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abril 18, 2024
Leo Cubiella
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Leo Cubiella: Tango, música e identidad

El bandoneonista Leo Cubiella tiene 30 años y se ha convertido en un referente del tango de la ciudad en el último lustro. En diálogo con Bacap, explora sus inicios musicales, lo que le aportó su dúo con el pianista Luis Reales y cómo fue el proceso de rectificar su identidad de género.

Por Nicolás Quintaié

A un siglo del nacimiento de Ástor Piazzolla, los nuevos intérpretes del tango emergen en Mar del Plata. Y Leo Cubiella ha retomado parte del legado del prócer para pisar fuerte en la escena musical contemporánea. Con apenas 30 años, se posiciona como un bandoneonista referente para toda una generación, que llegó para renovar el género.

Una breve recorrida por su vivienda ya revela su impronta artística: en las paredes están colgados los cuadros que pintaba cuando apenas era un púber. Ahora bien, el fueye no fue su primer amor. La influencia del Pity Álvarez y La Renga lo llevaron por otro lado. “A los 13 años vendí una pileta pelopincho y me compré una guitarra”, asegura.

La viola lo acompañó durante sus años en el Colegio Nacional Arturo Illia, donde armó diversas bandas. Luego, su pasión por el rock progresivo, con estandartes como Jethro Tull y Yes, lo llevaron para el lado de la flauta traversa. Con 17 años, se fue a tocar un fin de semana a Santa Clara, a la gorra, y ahí se conoció con otros colegas que le sugirieron la carrera de música popular en el Instituto Adolfo Ábalos. “Después de estar un par de años ahí, descubrí que había un bandoneón y no lo solté más”, cuenta.

En diálogo con Bacap, Leo Cubiella profundiza sobre su carrera musical, el dúo con el pianista Luis Reales y lo que representa ser un varón trans, tras rectificar su identidad de género el año pasado.

-¿Cuál es el primer recuerdo que tenés de un bandoneón?

-A los 16 años tenía internada a mi mamá, que finalmente falleció, en Buenos Aires y contaba con mucho tiempo ocioso. Quería ver un concierto en el Teatro Colón por la acústica de la que tanto se habla y justo enganché a la Orquesta Rodolfo Mederos. Esa fue la primera vez que escuché un bandoneón en vivo, no lo tenía conceptualizado.

-¿Y cómo desarrollaste el gusto por el tango?

-Empecé a sentir que me gustaba en el ‘Argentino Chiquito’, que es la versión de un bar que aún hoy sigue existiendo en la ciudad, pero que se mudó a un lugar más grande. Era una esquina que recién abría, en 2010-2011. Salía de cursar y era un lugar accesible económicamente para ir, con música en vivo siempre. Ahí me dije, ‘me gusta el tango’, y empecé a escuchar discos de todo tipo. Sobre todo Aníbal Troilo, que logró algo que busqué siempre: mucha síntesis y sensibilidad. Y también Rubén Juárez.

 Los inicios y un dúo dinámico

El comienzo de Leo como músico no fue fácil. La pérdida de su mamá lo obligó a mudarse solo y trabajar para poder costear su primer fueye, financiado a dos años. “Laburé de ayudante de cocina y como suplente de porteros de edificios. Haber empezado con quilombos me fortaleció”, reconoce.

Con el bandoneón a cuestas, las tocadas a la gorra comenzaron a hacerle un nombre en el boca a boca de la ciudad. “Justo llegó una temporada que me quedé sin laburo en diciembre, y surgió primero la posibilidad de tocar en la Diagonal Pueyrredon. Al año siguiente, viajé al sur. Estuve en San Martín de los Andes. Me fue muy bien. Ni bien volví, viajé a España; hice gorra en Valencia tres meses, y también estuve algunos días en Barcelona y París. Fueron años intensos entre 2014 y 2016”.

El bandoneón de Cubiella. Foto: Mauricio Arduin.

Con el envión de la experiencia en la calle, Leo tuvo un quiebre en su carrera al conocer a Luis Reales, célebre pianista local de 60 años y ex director del Teatro Colón, con quien hoy conforma un dúo que luce afirmado. Se trata de un compañero que se suma a otros proyectos musicales: desde estar en la Orquesta Típica Rayuela, pasando por su “power trío” con Rocío Baraglia y Luciana Cabeza, entre otros emprendimientos.

 – ¿Cómo llegó Luis Reales a tu vida?

– Cuando vuelvo de España, me manda el padre de una amiga que me habían nombrado en una revista. A Luis le habían preguntado si había músicos jóvenes de tango en la ciudad y me nombró a mí. En un momento, él se hizo cargo de la programación de un bar. Pedí una fecha con ese proyecto, y el chico con el que yo tocaba me sugirió sumar a Luis. Él nos dijo antes: ‘Hagamos una pasadita a ver si sale bien’. Al final, armamos cinco temas juntos y Luis tocó la mitad del show con nosotros. Yo venía de tocar más bailable y rápido. Empezó a hablarme de armonía y ahí le pedí unas clases. Cuando arreglamos, da la casualidad de que vivíamos a dos cuadras. Me dijo que le gustaba cómo tocaba y armamos una fecha, lo que desembocó en presentarnos unas 2 veces todas las semanas durante los últimos 3 años. Ya en 2018 consolidamos el dúo.

