Son un souvenir típico marplatense. Hasta a Caro Pardíaco, el personaje del momento, le regalaron uno hace unas semanas. Pero ¿cuánto sabemos de estos lobitos de plástico? ¿Funcionan para detectar cambios de humedad en el ambiente?
Por Agustín Casa
Se venden en las tiendas de regalos de la ciudad y son uno de los souvenirs favoritos de los turistas. Hasta a Caro Pardíaco, el personaje humorístico del momento, le regalaron uno hace unas semanas. Algunos marplatenses también los tienen en muebles, repisas, escritorios y marcos de ventanas. Son llamativos porque tienen la figura de los lobos marinos de Mar del Plata, habitantes ilustres de nuestra costa. Pero los “lobitos marinos del clima” ya son un ícono en sí mismos.
Durante su adolescencia, la marplatense Victoria Guglielmotti observó que un lobito de plástico cambiaba de color. Pensó que eso no podía ser magia y que respondía a algo. En ese entonces, encontró las respuestas en sus profesoras de la escuela y en internet.
Detrás del funcionamiento de estos objetos populares, que generalmente se compran como obsequio, hay ciencia. “Estos souvenirs son sensores. Un sensor es un dispositivo que detecta una determinada acción externa. En este caso, el lobito actúa como un sensor, detecta un cambio en la humedad que lo rodea y responde a eso cambiando de color”, cuenta a Bacap Gugliemotti, ingeniera en Materiales por la UNMDP, doctora en Química por la Universidad Nacional de San Martín y docente de la Universidad Nacional de Hurlingham.
La respuesta al funcionamiento de estos souvenirs está en la higroscopia, que es la capacidad que tienen algunas sustancias de absorber la humedad. “El cloruro de cobalto es el secreto detrás de ese simple lobito de plástico. Este compuesto tiene átomos de cobalto y de cloro que, dependiendo de la humedad, se van a ordenar de distinta forma. Cuando no hay humedad en el ambiente, el complejo de cobalto (II) se ordena en forma tetraédrica y, al reflejar la luz, toma tonos azules. Son los días que tenemos que agarrar el mate y salir a la playa. A medida que empieza a cambiar la humedad ambiente y se hidrata, ese complejo cambia la simetría del ion y pasa a ser octaédrico. Esto hace que cambie a un color rosado. El estímulo es la humedad, la respuesta el color y la interpretación queda ahora de nuestro lado”, explica la científica marplatense.
Los “lobitos marinos del clima” suelen traer instrucciones para comprender el cambio de color. El azul intenso señala que la humedad es baja, entonces, es esperable que el día esté soleado y despejado. El violeta refleja un nivel de humedad medio y, por lo tanto, un tiempo inestable. En tanto, el rosa da cuenta de que hay mucha humedad en el ambiente y muchas veces eso es indicador de que va a llover.
Por supuesto que los “lobitos marinos del clima” no reemplazan de ninguna manera un pronóstico oficial ni la tarea profesional de un meteorólogo. Sin embargo, son muy precisos como sensores de humedad. En este sentido, Gugliemotti detalla: “El cambio en la simetría del ion cobalto es súper preciso. Funciona bárbaro como sensor de humedad. De hecho, este complejo no solo se usa en estos souvenirs, es muy usado en tiras de papel reactivas. Una tirita de papel se impregna con esta sal y eso permite que muy fácilmente podamos detectar si en un determinado espacio hay o no humedad. Esto es sumamente importante para conservar químicos y productos específicos. Con estos papeles impregnados en cobalto podemos chequear el nivel de humedad simplemente mirando el color que toman, sin necesidad de equipos costosos”.
Según la doctora en Química, en general, el error está en la interpretación de lo que indican los “lobitos marinos del clima”. “Este complejo cambia de acuerdo con la humedad. Entonces, por lo general, al aumentar la humedad, lo que suele aumentar también es la probabilidad de precipitaciones. Pero hay muchos otros eventos meteorológicos que producen también un aumento de la humedad ambiente”, advierte.
Por ejemplo, Guglielmotti sugiere llevar el lobito a la cocina cuando se estén cocinando fideos y observar qué ocurre cuando se saca la pasta de la olla y se cuela.
“El lobito es preciso en su función, que es detectar el nivel de humedad. La lectura e interpretación que hacemos nosotros, de asociar esa variación de humedad con las lluvias, ya no es responsabilidad suya. Muchas veces este linkeo entre aumento de humedad y aumento de la probabilidad de precipitaciones sucede, y por eso le creemos. Pero puede que la humedad esté aumentando por otros fenómenos y eso no nos lo va a indicar el souvenir”, comenta.
