El 8 de mayo de 1953, Victoria Ocampo, ícono literario y figura antiperonista, fue detenida en Mar del Plata bajo acusaciones políticas. Este episodio marcó una de las tantas conexiones de la escritora con la ciudad costera, donde vivió momentos de inspiración, desavenencias y romances. Desde su primer encuentro con el Atlántico hasta la creación de su famosa Villa Victoria, Ocampo dejó huellas en la historia de Mar del Plata que trascienden lo anecdótico y revelan un vínculo profundo con su arquitectura, playas y vida social.
Por Nino Ramella
Señora, vino un comisario y pregunta por usted. Avelina, la mítica casera de Villa Victoria que se autollamaba la vasca bruta para diferenciarse de la vasca culta que era su patrona, anunciaba así a Victoria Ocampo una inesperada visita que sería el preludio de 26 días presa en la cárcel Del Buen Pastor en Buenos Aires.
Eso ocurrió el 8 de mayo de 1953 aquí en Mar del Plata. Se me ocurre iniciar estas líneas destacando la fecha y el escenario de lo sucedido porque son pistas que nos llevan a darnos cuenta del fuerte vínculo de la fundadora de Sur con nuestra ciudad.
Victoria solía venir a Mar del Plata a fines de noviembre y generalmente volvía a Buenos Aires…más precisamente a San Isidro… después de su cumpleaños, que era el 7 de abril. Y en este caso, como vemos, seguía aquí un mes después.
Para no dejar en el aire la historia de su detención digamos que se debió a un trasfondo político que hizo que Victoria, un ícono antiperonista, fuera señalada como instigadora de un atentado con bombas que había tenido lugar en la Plaza de Mayo durante un acto de la CGT mientras Juan D. Perón pronunciaba un discurso.
Primera referencia a Mar del Plata
Pero volviendo a estos lares la primera referencia que nuestra ilustre visitante hace de Mar del Plata es de muy joven, cuando vino acompañada de sus padres. Llegué por primera vez a Mar del Plata una mañana en el tren nocturno con camas Yo era una adolescente y Mar del Plata también. Mar del Plata era el Hotel Bristol, unas cuantas casas, la rambla de madera… Pero tenía la playa limpia y todo el mar, ahí encima, y las piedras. Fue mi primer encuentro con el Atlántico desde una playa. Hasta ese momento Victoria conocía el Océano Atlántico desde la cubierta de un barco en sus viajes a Europa.
Su tía abuela y madrina Francisca Ocampo de Ocampo, a quien llamaban “tía Pancha”, en 1912 había mandado poner en pie una original casa de madera importada de Inglaterra a través de la firma Boulton & Paul, igual que los bungalows dispersos en sus colonias. Si bien solía veranear allí fue a partir de la muerte de sus padres que Victoria pasó en esa casa varios meses cada año.
La propiedad tenía dos manzanas, comprendidas por las calles Matheu, Arenales, Saavedra y Lamadrid. Al obligar la Municipalidad a abrir la calle Quintana, su ilustre dueña decidió vender una de ellas. Fue un gran dolor para Victoria, que se lamentaba que en la manzana perdida estaban las mejores plantas, confió a quien esto escribe César Magrini, periodista amigo de la escritora.
El episodio generó desavenencias con el intendente. Al tiempo se reconciliaron y Luis Fabrizio, de él se trata, atesoraba un libro dedicado por Victoria al intendente que salvó un árbol por haber permitido la supervivencia de un pino silvestre justamente en la calle Quintana.
La casa más fea
Con ser la más conocida, Villa Victoria no fue la primera residencia marplatense de la escritora. Una casa blanca, lisa, geométrica, hizo Victoria entre 1926 y 1927 en la esquina de Alberti y Carlos Pellegrini con la ayuda de un constructor. Fue inspirada por la villa que Robert Mallet-Stevens hiciera poco antes para los Vizcondes de Noailles en el sur de Francia.
Distante de la villa de su tía abuela, ubicada en un barrio llamado La loma del tiro a la paloma, hoy Divino Rostro, la nueva casa quedaba lo suficientemente alejada de su grupo familiar como para veranear sin intromisiones con su amante Julián Martínez Estrada, a quien ella había conocido en 1912 en su viaje de bodas. Un detalle: Julián era primo de su flamante marido, Luis “Monaco” Estrada. De todos modos algo no funcionó: compartieron allí sólo un verano.
