bastante bien a la ilustración aunque reniego un poco con el formato estricto cuadrado y rectangular me sirve para mostrar lo que hago. Ver lo que piensa el otro  y recibir afecto siempre es lindo…  también para conseguir más trabajos de ilustración, ¡obviamente!

A finales del 2019, me armé un Instagram pero no le daba mucha bola. Antes de eso, solo usaba las redes de la Revista Bananas. Durante la cuarentena empecé a subir dibujos referidos a la pandemia y en ese momento la verdad es que las redes eran nuestra única conexión con el exterior.  Me sirvió interactuar con otras personas y dibujar mucho sobre eso, fue una suerte de terapia para tratar de entender algo de todo el absurdo que estaba pasando.

Las emociones estaban a flor de piel y encontrar complicidad a partir de los dibujos o que hayan sido un mínimo punto de reunión, aunque sea virtual, en ese mar de dudas que vivimos sobre todo los primeros meses, fue una sensación muy linda. Seguro tengamos dimensión de lo que nos tocó vivir, en relación a la pandemia recién dentro de algunos años. 

Marcas

 – ¿Cómo fue crear una revista (Bananas y algo más) con amigos?

 -Yo creo que en nuestra generación, y en las nuevas aún más, los amigos son un lugar sagrado. Poder llevar a cabo proyectos con esos amigos y que fluya creo que es dificil pero muy único cuándo sucede.

Bananas, comenzó siendo un motor de trabajo más que una revista, proponíamos una temática y desarrollabamos artículos al respecto desde donde cada uno quería. Una suerte de tesoro grupal y coleccionable donde depositabamos las cosas que nos gustan: poesía, música, cine, pintura, humor…

Claro, que también nos funcionaba de excusa para juntarnos a tomar cerveza y reírnos hasta las 7am. si no salía nada de la revista. 

En 2019, con la economía sangrando se nos complicó seguir costeando los gastos y tuvimos que frenar.  Espero algún día podamos sacar al menos el número 8 que nos quedó colgado y que creo promete ser bestseller (risas).

Hacer esa revista fue una experiencia hermosa, creo que nos sirvió tanto a mis amigos como a mí para enfocarnos más en nuestros intereses y en nuestras habilidades. Creo que Bananas, al ser una revista tan ecléctica afianzó de alguna manera las miradas de cada uno. Pero lo más importante es que sirvió de plataforma para reunir personas, lectores no solo los que la hacíamos, con inquietudes parecidas en un momento y un lugar específico. A fin de cuentas, siempre se trata un poco de eso: armar el fogón.

También, Bananas, me ayudó personalmente a ver qué era lo que mejor sabía hacer y qué otras cosas mejor dejar de hacerlas. Bueno, un poco como el algoritmo que hablábamos antes pero esto era real, nuestro y tangible. Y lo mejor es que nos queda para siempre.

– Ni bien subiste tus dibujos te reposteó hasta Tute…

– Siii, que grande Tute. Es muy emocionante cuando sucede eso, que a otros ilustradores y colegas que admirás un montón de pronto vean tu trabajo es una sensación muy linda. Igual también hay que decir que el mundo instagram hoy permite que eso suceda más fácil, quiero decir demanda un clic del otro y le tiene que gustar, pero me parece que es bastante más accesible que hace 30 años.  Instagram, es como haber tenido en los ´90 una guía telefónica con los números de todas las personas del mundo. Aunque todos tienen contestador automático.

¿Estilo?

– ¿Cuándo encontraste tu estilo de ilustración?

– El estilo es un tema difícil, creo que uno sucumbe a la idea del “estilo”. Al principio, uno quiere encontrar su estilo a toda costa como si fuera algo elegible, pero en realidad siento que el estilo auténtico es justamente una consecuencia, una forma de expresión que decanta casi por sí sola.    

Es como la manera de hablar o de cantar, es la que te sale, la que tenés, podemos embellecerla un poco, impostarla un poquito o moldearla según la ocasión pero en el fondo el estilo creo que es eso que podemos sacar con cierta naturalidad y a la vez, resulta imposible explicar de dónde sale. No tiene que ver sólo con el manejo de una técnica, creo que involucra una actitud frente al proceso creativo y hacia la obra en sí.

Creo que en parte esa necesidad del estilo se da porque las personas necesitamos encasillar todo y nos gusta rotular las cosas. De hecho, nos suele chocar cuando un artista que nos gusta de pronto cambia su forma de expresarse. Nos re cuesta aceptar cambios. En la música pasa mucho, mucho fan decepcionado con lo nuevo de Miley Cyrus, etc. (risas)  

 El estilo puede resultar útil en el sentido que nos define muy rápido ante el otro, es como una foto carnet, pero creo que lo más importante es lo que haces con todo eso. La obra que creaste usando ese estilo que, en definitiva, lo que queda es la obra. El estilo es más descriptivo creo lo usamos para ordenar.

  –¿Qué influencias te vienen a la mente?