Ahora, ¿cómo llegó la ciencia a un producto decorativo? “La ciencia del cloruro de cobalto ya era conocida hace rato como indicador visual de la humedad. Esta misma tecnología se usa para cintas reactivas a humedad, etc. Lo que se hizo fue darle una aplicación más decorativa que se volvió un símbolo y emblema de la ciudad”, remarca la egresada de la UNMDP.
Fanatismo por los “lobitos marinos del clima”
Desde que observó los “lobitos marinos del clima” en su adolescencia y averiguó cómo funcionaban, estos souvenirs se convirtieron en un objeto muy valorado por Victoria Guglielmotti. Su fanatismo es tal que el souvenir de su defensa de tesis de Doctorado en Química en diciembre de 2023 fue un “lobito marino del clima” con la inscripción “Dra. Guglielmotti”. Ese día casi llueve, por eso se puede ver el color rosa en el souvenir.
Nacida y criada en Mar del Plata, desde su juventud Victoria tuvo interés por la ciencia. “Me gustaba mucho la química, la matemática, la biología y la medicina, y no sabía cómo hacer para poder estudiar un poquito de todo, hasta que vi que la ingeniería en materiales tenía desarrollos en biomateriales, y ese fue mi primer motor”, recuerda.
Estudió Ingeniería en Materiales en la Facultad de Ingeniería de la UNMDP. Mientras avanzaba en la carrera, descubrió la nanotecnología gracias a Galo Soler Illia, un investigador argentino que es referente en el área. Luego, se doctoró en Química en la Universidad Nacional de San Martín, en el Instituto de Nanosistemas.
Sobre la nanotecnología, Guglielotti afirma: “Abrió puertas para investigar a esta escala muchísimas nuevas aplicaciones. Entre ellas se empezó a ver que las células responden a estímulos de su entorno en esta escala, por ejemplo, las proteínas de la matriz extracelular, que regulan muchísimos comportamientos celulares, están ordenadas y distribuidas en arreglos nanométricos. Entonces, para poder estudiar la respuesta celular con precisión es clave contar con instrumentos de medición que puedan imitar el entorno de las células en el cuerpo humano”.
En esta línea, la tesis de doctorado de la marplatense “estuvo centrada en desarrollar electrodos capaces de imitar este entorno celular para poder estudiar el comportamiento de las células en tiempo real, así estos dispositivos pueden eventualmente usarse para estudiar el efecto de distintos fármacos, para detectar células cancerosas de células sanas, etc.”.
Guglielmotti realizó su tesis de grado en Francia. Luego, mientras hacía su doctorado en la UNSAM, tuvo cinco estancias de investigación en Alemania, donde trabajó en colaboración para desarrollar electrodos biomiméticos.
“Con el Max Planck de Stuttgart desarrollamos electrodos que imitaban este ordenamiento de proteínas que las células ven en su matriz extracelular a la que se adhieren. Con el grupo de Berlín desarrollamos electrodos que permiten acercarse a la rigidez de los tejidos del cuerpo. Usualmente los estudios celulares se hacen sobre superficies rígidas, pero en el cuerpo únicamente los huesos tienen esa dureza, después estamos constituidos mayormente por tejidos blandos. Por eso, con la Universidad Humboldt de Berlín usamos un polímero de base que permite hacer un sustrato blando, y lo recubrimos con grafeno, que es una capa de un solo átomo de espesor, así manteníamos las propiedades blandas del sustrato y, a su vez, lo hacíamos conductor para que pueda tener habilidades de sensor”, relata.
Guglielmotti hizo toda su formación en la educación pública, desde la escuela hasta la UNMDP y la UNSAM. Y se doctoró gracias a una beca del CONICET. “La valorización internacional de nuestras entidades educativas públicas en el exterior es enorme. Los profesionales argentinos son sumamente codiciados justamente por el altísimo nivel de formación. De hecho, en estas últimas semanas mis profesores y colegas de afuera me escribieron solidarizándose y escandalizados por lo que veían respecto a los recortes en ciencia y educación”, agrega la científica.
En la actualidad, Guglielmotti se desempeña como docente en el Instituto de Tecnología e Ingeniería de la Universidad Nacional de Hurlingham y en los próximos meses comenzará sus estudios posdoctorales.