La ley otorgó derechos políticos y trastocó el rol tradicional que la sociedad les asignaba a fines de la década del ’40, pero aun hoy existen múltiples ejemplos de la persistencia de las asimetrías en el ámbito político y judicial.
Por María Aguirre
El derecho de las mujeres a votar y a ser elegidas cumple 75 años y si bien la promulgación de esa ley del 23 de septiembre de 1947 abrió el camino para otras conquistas, la paridad de género en el terreno político sigue mostrando déficits, demoras y resistencias en el acceso de las mujeres a lugares de poder o de máxima jerarquía.
La ley de voto otorgó derechos políticos a las mujeres y trastocó el rol tradicional que la sociedad les asignaba a fines de la década del ’40, pero 75 años después existen múltiples ejemplos de la persistencia de las asimetrías.
Desde el mes pasado, por primera vez en la historia argentina y en 158 años de actividad parlamentaria, una mujer, Cecilia Moreau, conduce la Cámara de Diputados, un hecho que marca también otro hito histórico: dos mujeres al frente de ambos cuerpos legislativos del Congreso (la otra es la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, titular del Senado).
Sin embargo, la designación de Moreau llegó de manera indirecta, en reemplazo del actual ministro de Economía, Sergio Massa y, detrás de ella, las tres vicepresidencias del cuerpo están ocupadas por hombres.
Algo similar sucede en la disputa de otros cargos. Como muestra, en el 2019, las mujeres ocuparon sólo el 16,8% de las candidaturas a gobernador en 22 de los 24 distritos que tuvieron elecciones y, de un total de 1.135 municipios del país, apenas 140 son gestionados por intendentas (un 12%), según un Relevamiento Federal de Consejos Deliberantes elaborado por el Ministerio del Interior.
Aun cuando Argentina fue precursora en el mundo en 1991 con la sanción de la ley de cupo, que casi triplicó la presencia de mujeres en la Cámara de Diputados durante la segunda mitad de la década del `90 (en 1983 sólo representaban el 10% de las bancas), hubo que esperar 26 años para que esa presencia parlamentaria fuera reforzada.
Eso se logró con la Ley de Paridad de Género del 2017, que obligó a incorporar igual cantidad de mujeres y varones en las listas de candidatos, pero la puesta en marcha en las provincias muestra su propio ritmo y todavía falta que Tucumán y Tierra del Fuego adhieran a esa norma, ya compartida por el resto de los distritos.
Con todo, los resultados de los comicios del 2019 y del 2021 revelaron que las mujeres tienen mayores chances de acceder a un cargo parlamentario en los distritos grandes (los que renuevan más de 30 bancas) y medianos (entre 9 y 29 bancas), a diferencia de lo que sucede en las provincias chicas, según un informe de Eurosocial, un programa de cooperación entre la Unión Europea y América Latina para la reducción de las desigualdades.
La disparidad en los cargos políticos
De acuerdo con ese análisis -que evidenció que la representación femenina ocupa el 48% de las bancas de distritos grandes y medianos-, las mujeres sólo acceden a un escaño si son cabeza de lista en las provincias chicas (las que renuevan menos de 9 bancas).
El Senado tiene una doble vara en términos paritarios: por un lado, la conducción del cuerpo está en manos de mujeres, con Fernández de Kirchner al tope, seguida por Claudia Ledesma Abdala de Zamora y Carolina Losada, pero por el otro, para las mujeres resulta un ámbito más restrictivo cuando se trata de partidos chicos en distritos de poco peso electoral, es decir, en la disputa por el lugar de la minoría.
Como cada dos años se eligen dos bancas por la mayoría y una por la minoría en 8 jurisdicciones del país, una candidata mujer queda afuera del cuerpo si no encabeza la boleta del partido que salió segundo en esos comicios.
«Si una lista puede aspirar a un único cargo en el distrito y las mujeres no encabezan, la paridad no tiene efecto», concluyó el informe de Eurosocial. De hecho, durante las elecciones del 2019, menos del 20% de las listas que compitieron estuvieron encabezadas por mujeres, según el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).
La disparidad se traslada a las presidencias de los bloques e interbloques, mayoritariamente en manos de legisladores varones, al igual que las gobernaciones, las vicegobernaciones y las intendencias y un interrogante sobrevuela el debate: ¿Por qué no establecer también paridad de género en las fórmulas presidenciales?
Un punto a favor de la representación femenina estuvo dado en el 2019 por la decisión de Massa -entonces titular de la Cámara de Diputados- de establecer paridad de género para las presidencias de las comisiones, por lo que en ese cuerpo está más balanceada la conducción de los grupos de trabajo parlamentario, a diferencia del Senado.
Especialistas en cupo y paridad sostienen que «una vez que las mujeres ingresan en números considerables» a las legislaturas «se genera un acostumbramiento al liderazgo femenino» que, como resultado, favorece a que luego ellas ocupen otros cargos políticos «relevantes» y, así, «se producen fenómenos de contagio».
«Argentina representa un caso crucial para evaluar la teoría del contagio dado el extenso uso del cupo, no solo a nivel nacional sino también provincial, y a su sustitución luego por la paridad», analizó el programa EuroSocial en el capítulo Cupo, Paridad y Contagio de su informe.
Sin embargo, «el caso argentino muestra que el contagio no es automático, sino en el mejor de los casos lento», concluyeron los expertos.
Para el Ministerio del Interior, las acciones hacia la paridad «no deben ser sólo en clave electoralista», sino estar «enfocadas de manera integral» y proveer no sólo «acompañamiento» a las mujeres, sino también «programas de capacitación, liderazgo y financiamiento».
«Sólo de esta forma se podrá lograr el empoderamiento y la generación de cambios reales en las dinámicas de poder de los gobiernos y partidos. Sólo de esta manera daremos un paso más hacia la conformación de una democracia más equitativa e igualitaria: una democracia paritaria», sostiene la cartera que conduce Eduardo De Pedro en un informe sobre Paridad en la Argentina.
En otros ámbitos
Las disparidades no son sólo parlamentarias. El ámbito judicial también es predominantemente masculino. La Corte Suprema, por ejemplo, tiene sólo miembros varones, tras haberse jubilado el año pasado Elena Highton, quien incluso fue la primera mujer en incorporarse al alto tribunal en el 2004.
Según un documento de la Oficina de la Mujer de la Corte del 2019, el personal de servicio del máximo tribunal está compuesto por 352 hombres y sólo 50 mujeres, es decir, una brecha entre el 87,6% y 12,4% para ambos casos.
Entonces, en un mundo en el que, según Naciones Unidas, hacen falta casi 3 siglos para lograr una igualdad plena, los desafíos para las mujeres son múltiples a la hora de avanzar hacia mayores liderazgos y puestos de decisión.
Además, como señaló la especialista en Derechos Humanos y Democratización en América Latina e integrante de la red de politólogas #NoSinMujeres, Sofía Santamarina, el próximo objetivo es «superar la paridad» y dejar de abordarla «como un sistema binario» para acompañar los cambios mundiales en cuanto a derechos humanos y favorecer a las diversidades que tienen mayores dificultades a la hora de conquistar espacios.
Las conquistas también son necesarias en el plano simbólico y, por eso, el año pasado fue colgado por primera vez en el Congreso el cuadro de una mujer: María Remedios del Valle, la capitana afrodescendiente del ejército de Manuel Belgrano, por impulso de la Cámara de Diputados, de los ministerios de Cultura y Mujeres, Géneros y Diversidad (MMGyD) y de la Secretaría de Derechos Humanos.
Fuente: Telam