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A 40 años de su llegada a Malvinas, el testimonio de la veterana Silvia Barrera

Junto a otras 5 instrumentadoras quirúrgicas fue voluntaria para prestar servicio sanitario durante el conflicto. Estuvo a bordo del Rompehielos Irizar, participando en numerosas cirugías y curaciones. “Nos subestimaban. Cuando demostramos que estábamos capacitadas para el trabajo, se convirtieron en nuestros protectores, eso que suele pasarnos a las mujeres” contó. 

Silvia Barrera recuerda con exactitud ese día. Era el 7 de junio de 1982, tenía 23 años y no dudó en ofrecerse como voluntaria para cumplir con tareas de instrumentadora quirúrgica en el conflicto de Malvinas, cuando llegó el pedido al Hospital Militar Central del Ejército, donde se desempeñaba como personal civil. 

Junto a sus cinco compañeras Susana Maza, Cecilia Ricchieri, Norma Navarro, María Marta Lemme, María Angélica Sendes, partió, casi en secreto, primero a Río Gallegos, hasta poder embarcar en el Rompehielos Almirante Irizar, que fue uno de los buques hospital argentinos que estuvo en la línea de fuego. 

Aunque no las esperaban, recibieron destrato y fueron subestimadas, prepararon los quirófanos, fueron testigos de los ataques ingleses, participaron de cirugías atadas a sus compañeros para hacer frente a un mar embravecido que hacía oscilar al enorme barco a 45 grados, contuvieron a los heridos, hicieron malabares para que alcancen los insumos básicos y no durmieron en prácticamente 10 días, pero no fueron autorizadas a bajar al hospital de Puerto Argentino por no tener grado militar.

No solo fueron parte de un dispositivo de recepción de heridos, sino que participaron de la evacuación, entre el 17 y 18 de junio, de los hombres de Puerto Argentino, tras la firma del cese de fuego. 

Reconocidas como veteranas de Malvinas

Barrera y sus compañeras fueron las primeras mujeres en ser reconocidas como veteranas de Malvinas en 1983. Luego otras 11 mujeres tuvieron dicho reconocimiento y, por la vía judicial, enfermeras que prestaron servicio en Comodoro Rivadavia, lo están reclamando. Pero durante muchos años no tuvieron reconocimiento social, algo que está cambiando en los últimos tiempos, aunque aún hoy hay muchísimas personas que se sorprenden al descubrir que participaron mujeres en la guerra de Malvinas. 

Silvia compartió su testimonio durante un encuentro virtual organizado por el Programa  Integral de Políticas de Género dependiente de la Secretaría de Asuntos Laborales en coordinación con el Programa de Género y Acción Comunitaria de la Secretaría de Extensión y el Departamento de Enfermería de la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social de la Universidad Nacional de Mar del Plata, con el objetivo de reflexionar y visibilizar el rol de las mujeres, a 40 años de la Guerra de Malvinas, del que participó Bacap. 

En el encuentro, también contó sus proyectos  Ivy Perrando Schaller, fotógrafa documental, quien hace tres años se propuso registrar en imágenes a las mujeres que fueron invisibilizadas en la historia de Malvinas.

Con destino a las islas

“Éramos un montón de instrumentadoras en el Hospital Militar Central, pero nos anotamos las más aventureras, las más patrióticas, las que queríamos vivir la gesta tan importante” contó Silvia, quién recordó que era tanta la urgencia -ya habían comenzado las hostilidades tras la recuperación de las islas por Argentina el 2 de abril- que “partimos al día siguiente, con ropa de varón, de verano, borcegos que nos quedaban grandes y sin documentación”. 

Imágenes que pudo salvar Silvia Barrera de la requisa de los ingleses.
Imagen que pudo salvar Silvia Barrera de la requisa de los ingleses.

Ese 8 de junio fue larguísimo para las instrumentadoras. “Llegamos a Río Gallegos, nadie nos estaba esperando y nadie nos daba bolilla. De casualidad encontramos a un médico conocido, le planteamos que íbamos a Puerto Argentino y el nos llevó al hospital militar de Río Gallegos desde donde nos llevaron a un lugar donde nos vino a buscar el helicóptero del Irizar para llevarnos al barco que iba a ser nuestro transporte a las islas. 

Silvia Barrera analizó que estando en Río Gallegos fue en el único momento en el que se planteó: ¿Qué hacemos acá? “Era tal la desorganización, la forma en que nos miraban los hombres, cómo nos ignoraban, nos destrataban de una forma en que las mujeres estamos acostumbradas a sufrir aún hoy”.

Sorpresa para la tripulación

Cuando bajaron a la embarcación, también fue una sorpresa para la tripulación. Obviamente no esperaban mujeres (aunque en aquel entonces no existían varones capacitados en instrumentación quirúrgica). “Cuando nos vieron los marinos se pusieron como locos, no nos querían ahí. El problema era que éramos jóvenes, éramos lindas, éramos flacas, dudaban que pudiéramos cumplir y aguantar lo que venía en ese contexto”. 