-¿Y qué representa él para vos, es un amigo, socio, maestro?

-Es todo al mismo tiempo. Generamos una cooperativa exitosa. Llegamos al punto de pasar el principio de la pandemia juntos, para no dejar de tocar. Musicalmente es el mejor compañero que se puede tener. De los tangueros de la ciudad, es el único que jugó en Primera A: fue 12 años el pianista de Rubén Juárez; hizo varias temporadas con la ‘Tana’ Rinaldi; tocó con la Orquesta de Tango de Buenos Aires; y acompañó a Goyeneche. Poca gente acá tiene esa tradición y formación musical. Y siempre él ha sido muy generoso. Hacemos micrófono abierto para que se sumen cantantes en cada show. No hay nada más serio que lo que uno hacía cuando era niño. La música transmite mucho más cuando estás jugando y probando cada sonido.

-¿Qué les dejó la convivencia durante la cuarentena?

-Decidimos dividir los gastos a la mitad para bancar la crisis. En su casa. En un momento vimos que no nos alcanzaba y, por suerte, recibimos la solidaridad de gente que conocemos por la música: nos trajeron regalos, comida e incluso vino. Cosas que ni esperábamos. Después, la creatividad nos llevó a hacer delivery de libros. Fue una experiencia divertida, salíamos con las bicis y recorríamos la ciudad desierta para hacer las entregas.

-Hay un cierto prejuicio de que el tango está asociado a la gente grande, al pasado, ¿creés que vos, con tu figura, podés ayudar a romper con eso?

-Sí, lo intento a conciencia. Una facción muy de derecha se apropió del tango durante mucho tiempo. Sobre todo después de la década del 40-50, la etapa de oro. Pero de los 90 a la actualidad, se generó una movida que ya tiene otra impronta. Hay orquestas cooperativas. Ser joven y de izquierda le pone otro color a lo que hago también, desde el contenido y la forma de hacer música. Con Luis tocamos en todas las marchas y causas que pudimos, por el 24 de marzo, las reformas jubilatorias o las marchas del orgullo. Buscamos un sentido más popular y de protesta.

El valor de lo colectivo para lograr cambios

A fines de 2019, Leo decidió poner en palabras un proceso interno que llevaba años. Su identidad de género no coincidía con su cuerpo, por lo que decidió realizar el trámite de rectificación de la partida de nacimiento. Un cambio que no hubiera sido tal sin el acompañamiento del colectivo AMI (Asociación Mundo Igualitario), que batalla por los derechos de la comunidad LGBTIQ+.

-¿Hubo un punto de inflexión para decidir rectificar tu identidad de género?

-Yo de adolescente no sabía muy bien qué me pasaba, porque no había referentes de varones trans. Me sentía muy raro, no le encontraba un nombre a eso. Y hubo un punto de inflexión: me molestó mucho cuando empecé a tocar más públicamente que me dijeran ‘la primera mujer bandoneonista de Mar del Plata’. Me pasaba mucho de terminar de tocar con compañeros a los que el público les decía: ‘¿De dónde sacaste tal arreglo?’, ‘¿cómo es esa tonalidad?’. Y cuando se acercaban a mí: ‘Ah, una mujer que toca el bandoneón’. No escuchaban lo que estaba haciendo.

Leo Cubiella y el mar de fondo. Foto: Mauricio Arduin.

Tuve una crisis en 2019. Estaba un poco inseguro, y ahí me contactaron con la gente de AMI. La fuerza de tener un colectivo te da una seguridad que la individualidad no te permite. Empecé a identificarme como varón trans. Ellos me ayudaron con los trámites de rectificación de la partida, a poder iniciar el proceso hormonal. Es muy difícil llegar a toda esa información sin contactos. Si bien hace 9 años que existe la Ley de Identidad de Género, ibas al registro de las personas y te ponían todas las trabas posibles para cambiarla. Mi partida tardó más de un año, cuando es un trámite que debería durar un par de semanas. Ahora están saliendo en cuestión de semanas, gracias al trabajo colectivo.

-¿Te considerás un referente de tu generación?

-Un tiempo renegué de eso, pero ahora me hago más cargo. Porque hay algo positivo en el plano colectivo. Al ser un varón trans, por ahí muchos tienen laburos que no son muy visibles. Y, a la hora de pelear por derechos, hay un prejuicio contra la población trans. Por ejemplo, que se dedican a la prostitución o a la venta de droga, y básicamente a nada más. Entonces está bueno visibilizar que la gente trans se puede dedicar a cualquier trabajo. De hacer algo que le guste, de tener un deseo y acceder a laburos de todo tipo. Si tengo que ser un referente, me parece positivo para todos los que vengan después.

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