José Luis Britos, uno de los fundadores de Cuatro Elementos, habla sobre este espacio teatral que cumplió 10 años brindando diferentes propuestas culturales en la ciudad de Mar del Plata.
Por Max Czajkowski
Cuatro salas. Cuatro fundadores. José Luis Britos, Freddy Virgolini, Rosie Álvarez y Pablo Marchini coordinan Cuatro Elementos (Alberti 2746), un espacio cultural que nació en 2012 y que desde hace 10 años abre sus puertas a artistas de la ciudad y del país entero durante todo el año. Además, brinda formación, entrenamiento y perfeccionamiento de actores y artistas a través de cursos, seminarios y talleres.
El nombre del centro cultural hace alusión a los elementos de la naturaleza. Por eso, las cuatro salas principales llevan un nombre que las representa:
Sala Aire. Se encuentra ubicada en el segundo piso con capacidad variable según lo requerido para cada espectáculo. En ella se posibilita un contacto fluido entre artistas y público para realizar una experiencia inmersiva.
Sala Fuego. Está en el primer piso y posee una capacidad máxima para 40 espectadores. Es ideal para espectáculos de pequeño formato.
Sala Tierra. Localizada en la planta baja, tiene una capacidad máxima para 65 espectadores. Permite un armado flexible de escenarios y plateas.
Sala Agua. Es la sala más grande del lugar. Ubicada en la planta baja, llega a una capacidad máxima para 120 espectadores con gradas fijas que garantizan óptimas condiciones de audición y visibilidad.
Estas salas funcionan todo el año con diferentes propuestas culturales. Cuatro salas que responden a formatos diferentes de espectáculos. Por eso, este centro teatral es algo único en la región. Los cuatro socios fundacionales se reúnen una vez por semana para definir su política de gestión y programación. Un criterio que durante estos 10 años ha ido variando.
En diálogo con BACAP, José Luis Britos habló sobre la operatividad del espacio. «El primer criterio obedece a una cuestión de estacionalidad propia de la ciudad que hace que tenga una dinámica muy diferente en enero y febrero que el resto del año. En enero y febrero nosotros programamos todos los días. Por lo general, en septiembre recibimos propuestas y pedidos. A partir de ahí, tiramos las cartas en la mesa y armamos el criterio. Tratamos de ser amplios y no solo programar lo que nos gusta hacer a nosotros como artistas, ni siquiera lo que nos gusta ver. Pensamos mucho en los públicos», sostiene mientras recorre cada sala.
En cuanto a la cifra de envíos de proyectos, José expresó que es enorme. «Muchas propuestas no entran en nuestro criterio de programación. Intentamos, a pesar de la diversidad, garantizar un piso de calidad», confiesa y agrega: «Igual siempre será discutible el criterio de calidad en general. Nosotros también producimos, con lo cual también tenemos que compatibilizar con nuestras propias producciones a partir de marzo y hasta diciembre».
-¿Cómo surgió el espacio Cuatro Elementos?
-Surge porque deriva de otra sala que funcionaba en la calle Córdoba que se llamaba «Escena Abierta». Una pequeña sala para 40 localidades que en principio fue creada por Freddy Virgolini. Después, él se fue a vivir al exterior y dejó a cargo a Rosi Álvarez, Pablo Martini y a mí. A la vuelta, Freddy nos potenció para salir a la búsqueda de otro espacio. En ese momento sabíamos que esa salita ya tenía su ciclo cumplido, que necesitábamos otro tipo de espacio para poder crecer. Surgió la mudanza a este espacio que en principio comenzó con dos alas en diciembre del 2012, nuestra fecha de inauguración. Arrancamos con dos salas, el espacio Fuego, que era living original de la casa, donde mantuvimos la estructura de la casa original. Y en el consultorio del médico, quien era el propietario original, se construyó el espacio Agua. Esas dos sobreviven. Sobre Agua se construyó el espacio Aire y en un terreno anexo, en una posterior ampliación, apareció el espacio Tierra. Luego, surgió la sala Éter que es el único espacio dedicado a las clases y talleres.
-Las gradas donde está el público en dos salas están elevadas.
-Sí. Hemos puesto al público por encima de los artistas porque así surgió. Así se hacía en los anfiteatros griegos, por ejemplo. En el devenir del teatro, en algún momento, elevaron el escenario y elevaron a los artistas y dejaron abajo al público. Bueno, esto es como devolverle al público un preponderante. Pero más allá de eso, hay una perspectiva. Yo pienso una escena en términos de director y la estoy mirando desde arriba hacia abajo y no al revés. De hecho, hoy hasta como espectador me cuesta mirar espectáculos para arriba.
-Eso lo pueden hacer por ser independientes.
–En el teatro independiente hay una diversidad muy grande y hay propuestas que, yo diría, son teatro comercial de bajo presupuesto. Porque en realidad obedecen a la lógica el teatro comercial, pero no tienen la guita del teatro comercial. También es cierto que dentro del teatro independiente hay un teatro de una poética, una experimentación. Un riesgo artístico que no resiste pasa al teatro comercial. Y está bien que así sea porque es un modo de producir diferente que tal vez no busquemos. Que sea para poco público, pero es cierto que el consumo general está enfocado por otro lado. Esta especie de hibridez… Vamos a hablar de territorio. No es lo mismo ser artista independiente en ciudad de Buenos Aires que en las provincias. Porque, al día de hoy, yo te diría que la mayoría de los artistas independientes estamos seguros de que no vamos a vivir del teatro. La mayoría de los artistas independientes pensamos en fuentes alternativas de ingresos y eso que nos puede quitar cierta estabilidad, cierta seguridad. Al mismo tiempo nos da mayor posibilidad de asumir riesgos artísticos.
-Pero esos riesgos, el artista independiente en algún punto quiere que el público los vea.
-Todos queremos, en términos generales, que el público asista. Buscamos que les guste porque sabemos que eso significa recomendación. La recomendación sigue siendo la mejor campaña de difusión para el teatro independiente, para los artistas independientes. En general, podemos estar más cerca de nuestras convicciones y de experimentar. Uno va corriendo sus propios perímetros y atraviesa nuevas búsquedas porque la taquilla no manda. Y en el teatro comercial la taquilla manda, el espectáculo que no funciona, se levanta.
-¿Cuatro Elementos se mantiene todo el año por sus talleres?
-En este momento hay más de 40 talleres. Las clases las damos nosotros: Freddy, Pablo y yo. Rosy no es docente, así que ella no da clases. Hemos tenido la posibilidad de darle lugar a una gran cantidad de docentes de teatro. Hay desde primera infancia y bebés hasta tercera edad. Después hay prácticas de movimiento, danza, improvisación, yoga, acrobacia aérea. Hace poco empezó un taller literario con focalizaciones dentro del teatro. Es decir, tratamos de dar una cierta formación actoral. Venimos impartiendo talleres de juego teatrales más lúdicos, siempre pensando en adultos. También está la poética del absurdo, un trabajo con máscaras. Esas son cosas para que la persona que ya transitó un primer acercamiento al teatro, pueda seguir profundizando.
-¿Funcionan como un centro cultural de contención?
–Absolutamente. En general, las salas teatrales independientes y los centros culturales que hay en Mar del Plata son instancias de socialización. Son instancias de contención para niños, para adolescentes que muchas veces no encuentran en la escuela o en la familia ciertos ámbitos donde expresarse, donde ampliar sus capacidades comunicativas y creativas. El teatro en ese sentido es muy favorecedor.
-¿Cómo ves la temporada 2024?
-Yo creo que será una temporada muy difícil. Gane quien gane, va a ser una temporada difícil porque las capacidades económicas de la población están en baja. Los procesos inflacionarios siempre son de conspirar contra consumos culturales porque obviamente hay que recortar por ese lado. Porque no se puede dejar de comer ni de pagar el alquiler ni los servicios. Mucha gente va a estar en esa, no solamente pudiendo subsistir. Generalmente en estos tiempos de crisis a los artistas nos potencian y el público busca mucho el refugio del arte. Esa es la contracara a la escasez económica. Crece la demanda de cierta satisfacción espiritual, de ciertos espacios donde sin entrar en misticismos, la dimensión humana se siente también contenida. Tenemos una realidad que nunca podemos seguir la inflación. No somos un paquete, de hecho, no vendemos paquetes de yerba que puede aumentar y la gente va a seguir consumiendo la yerba. El teatro independiente tiene más de 100 años y ha pasado por todas las crisis. Creemos que esta será una más. El arte nos obliga a ser optimistas.