Victoria solía contar -y se non è vero, è ben trovato– que cierta vez llegó en tren a la Estación Nueva, allí en Sarmiento y Alberti y que al subirse a un taxi le pidió que la llevara a la casa más fea de la ciudad y que la llevó a su casa. Fuera de que el relato pueda ser una boutade lo cierto es que ese diseño debe haber producido un impacto brutal en una ciudad impregnada del pintoresquismo de la época.
Y hablando de fealdades…
Cierta vez entrevistando a Jorge Romero Brest, mítico crítico de arte director del Instituto Di Tella, durante la charla soltó que Le Corbusier había dicho que Mar del Plata era la ciudad más fea que había visto jamás. Mi inexperiencia juvenil de periodista novato no me habilitó a repreguntarle, ya que la historia oficial no cuenta que Le Corbusier haya estado alguna vez en Mar del Plata.
¡A quién consultarle sino al archivo viviente de Roberto Cova!. Con todo su pudor el inolvidable arquitecto e historiador marplatense me apartó del grupo ante el cual formulé la pregunta de si él sabía si el célebre suizo había estado alguna vez en Mar del Plata. Sí sabíamos que estuvo en Buenos Aires en 1929.
Vea Ramella -siempre me llamó por mi apellido-…yo he leído una carta de Le Corbusier a Victoria refiriéndose a su casa modernista acá en Mar del Plata y toda la sensación es que ha estado ahí. Y acotando con picardía: usted sabe…Victorita era una chica…cómo decir…algo transgresora…¿me entiende?. Para Roberto, pues, fue la trampa lo que nos regaló la visita del ilustre arquitecto.
La playa y caminar
Hasta llegar a nuestras costas las únicas playas con arena que había experimentado Victoria eran las del Mediterráneo. Pero en ese sentido la revelación de tales vivencias fue en Mar del Plata. Me enamoré a primera vista y para siempre… Por la mañana nos bañábamos en el mar… las olas eran montañas de agua que se me venían encima… Salía yo de esos baños chorreando terror; pero al día siguiente, volvía, entusiasmada…
Como solía ocurrir ayer y también hoy, las playas elegidas no lo son para siempre. De la Bristol Victoria pasó a Playa Grande y más tarde a Punta Mogotes, más precisamente al balneario Tiraboschi. Caminaba sin parar por la orilla y solía llevar algún perro en esas aventuras, tal como ilustra la foto que acompaña esta nota, proveniente del archivo de María René Cura -secretaria por años de la Fundación Sur-, y que le regaló a Teresa Serenellini entrañable amiga que me la cedió para una publicación.
A sus invitados -que no fueron pocos- o parientes los llevaba a la playa. De algunos de ellos hay fotos como en el caso de Jorge Luis Borges, Silvina su hermana y Adolfo Bioy Casares, su cuñado. Estos tres paraban en Villa Urquiza, adyacente a Villa Victoria.
Más celebridades
No podríamos hablar de Victoria y su relación con Mar del Plata sin mencionar a muchos de sus amigos que conocieron la ciudad gracias a sus gentilezas. Rabindranath Tagore pasó en esta ciudad una semana de 1924, alojado en la Estancia Chapadmalal de los Martínez de Hoz.
Roger Callois, Waldo Frank, María Rosa Oliver, Eduardo Mallea, Enrique Pezzoni, Saint-John Perse…entre muchísimos otros fueron huéspedes de Villa Victoria. Pero acaso una estancia muy recordada es la de Gabriel Mistral.
Fue a principios de abril de 1937 que llegó Gabriela a Mar del Plata. Se propusieron pasar juntas sus cumpleaños. Ambas habían nacido un 7 de abril.
Podríamos escribir miles de páginas hablando de Victoria Ocampo, de su condición de temprana feminista, de su prédica antifascista y ese encuentro con Mussolini, de haber sido la única mujer latinoamericana invitada a los juicios de Nuremberg, de su apertura hacia el aborto, su lucha por el voto de la mujer, su desprendimiento económico para sostener por décadas la editorial Sur, haber creado el Fondo Nacional de las Artes…haber sido echada del Casino por usar pantalones, su amor por The Beatles y el enojo de Borges porque le puso una peluca alegórica de ese grupo que había traído de Londres… también de sus amores…pero una vida semejante -en gran parte vinculada a Mar del Plata- sería imposible de volcar en un texto.
Por eso quisiera terminar estas líneas con lo que le mandó Gabriela Mistral aquel 7 de abril de 1937 a su cuarto y que conocemos como Recado a Victoria Ocampo: