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noviembre 3, 2024
Deportes Lo de Acá

Aldosivi – Alvarado, prohibido no festejar

Por primera vez en este siglo, se enfrentaron los dos equipos más importantes de Mar del Plata. Un clásico que prohibieron durante 27 años y que la gente merece disfrutar. Aldosivi y Alvarado, volvieron a verse las caras.

Por Juma Lamacchia

A las 11 de la mañana cuando la hinchada de Aldosivi comenzó la caravana hacia el estadio José María Minella, la ciudad se encontraba cubierta por el sol que dejó disfrutar el inicio del sábado, que no iba a ser un sábado cualquiera, después de 27 años se volvían a enfrentar Aldosivi y Alvarado. El clásico prohibido.

Tanto tiempo tuvo que pasar que el paso del mismo hizo la bola aún más grande. Un partido totalmente demonizado, que no entraba en la cabeza de nadie, que pudiera volver a suceder. La expectativa de un resultado catastrófico fuera del partido en la que la violencia reinara era casi unánime. Ese fue el discurso que se usó durante tanto tiempo para que el Tiburón y el Torito no se vean las caras. Durante mucho tiempo, bajo la excusa de la diferencia de categorías que tampoco permitió un partido amistoso. ¿Amistoso? ¿Qué tiene de amistoso un partido que se alimenta de la venganza? En este video del creador de contenido Leo Mdq se entiende perfectamente qué tan grande era la bola.

Por lo pronto, este partido correspondiente a la Fecha 8 de la Primera Nacional del fútbol argentino se jugó solamente con público local (en esta ocasión, Aldosivi). Manchas que van más allá de la mística de este encuentro y que el hincha argentino sufre hace años.

Siempre gana el folklore

La previa se vistió de verde y amarillo, mientras que los hinchas de Alvarado se juntaron en su propia villa deportiva para verlo en pantalla gigante, los de Aldosivi recorrieron la Avenida Juan B. Justo para llegar a las afueras del “Mundialista” (que de mundialista le queda poco y nada) para que la espera sea una fiesta.

El operativo policial fue más grande de lo normal, pero la presencia de los efectivos casi no se hizo notar. El ojo de la tormenta estaba puesto en la hinchada local, que a orillas de la Avenida de las Olimpiadas se agrupó a vivir el rito más lindo que tiene el folklore argentino. Los 27 años que pasaron dividen muchas generaciones. Abuelos, hijos, nietos, adultos, adolescentes, niños y niñas. Todos juntos. Viajeros de mano en mano, bengalas de humo y banderas, puestos de chori y familias completas entonaban los cánticos más populares a la espera del horario de inicio.

No se registraron inconvenientes al momento de ingresar, la entrada estaba reducida a una sola, para todo el público y las vallas delimitaban el espacio disponible para merodear las adyacencias del estadio. El objetivo era uno: reducir el márgen de daño al mínimo.

El punto de partida estaba dado. Desde el momento en que AFA oficializó el partido ya no había vuelta atrás. Pasan los años, jugadores, dirigentes y gobiernos, alguien iba a tener que tomar las riendas, hacerse cargo y ponerle fin a tanta espera.

El fútbol que nos quedó

Los hinchas se juntan en el playón que da lugar a la tribuna popular sur. Ya no quedaba nada para ver con sus propios ojos al azul y blanco mezclado con verde y amarillo en una cancha. Los puntos, el torneo y la historia, quedaba atrás. A partir de ahora, se escribe un nuevo libro en el fútbol marplatense.

El recibimiento fue a todo color, las bengalas invadieron el frío que presentaba la ciudad, donde comenzaban a asomarse tímidamente algunas gotas de lluvia. Para que no queden dudas, de que el clásico pertenece a la ciudad.

La realidad deportiva de cada equipo no es la mejor. Ambos participan de una categoría que parece infinita, que mueve sus piezas a gusto de sus dirigentes y que la permanencia en la misma asegura un ingreso más que suficiente contra el gasto que significa jugar en Primera División. Los planteles se achican y la constancia parece un camino imposible.

Los clásicos se ganan, o al menos, no se pierden. Aldosivi debía sufrir al menos una presión un poco extra al tener a su público en el partido y por transitar, en los últimos años, la categoría más alta del fútbol argentino. Y Alvarado, por su parte, sintiéndose visitante sin nada que perder. Ese análisis, no asegura nada, y dicen lo que saben, que los clásicos son partidos aparte.

El riesgo a perder, a sufrir una goleada, o simplemente a no dejar conforme al resto era muy alto. Acá hay algo que hay que entender: tanto para los jugadores, como para los dirigentes y los propios gobernantes, el partido solo debía jugarse. Arrancar y terminar en condiciones. Sin sufrir ningún altercado ni que la noticia no sea el resultado. De esa manera, por fín, se deja de lado el contador de distancia con el último enfrentamiento. A partir de ahora, Mar del Plata recupera una plaza futbolística muy importante.

De aquellos torneos de verano que desaparecieron con el paso del tiempo y las malas organizaciones deportivas, se sentía el olor a clásico en el ambiente. Cada pelota pesaba mucho y el estadio intentaba ser una caldera. Lamentablemente, con la platea cubierta clausurada (salvo sus cabinas y un espacio para directivos) y una popular sin vender, sólo la mitad de lo que fue un estadio mundialista se vio ocupado. La venta de entradas se sostuvo hasta la mañana del partido. 

De fútbol hay poco para decir. Sonó el silbato, Alvarado tocó atrás y el primer pelotazo se fue al lateral. Un intento de juego que continuó durante 90 minutos por ambos lados, con algún que otro atrevimiento de Alan Sosa, el número 7 de Aldosivi, que hizo que más de uno se pare de su butaca. El jugador fue reemplazado faltando 15 minutos, lo que dio la sensación de que el empate hacía que todo termine de la mejor manera.

Tal vez volvamos a vernos

El final lluvioso reflejó lo que todos esperaban. Los protagonistas no eran los jugadores, sino los hinchas. Hinchas locales que extrañaron vivir una semana de tensión a la espera de cruzarse a su máximo rival, y que ahora, podrán volver a sentir cuando en la fecha 27 se vuelvan a enfrentar, aunque le toque a los de matadero pintar de azul y blanco la atmósfera del partido.

Las autoridades darán su veredicto, tomarán como un triunfo que no hubo incidentes en un partido alimentado por el odio y sacarán pecho de un resultado que le corresponde única y exclusivamente al hincha. En días donde se habló, por declaraciones de Gerard Piqué, de que el entretenimiento del fútbol estaba en caída, y que verlo desde un sillón en una casa era mejor plan, la gente volvió a demostrar que nuestra cultura nos enaltece y nos permite disfrutar, ahora sí, del clásico que quisieron prohibir.



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