Según recordó, gracias al capitán, en algunas horas la situación tensa aflojó y, mientras se acercaban a Puerto Argentino, les pidieron la primera tarea: armar los quirófanos. “Nos fuimos conociendo y como creo que pasa habitualmente, fuimos trabajando juntos y los mismos que nos habían recibido tan a desgano, vieron que estábamos capacitadas para la tarea para la que habíamos ido y se convirtieron en nuestros super protectores y en nuestros padres, hermanos…esto que suele suceder con nosotras las mujeres”, reflexiona.

En ese traslado tuvieron contactos con los buques hospital ingleses, con quienes intercambiaron heridos y a quienes les donaron sangre y plasma. También quedaron en medio de operaciones bélicas y, aunque no se enteraron hasta varios años después, hasta hubo un enfrentamiento con un buque inglés que se camufló con el enorme Irizar para sorprender a las embarcaciones bélicas argentinas.

Noche de bombardeos

Finalmente llegaron a Puerto Argentino, pero las autoridades militares no dejaron bajar a las islas a las instrumentadoras. “Otra vez nos faltaba documentación, no querían darnos el grado militar porque teníamos que tener el mismo grado militar que los médicos que estaban ahí, nos hubiéramos convertido en las primeras mujeres que tenían el mismo grado que los médicos y no lo aceptaban. Entonces, el comandante del Irizar resolvió que nos quedáramos a trabajar a bordo del buque. Ahí estuvimos  desde el 8 de junio hasta el 18, que volvimos al continente”. 

A 40 años de su llegada a Malvinas, el testimonio de la veterana Silvia Barrera

“A poco de llegar sufrimos el primer bombardeo. Esos bombardeos nocturnos se repitieron todas las noches durante los 6 días hasta que se firmó el cese del fuego, el 14 de junio. Y la rutina después de los bombardeos era recibir a los heridos -que llegaban en tres pesqueros “ambulancias” o en helicóptero- durante el día hacer las cirugías, las posteriores curaciones y la contención psicológica, escucharlos, atenderlos”.

La noche del peor bombardeo “el mar estaba super bravo, para poder hacer las cirugías, porque teníamos a un herido múltiple, nos atamos todos juntos para poder movernos, no caernos y cuidar el instrumental”.

Regreso al continente

Tras el importante ataque de la noche del 13 de junio y el cese al fuego del 14, la prioridad de la embarcación fue evacuar a la mayor cantidad de personas que estaban en Puerto Argentino. No solo personal del hospital de campaña, sino heridos, soldados, personal civil. “Desde el barco veíamos cómo los ingleses tomaban prisioneros a los hombres, llorábamos, no lo podíamos creer” recordó. 

Mientras seguían haciendo cirugías y atenciones pero comenzaron a tener problemas de suministros. “Comenzó a escasear el oxígeno, el agua… no nos bañábamos para  dejar el agua para los heridos” relató. 

Así estuvieron hasta el 18, cuando tropas inglesas subieron a inspeccionar el barco y autorizaron el regreso al continente. En esa inspección, Silvia Barrera recuerda que le quitaron la cámara fotográfica que le había regalado su padre para que pueda llevar un registro de lo que pasaba en las islas. Las pocas fotos que guarda y se han difundido, son las de los rollos que pudo esconder entre su ropa. 

El 19, el barco amarró en Comodoro Rivadavia, trasladaron a todos los heridos y a las 6 instrumentadoras las llevaron a un hotel con la orden de no hablar con nadie ni salir.

“Desobedecimos la orden, salimos a comer” recordó Silvia, quién manifestó que, como consecuencia “personal de inteligencia nos llevó al día siguiente a un galpón militar en el aeropuerto donde no podíamos escaparnos ni tener contacto con nadie, hasta que volvimos a Buenos Aires, el domingo 20 de junio, cuando pudimos reencontrarnos con nuestra familia”. 

Vuelta a la «normalidad»

Al día siguiente Silvia retomó sus tareas en el Hospital Central, como un día más. Sintió que en Buenos Aires no querían saber más nada con el tema. Fue el primer día de unos 10 años de silencio. “Creo que es algo que sufrimos todos los veteranos. Los primeros 10 años se mezclaba Malvinas con la dictadura y Malvinas es patriótico, la dictadura es política y siempre nosotros tratamos de que se separara eso”, reflexiona la veterana, quién en la actualidad continúa trabajando en el Hospital Militar, aunque en otro rol, y quién diferencia el “reconocimiento de la difusión”. 

“Tuvimos reconocimiento formal hacia adentro, incluso medallas, pero no hacia afuera” consideró. 

Esa situación está cambiando y se multiplican las invitaciones a contar su testimonio. Aún así, se sorprende de que haya un “amplio desconocimiento” sobre la participación de mujeres en Malvinas. 

 

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