– Las influencias van cambiando a lo largo de los años. Aparecen siempre nuevas y a veces, viene de otras disciplinas o del gesto de un amigo. Pero, concretamente, artistas que me marcaron, de chico era muy fan de Dalí, por ejemplo. Después, para mí, Quino el número uno, Robert Crumb, Matt Groening, los creadores de Asterix, Uderzo y Goscinny, Hergé de Tintin, Moebius. Juan Gatti, es gran artista de tapas de Argentina. No sé, son muchos.

El primer trabajo

 -¿Recordás tu primer trabajo publicado de ilustración?

– ¡Si! Fue con Elio Aprile, para su libro “Nuevo Ficcionario” de 2011. Es como un diccionario apócrifo en plan humorístico y que utiliza muchos juegos de palabras.  Recuerdo que nos juntábamos todos los viernes en la Shell de Constitución. Él, me daba definiciones y yo le llevaba los dibujos y algunas ideas, nos divertimos mucho, una risa espectacular tenía Elio. Guardo un recuerdo muy lindo de ese trabajo y de él. 

-¿Qué proyectos tenés en el presente?

-Estoy ilustrando un libro de Matías Moscardi, escritor marplatense, que es una suerte de adaptación para niños (y no tan niños) de los conceptos filosóficos de Deleuze y Guattari.

También estoy ilustrando un libro de poesías de un amigo. Y trabajando en algunas artes de tapa para bandas.

 ¿Cómo es trabajar con músicos?

-Suelen pedirte todo para ayer, (risas). Creo que igual ya me acostumbré y negociamos.   

No, fuera de broma, tengo muchos amigos músicos y me gusta trabajar en conjunto con ellos porque los admiro y me gusta formar parte de sus creaciones. Pensar imágenes para una música es un ejercicio que requiere de cierta sinestesia, y una responsabilidad porque estás por crear la cara visible y quizás tangible de esa música. Para mí, es muy importante llegar a un resultado acorde a la calidad de la música.

 Lo que más me interesa es la búsqueda de la idea, sea en el ámbito que sea. La dopamina que genera tener una buena idea no la cambio por ningún otro estímulo, una buena idea es lo único que me puede posponer comer, dormir o cualquier otra necesidad esencial.    

¿Cómo es el proceso de una tapa de disco?

-Se dan varios procesos. Depende del artista o la artista y de la confianza que te tengan. A veces, tienen una idea, a veces no tienen ni el nombre del disco, a veces saben hasta qué colores quieren usar y otras, te dan libertad absoluta.

Me apasiona diseñar tapas porque desde chico siento esa atracción con el arte de los discos que llegaban a casa. Era abrir esos libritos de 12x12cm y viajar un rato a ese cosmos. 

 Probablemente, en mi vida tengan más peso o me han marcado mucho más algunas tapas de discos que pinturas de grandes maestros. Y no lo digo para nada orgulloso, sólo que es algo que sucede y no sé, hasta qué punto se elige. Supongo, porque es algo contemporáneo a nosotros. Yo escucho mucha música vieja y me gustan pintores y arquitectos del siglo XX, o veo a Van Gogh y me sigue emocionando. Pero hay algo de lo contemporáneo que, inevitablemente, te moviliza desde otro lado.  

 El proceso de creación de una tapa puede variar pero siempre es fundamental la idea, tratar de traducir mundos de melodías y letras en un cuadrado de 12×12 no suele ser trabajo sencillo,  y los cds ya ni existen. Primero, estaban los vinilos que eran más grandes y veías la tapa en un formato 30×30, después se achicó a tamaño cd y hoy ya son  un cuadradito minúsculo de Spotify que ves pixelado desde un celular. Pero bueno al menos sobreviven.

Sueños

-¿A qué artista te gustaría hacer una tapa?

A Charly, me muero. 

El número uno siempre.

  –¿En qué momento te sentís más cómodo para ponerte a dibujar?

Suelo variar, pero por lo general de noche es más tranquilo. Me pasó en cuarentena que dibujaba todo el día. Nunca le había dedicado tanto. Y comprobé que ese hacer intenso te da un montón, pero bueno tampoco sociabilizas con nadie.

 -¿La ciudad es fuente de inspiración?

-Siempre, si. Es inevitable. Para bien o para mal siempre encontramos la forma de echarle la culpa. Creo, igual que cambió bastante el paradigma del exilio de jóvenes de la ciudad, en el sentido que antes me parece había como una visión de que si no te ibas a Buenos Aires o del país, te quedabas sin chances de “crecer” o de mostrar lo que sabías hacer. Además, Mardel creció muchísimo y se armó una suerte de escena local, Internet vino a terminar con eso. Hoy si tenés un buen wifi podes trabajar y ser conocido desde un pueblito en La Pampa. Todo bien.

También veo que los que decidimos quedarnos tendemos a rendirle más culto de lo normal a la ciudad. Te puedo nombrar muchos artistas marplatenses en donde podes reconocer esto que te digo. Y no sé, si eso ocurre en todas las ciudades. Como una necesidad de demostrar nuestro amor a la ciudad y “amor por el limonero” (risas). Es un sentido de pertenencia copado pero, siento que puede estar generado como mecanismo de defensa o autoconvencimiento frente a esa idea de irse o frente a los que critícan la ciudad pero, sobre todo, frente a uno mismo. Solemos odiar a veces algunos aspectos de la sociedad local.

– ¿Qué es lo que más te gusta al sentarte a dibujar?

– Lo más hermoso es cuando visualizás la idea. Arrancar el trabajo y salir al encuentro de la idea es lo más lindo que hay. En una idea, uno puede ver de alguna manera la obra terminada. Es el momento más lindo de todo el proceso. Creo que se adapta a cualquier disciplina. Ni siquiera al terminar la obra creo que se vuelve a sentir esa sensación, porque “terminarlo” resulta siempre medio ambiguo, es más un abandonar o soltar porque llegó el día de entregar el trabajo. Incluso, suele suceder que el producto final no responde del todo a la idea que tenías en un principio. La idea, es lo que moviliza y el germen de lo que importa. Debe ser el vértigo de crear desde la nada. El momento cero, cuando tenés la idea y la proyectas en un garabato inmediato sobre un blanco enorme. 

Mi proceso creativo más común suele ser primero un dibujo chiquito en lápiz, después hago un boceto más grande y lo entinto a mano, después lo escaneo por partes (porque por lo general es un dibujo más grande que mi escaner), después junto las partes en Photoshop para rearmar el rompecabezas y después, pinto digitalmente.

Las tabletas ahora vinieron a ahorrar todo ese trabajo. Estoy empezando a incursionar en  eso y, la verdad es que si: ahorrás un montón de pasos. Pero en esencia no es más que una herramienta que sirve, entre otras cosas, para llegar más rápido al producto terminado. También, pienso que puede ser contraproducente. Lo re valoro, pero tengo claro que para transmitir una idea no es para nada esencial: se puede hacer con un lápiz y una servilleta de papel,  con un ladrillito en una pared o agrupando ramitas.

-¿Cuál es la ilustración que más te gustó hacer que se te venga a la mente?

– Podría ser la de Los Beatles, es mi banda favorita y la idea me gustó tanto que tengo el recuerdo que empecé a entintar y no paré, casi, hasta terminar de lo cebado que estaba. Me quedó doliendo la mano pero quedé muy contento con el afiche final. (risas).

El mazo de carta de tarot

-¿Cómo surgió la idea de hacer un mazo de cartas de tarot con los personajes de Mar del Plata?

– Mirando el trabajo de la ilustradora original del mazo Raider-Waite, Pamela Colman Smith me quedé fascinado con las cartas de tarot y comencé a investigar más sobre cartomancia. Siempre fui muy escéptico, en algunos aspectos lo sigo siendo. Entendí las cartas como una forma de conocimiento personal o búsqueda interna que me sirvió mucho para repensar mi espacio y mi tiempo. La cuarentena nos llevó a todos a replantearnos lo que hacíamos, las amistades, los trabajos y sobre todo, a repensar o valorar el lugar que habitamos. Armar el mazo de tarot fue un ejercicio revelador en esa búsqueda y también me sirvió para liberarme de algunos prejuicios.

-¿Qué es lo que más te gusta del mazo de cartas de tarot?

– Supongo, que lo que generó en la gente. También haber elegido algunos personajes que quizás no son tan conocidos a nivel global, como pueden ser Piazzolla o Vilas, y si son muy conocidos a nivel local como el patinador de la costa (el Loco) o el señor de los gatos de Cabo Corrientes (El Ermitaño). Son esos personajes que de alguna manera pensás que no conoce nadie y vos sí, hacen que se genere una empatía, como un código de pertenencia más fuerte. 

Fue en esa búsqueda de tratar de ubicar en el mazo a los personajes que significaron algo importante para mí. También es un poco arbitrario porque aparecen personas como Curuchet, que quizás es alguien que ni idea, pero me cerraba que sea el Caballero de oro habiendo sido medallista de oro Olímpico, creo que tenía que estar. Nora Vega, también una genia. Está Fabio Posca, gran humorista marplatense. También personajes que no sabía que eran marplatenses como Nacha Guevara, que es la estrella.

 – ¿Cómo fue el proceso de armado?

– Trabajé con los chicos de Gráfica Tucumán que también nos imprimían la Revista Bananas. Ellos me entregaron las cartas, los libritos y las cajas. Después compaginé uno por uno los mazos y armamos todas las cajas. Hay un video que muestra bien todo el proceso. El diseño de la caja está inspirado en una caja de bombones, los chicos me mostraron que se podía hacer algo así, le cambiamos las medidas y la usamos para el mazo. Mi novia me ayudó mucho en todo el proceso, ella hizo las fundas de tela que viene con el tarot.

Fue un gran momento hacerlo, un gran desafío que no se bien de donde saqué la energía para terminarlo. Espero editar una segunda edición pronto.

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